martes, 3 de abril de 2018

Malos Tiempos para la Lírica


Hará cosa de una década fui al Palau de la Música de Valencia con mi pareja y otros amigos a un concierto de bandas sonoras de películas. Una de las piezas era de Star Wars, e incluía el tema de la Fuerza, que se puede escuchar, entre otras, en la escena en que un joven Luke Skywalker se plantea su futuro mientras contempla la puesta de los soles gemelos en Tatooine. Siempre me ha apasionado John Williams y su uso de los leitmotivs para comunicar emociones por medio de la Música, y cuando llegó el crescendo en que toda la sección de cuerdas interpretaba esta melodía la potencia de la orquesta me conmovió y se me saltaron un par de lágrimas… Segundos después saqué disimuladamente un pañuelo del bolsillo para limpiarme el moquillo y mi novia, al verlo, me preguntó si estaba resfriado… Todavía hoy ignoro si no supo o no quiso darse cuenta de que estaba emocionado, pero aquella reacción suya (sobre todo considerando que ella misma era por entonces intérprete de música barroca) me supuso una pequeña decepción.




Este detalle por parte de mi ex no es nada, sin embargo, comparado con la total falta de sensibilidad y de respeto que muestran algunas personas frente a manifestaciones artísticas varias… El pasado sábado estuve en uno de los cinco conciertos en Valencia de la séptima Gira Crucis del Dúo Caifás, un conjunto formado por mis amigos Gilberto Aubán (más conocido como Gilbertástico) y Antonio Iglesias (miembro de grupos como Dwomo o Los Toreros Muertos). Este dúo lleva varios años actuando solamente en los días de Semana Santa, interpretando de forma casi íntegra Jesucristo Superstar, el musical de Tim Rice y Andrew Lloyd Webber de principios de los setenta, pero en su versión española de 1975, la de Camilo Sesto y Ángela Carrasco, usando para ello tan solo una minibatería, un teclado y sus propias voces. Somos muchos los fieles que anualmente acudimos en peregrinación a esta llamada, más por la calidad de la música y por la nostalgia de aquella época que por fervor religioso.

Ya antes de empezar Gilberto nos estaba contando que el comportamiento del público es peor cada año que pasa, y que desde el jueves, en los conciertos celebrados en otros barrios de la ciudad, se habían dado varios casos de asistentes que hablaban en voz alta durante las canciones. De hecho, en este hubo también una mujer que no dejaba de hablar a escasos dos metros del dúo (si bien claramente bajo los efectos de algún estupefaciente que ya traía puesto de serie), hasta el punto de que Gilberto tuvo que usar el micro entre canción y canción para pedir, ligeramente molesto, lo que debería ser obvio: un mínimo de silencio durante las canciones, a no ser que se estuviera coreando la letra. A este se unieron otros detalles también algo feos: por ejemplo, parte del público apareció más de media hora tarde, estando el show ya empezado, con las correspondientes molestias de ruido y movimiento entre las sillas para los que ya estábamos allí. Y hay que añadir los móviles: justo delante de mí había sentada una chica que durante todo el concierto estuvo consultando las conversaciones de WhatsApp en su pantalla cada diez minutos, a veces durante los aplausos y a veces durante las canciones.




En general el concierto estuvo muy bien y la gente se divirtió mucho, pero este tipo de detalles y esta falta de interés de la que he hablado a mí francamente me alucinan. Yo, incluso cuando estoy solo en casa, no paro las buenas canciones a mitad por simple respeto hacia los músicos que las compusieron o interpretaron; llamadme romántico o directamente idiota, pero lo considero una manera de ser consecuente conmigo mismo, de ser fiel hasta en los más pequeños detalles a mis principios y a mi total respeto por la verdadera Belleza en cualquiera de sus formas… Si me entreno para el respeto estando solo, con más razón lo practicaré luego en compañía de otros. Mientras yo me comporto en privado como si estuviera en público, hay gente que es cada vez más egoísta y asiste a conciertos, películas o cualquier otro evento cultural público como si estuviera en su casa, sin silenciar su móvil, olvidándose de que a su lado hay otros que intentan disfrutar con tranquilidad y sin intereferencias esa experiencia estética o intelectual… Ya os conté una vez que incluso algunos vigilantes de museos se están volviendo bastante impertinentes y habladores últimamente, lo cual es el colmo, teniendo en cuenta que ellos deberían ser los primeros en dar ejemplo, controlando a los que alzaran demasiado la voz… Por cierto: si todo va según lo previsto, volveremos a hablar de los museos de Valencia muy pronto en el blog.

