Empezaremos esta
tercera y última entrega hablando un poco de los posibles desenlaces que puede tener la Sexta Extinción… Las conclusiones obtenidas por los científicos nos indican que siempre
que se ha producido una extinción masiva en la Tierra ha habido también un
cambio en las especies dominantes tras recuperarse la Biosfera
y alcanzarse de nuevo un cierto equilibrio; o en otras palabras, lo que para
algunos es una crisis para otros puede representar una oportunidad. Recordemos
que los dinosaurios prosperaron gracias a la cuarta extinción masiva, y que la quinta barrió a los dinosaurios de escena y
benefició a los pequeños mamíferos, entre los que se encontraba nuestro
ancestro evolutivo el Purgatorius… No hay que ser muy inteligente para deducir
que la Sexta Extinción muy probablemente nos perjudicará a nosotros. La
diferencia en este caso radica en el hecho de que los
dinosaurios dominaron la Tierra durante 160 millones de años, los cocodrilos han sobrevivido a dos grandes
extinciones en los últimos 240 Ma, y las cucarachas, de 340 Ma de antigüedad, a
tres; y sin embargo nosotros, si no tenemos cuidado, a
este paso no llegaremos a durar ni 1 Ma.
Vistas las
amenazas de las que hablamos la semana pasada, varias de las cuales ya están
pasando factura a muchas especies inocentes de animales y plantas, no hay que
descartar la posibilidad de que la civilización humana sufra en el Futuro
próximo un duro golpe que la haga retroceder al nivel de desarrollo de hace
milenios, de manera que haga falta reconstruirla desde cero.
Y es poco probable
pero no imposible que, en caso de producirse una catástrofe de gran magnitud,
ya sea de origen natural o por nuestra culpa, el Homo Sapiens no sólo retroceda
en número y recursos sino que desaparezca por completo… No os quepa duda de que en ese caso la Tierra seguirá adelante sin
nosotros. Si hablamos de cambios
geológicos a nivel global debidos a la mano del Hombre, sólo el primer par de
milímetros más superficiales del suelo ha alterado su composición en el último
medio siglo. Y la Biosfera, tan fértil y a la vez tan frágil, es de vital
importancia para nosotros y otros seres vivos, pero a nivel cosmológico es tan
fina en comparación con el tamaño de la Tierra que ningún cambio que se
produzca en ella ni en su clima por la acción humana podría cambiar la trayectoria
del planeta, que seguiría girando alrededor del Sol sin notar que ya no estamos
aquí.
Vemos, por
tanto, que nuestra misión ahora mismo no es salvar la Tierra; pero es que
tampoco es ni siquiera salvar la Vida sobre el planeta, ya que a estas alturas
está demasiado diversificada y extendida como para que podamos cargárnosla por
completo nosotros solos. La Vida siempre se ha abierto camino
a través de todos los cataclismos ocurridos en los últimos 3500 Ma, así que ¿realmente
le importará demasiado un desastre más? Podríamos hacer apuestas sobre cuáles
serán las criaturas que hereden el planeta como especie dominante cuando
hayamos desaparecido… Son muchos los posibles candidatos, los llamados extremófilos,
organismos que consiguen sobrevivir en las condiciones más extremas de
radiación, presión, temperatura, humedad y pH: las cucarachas, los escarabajos
de la harina, los tardígrados (u ositos de agua),
las bacterias, los hongos, las archaeas…
En resumen: aun
en el caso de que hagamos las cosas todo lo mal que podamos, la Tierra y la
Vida (distinta seguramente de como es ahora, pero Vida al fin y al cabo)
seguirán su camino cuando ya no estemos nosotros aquí… ¿Qué puede acabar entonces con ellas? Sin
necesidad de pensar mucho se me ocurre una respuesta a esa pregunta. Llegará un
día, dentro de unos miles de millones de años, en que el Sol entrará en su fase de gigante roja, crecerá más y
más en tamaño y engullirá a la Tierra lentamente, extinguiéndose toda la Vida
que en ella quede por entonces, incluyéndonos a nosotros si es que hemos conseguido
sobrevivir a las amenazas que se nos presentan a más corto plazo. Es posible
que cuando nuestra estrella llegue a sus últimos estertores ya hayamos logrado colonizar otros planetas habitables en regiones cercanas de la
galaxia, garantizando la supervivencia de la especie… pero del Futuro del Sistema Solar, la Vía Láctea
o el Universo conocido ya seguiremos hablando en otra ocasión, más adelante.
Por lo tanto,
el reto está en salvar a nuestra propia especie y a otras muchas que se ven
afectadas por nuestro crecimiento descontrolado. Recordemos que si nos remontamos a las raíces del Árbol de la Vida comprobaremos que todas las especies del planeta
están emparentadas entre sí, y que por tanto cuando desaparece alguna de ellas
también desaparece una pequeña parte de nosotros… Tenemos el deber ético de
intentar reparar nuestro error. La raza humana ha
demostrado ser capaz de los peores horrores y la estupidez más absoluta, pero
también de los logros más increíbles y las hazañas más nobles, así que no es
descabellado pensar que podemos conseguirlo.