También os dije en otra ocasión que no suelo ir a muchas pelis de estreno porque la gente es ruidosa y te arruina la experiencia, que barata desde luego no es… Para evitar esto es mejor acudir a las salas de Versión Original Subtitulada, en las que se les supone a los asistentes conocimiento de idiomas y por tanto un poco más de nivel, pero ni por esas: a veces te tropiezas con turistas que ya vienen maleducados de su país de origen, y otras con españoles para los que el certificado de inglés y el de buenos modales claramente no venían en el mismo pack. A unos de estos últimos lo tuve que sufrir hace pocos días: se sentó casi delante de nosotros, plantó ambos zapatos encima de los respaldos de la siguiente fila y, aunque después de un par de llamadas de atención se calmó un poco, se tiró la primera media hora comentando la película en voz alta con su novia… Francamente, en estos casos me da bastante rabia comprobar que hay por ahí muchos gilipollas con pareja mientras yo llevo años sin encontrar a nadie, pero luego lo pienso fríamente y comprendo lo que ocurre realmente: no es que tengan un nivel tan alto como para poder elegir, es que en el Mundo también hay muchas tontas del culo, y por tanto mucho más donde escoger.




En lo tocante al mundillo del Cine, hay otro grupo de gente que también me saca de mis casillas en un sentido distinto: los frikis que en lugar de disfrutar las películas y saborearlas con calma se dedican a verlas antes que nadie y después tacharlas de su lista como si se tratase de una competición. No entiendo por qué hay gente que prefiere descargarse en Internet un screening de baja calidad o una filtración sin terminar de montar solo para poder restregarle a sus amistades por la cara que lo ha visto antes que ellos. Nos hemos vuelto adictos a la novedad más que a la calidad; hoy en día las películas hacen la mayoría de su taquilla en el primer fin de semana, y al siguiente la gente ya se ha olvidado de ellas y ha pasado a centrarse en el siguiente gran estreno, el siguiente blockbuster, la siguiente diana a la que apuntar en su interminable lista de experiencias superficiales pendientes… A mí me encanta hablar sobre las películas que me han gustado, analizarlas y sacarles todo el jugo, y muchas veces me ha ocurrido que he visto una buena peli semanas o meses después de su estreno y al querer comentarla ciertas personas han cambiado rápidamente a otros títulos más de actualidad, como si les molestara que sacara a colación un tema que ya está pasado de moda.

Otro momento que me gusta saborear es el de los títulos de crédito, cuando las luces de la sala ya se han encendido pero la película técnicamente no ha terminado aún (Hace dos o tres décadas las luces permanecían apagadas hasta el final, ¿os acordáis?); me gusta empezar a compartir mis primeras valoraciones con la gente que me acompaña mientras disfruto de la banda sonora, o busco determinados datos interesantes en los créditos, o compruebo si hay alguna escena extra… Y me toca las narices cuando el personal de limpieza del cine me mete prisas, de forma más o menos descarada según la ocasión, para que abandone la sala cuanto antes (sobre todo teniendo en cuenta que nunca tomo refrescos o palomitas y por tanto no ensucio mi sitio). Recuerdo aquella vez, tras uno de mis varios visionados de Las Dos Torres en los cines Kinépolis de Paterna, en que las encargadas de limpiar prácticamente me estaban empujando hacia la puerta y se me ocurrió inventarme que Jesús Díez, el actor de doblaje que interpretaba a Théoden en la versión española, era mi tío, y que me hacía mucha ilusión ver su nombre proyectado en la pantalla… así que pude quedarme hasta el final del todo, y las limpiadoras encantadas de la vida conmigo, oye.




Estas prisas, esta impaciencia, estas ansias de zapping constante de las que hablo, se notan sobre todo en la gente más joven. Sin decir nombres ni dar detalles, os puedo hablar de una amiga mía relativamente reciente: andará rondando la treintena, y es muy maja y muy inteligente, pero incluso ella ha mostrado en un par de ocasiones detalles muy típicos de esa generación millennial de la que tanto se habla ahora. Por ejemplo, hace poco otro amigo nos había invitado a su casa a ver una peli clásica de los ochenta, y al empezar a pasar los títulos de crédito del final le preguntó, muy ilusionado, qué le había parecido, a lo que ella contestó en un murmullo con un escueto “está bien” sin apartar la mirada de la pantalla de su móvil; no había tardado ni medio segundo en empezar a ponerse al día, como hipnotizada, con “sus cosas”.

Aunque esta chica en concreto esté muy lejos de ser un caso perdido, en otros muchos jóvenes se puede ver claramente que los smartphones y las redes sociales los están convirtiendo en una generación de atontados encerrados en una burbuja de egocentrismo y superficialidad… El movimiento de sus dedos sobre la pantalla táctil en la búsqueda incesante de nuevos estímulos vacíos y fugaces se convierte en algo compulsivo, como el tabaco o el alcohol, y les resulta imposible centrarse en una sola cosa y analizarla en profundidad… Si no eres capaz de dedicarle una atención exclusiva a ningún tema concreto más de cinco minutos seguidos entonces no te apasiona ningún tema en absoluto, lo cual es bastante triste. En el caso del Arte, cinco minutos es lo que cuesta escuchar una canción o contemplar en detalle un buen cuadro o una buena fotografía, así que no digamos ya las dos horas que dura una película…




Nuestra comprensión del Mundo no depende de la cantidad de estímulos aleatorios y desconectados que podamos empujar a través de nuestros sentidos y embutir en nuestra memoria, sino de la calidad y la profundidad del análisis que podamos hacer después de una cuidadosa selección de estos estímulos, del poso que puedan dejar en lo tocante a comprender mejor las relaciones y mecanismos elementales que mantienen el Mundo en movimiento, a comprender lo que de verdad es importante, aquello por lo que vale la pena luchar. Esto se aplica también al Arte, que cuando es realmente bueno nos ayuda a reconectar con sentimentos que llevamos dentro y que son difíciles de identificar, de explicar con palabras… pero para lograr esa reconexión hay que aprender a ver, a observar con calma, y no solo mirar las cosas por encima.

En este Mundo en el que las prisas y la pereza intelectual hacen que se valoren más los factores rápidos y fáciles de evaluar, como la apariencia externa, la ostentación del lujo o la preferencia de la mayoría, relegándose a un segundo plano otros más importantes a largo plazo como la lógica, la inteligencia o la sensibilidad, el Arte con mayúsculas nos ayuda a ver el Mundo no como es sino como debería ser, y a reconciliarnos con la verdadera Belleza, con la poesía de la realidad que suele permanecer oculta bajo varias capas de polvo de vulgaridad… Yo le paso el plumero a mi espíritu de manera regular, y sé que otros se esfuerzan también en ello; no pierdo la esperanza en que el número de gente que lo hace siga creciendo poco a poco… Es demasiado tarde para ser pesimista.



4 comentarios:

Vicent RoTa dijo...

Has sabut expresar molt clarament aquelles percepcions que tantes vegades he experimentat. M'HA ENCANTAT

Moltíssimes grácies per la teua sensibilitat compartida

Un seguidor russafí

Kalonauta dijo...


De res, Vicent, gràcies a tu per comentar!

Una abraçada

Unknown dijo...

No todo está perdido. Recordemos que cada generación percibe a la siguiente como bárbarxs insensibles y el mundo continúa produciendo belleza. Gracias a gente como tú que expresan, comparten lo sensible la belleza continuará emocionando.
Me encantan la mayoría de tus entradas y hasta lo que no comprendo por ignorancia hace vibrar una determinada sensibilidad.
Hay que mantenerse fieles a nosotrxs mismxs, a pesar de la sensación de marcianismo general.
Quién es marcianx sería algo relativo, depende...como dice Pau .

Kalonauta dijo...


¡Vaya, Julia, gracias por los halagos! :-)

Sé que el nivel general de cultura de la gente va aumentando poco a poco, lo que me fastidia es lo sumamente lento de esta mejoría: parece que cada vez que por fin hemos resuelto un problema aparece otro distinto, y a veces hasta pegamos bandazos hacia atrás antes de seguir mejorando... ¡Con la cantidad de herramientas que tenemos a mano actualmente a nivel divulgativo, educativo y pedagógico esto debería ir más rápido! Pero bueno, tengamos paciencia.

Y totalmente de acuerdo contigo en que cada uno debe sentirse orgulloso de lo que le hace diferente y mantenerse fiel a sí mismo. Lo que nos hace diferentes es precisamente lo que nos hace especiales.

¡Un fuerte abrazo, nos vemos!