Las amenazas ante las que hay que reaccionar más rápidamente son las de las
armas nucleares y el cambio climático, y para resolver estos problemas son necesarios
cambios profundos a muchos niveles. No hay que perder de vista que la Ciencia y la Tecnología son herramientas poderosísimas que
pueden ayudarnos a sobrevivir pero del mismo modo pueden significar nuestra
destrucción; no son ni buenas ni malas en sí mismas, depende de cómo se usen.
Hemos de intentar dejar atrás lo que
Carl Sagan llamaba “nuestra adolescencia tecnológica” y aprender a usar los
conocimientos que hemos adquirido como especie con sentido común, pensando las
cosas con cuidado, de forma global y con una perspectiva más a largo plazo.
Para esta última parte, como os prometí, incluyo un resumen de pequeñas
cosas que podemos hacer en nuestro día a día para contribuir a frenar o incluso
revertir la Sexta Extinción. Empezamos por el Sol, que algún día será el
responsable del fin del planeta pero que también ha permitido la aparición y
evolución de la Vida con toda su complejidad y Belleza,
y que ahora mismo puede sacarnos de este lío en el que estamos. Siempre que se
pueda hay que recurrir a la energía solar y a otras energías renovables
para evitar depender de los combustibles fósiles, que no son sostenibles a
largo plazo; por tanto, si en el caso de tu vivienda es factible instalar
sistemas de energía solar térmica, fotovoltaica, geotérmica, minieólica o de
biomasa, hazlo. A la espera de que se consiga controlar la fusión fría (cosa
que no está muy clara al menos en los próximos años) todos los cálculos indican
que ni siquiera utilizando renovables con la máxima eficiencia podremos
mantener el ritmo de actividad y producción que llevamos ahora, así que en
paralelo al uso de energías sostenibles tendremos que ir mentalizándonos de que
la economía mundial deberá frenar un poco y ceñirse a los principios del Decrecimiento,
dejándose atrás la etapa de consumismo salvaje de las últimas décadas.
Si no tienes más remedio que tirar de combustibles fósiles, controla tu huella de carbono
e intenta optimizar la eficiencia energética de tu vivienda y tus
electrodomésticos. Usa la calefacción y el aire acondicionado de manera
racional y no malgastes agua. Si todavía tienes bombillas incandescentes
cámbialas por otras de bajo consumo, apaga los aparatos que no estés utilizando
y evita el consumo fantasma.
Intenta ser también un consumidor responsable en lo que respecta a ropa, ocio o
viajes, y guíate por la moderación. Sigue el lema de “reducir, reutilizar, reciclar”
siempre que puedas, imprimiendo el papel por ambas caras o usándolo para notas
en sucio, aprovechando varias veces las bolsas de plástico de la compra y utilizando
correctamente los contenedores de vidrio, papel y envases ligeros. Y en cuanto
a la comida, compra en la medida de lo posible productos locales, de temporada
o de comercio justo, y come menos carne roja,
limitando la ternera por ejemplo a una vez por semana o sustituyéndola por
pollo. Utiliza el transporte público o la bici,
o comparte coche para ir al trabajo, y ve a pie a los sitios
si no están muy lejos… Ah, y planta un árbol al menos una vez en tu vida.
También es importante hablar de estos temas con tus familiares, amigos y conocidos,
y ayudar así a que otras personas tomen conciencia del problema. Colabora con
ONGs que puedan hacer lo que no está en tus manos, incluyendo las que luchan
contra las injusticias y ayudan a reducir las diferencias entre ricos y pobres en el Mundo, ya que eso disminuye el riesgo de
futuros conflictos. Y sobre todo vota con cabeza,
a líderes políticos que luchen contra el cambio climático, gravando el uso de
combustibles fósiles y no el de las energías renovables. Políticos que tengan
claro que, en lo que respecta a las armas nucleares, como decían en aquella
película de los ochenta, “la única forma de ganar es no jugar”.
Políticos que comprendan que la cultura, la investigación y la innovación son
recursos inagotables en los que hay que invertir, y que la clave de nuestro bienestar a largo plazo está en la educación,
tanto a nivel científico como a nivel humano.
En resumen, la estrategia para evitar que la Sexta Extinción nos alcance
consiste, como ya hemos dicho muchas veces, en anteponer la colaboración a la
competencia y en perseguir el objetivo del “Todos-Mejor-Siempre”, tratando de
desterrar la obtusa mentalidad del “Yo-Más-Ahora” que tantos problemas nos ha
traído en los dos últimos siglos por poner ciegamente la tecnología a su
servicio sin pensar en las consecuencias… Yo albergo
esperanzas de que podemos conseguirlo; es demasiado tarde para ser pesimista. Tenemos que actuar ya y darle un respiro a nuestra Biosfera, esa lámina tan fina, tan frágil y tan hermosa de
aire, agua y tierra que se nos ha concedido temporalmente como único hogar.
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