lunes, 21 de diciembre de 2015

Once Generaciones (III)


Bienvenidos a una nueva entrega de este cursillo acelerado de introducción a la investigación genealógica… Hoy os detallaré algunas de mis pesquisas por la ciudad de Valencia y alrededores, y os contaré alguna historia de mis antepasados de por aquí. Hace dos semanas dejé pendiente el hablaros de otra forma de conseguir información acerca de las generaciones pasadas: consultar o visitar los registros de los cementerios, o ir directamente a los cementerios a recopilar la información de las lápidas. La fecha de enterramiento y la edad al fallecer nos pueden dar pistas valiosísimas sobre en qué fecha aproximada nació el familiar en cuestión, lo que nos ayuda a realizar nuevas peticiones de partidas de nacimiento a los Registros Civiles y de ese modo hacer avanzar la investigación hacia atrás en el Tiempo. Además, a veces la foto de la lápida es tal vez la única que podrás conseguir de uno de tus bisabuelos o tatarabuelos.




En el caso de los cementerios municipales de Valencia, que es el que yo conozco, se puede hacer una primera búsqueda por Internet, introduciendo el nombre y apellidos, que te permite averiguar la fecha del enterramiento y la situación del nicho (sección, número y tramada). Conocida la fecha, se puede acudir en persona al archivo del Cementerio General, un pequeño edificio al lado del Tanatorio, y allí se puede pedir el libro del registro del año que corresponda, que te proporcionará más datos, entre ellos la causa de la muerte y la edad del fallecido. Cuando sabes el año de defunción pero no el día exacto y las consultas online resultan infructuosas, puede ser un trabajo muy pesado el de ir buscando página por página, día por día, los apellidos de tu familiar en los registros originales en papel, pero nadie dijo que la Genealogía fuese una tarea fácil… Conviene llevar preparada una tablita de los nombres que intentarás localizar y los años en los que vas a buscar cada uno de ellos, y si no encuentras nada debes apuntarlo también, para no repetir por error meses más tarde búsquedas infructuosas de toda una mañana de duración. En contraste al aburrimiento propio de este tipo de tareas, cuando por fin encuentras algo interesante tu alegría suele ser directamente proporcional al número de horas que te ha costado encontrarlo.

A lo largo de mis dos años de investigación visité el Cementerio General de Valencia, el del Cabañal, el Cementerio Parroquial de Benimaclet (y la Iglesia de la Asunción, para el registro), el de Torrent, el del Grao y el de Massanassa. En relación con este último, me acuerdo de una historia que me contó siendo yo joven mi abuela paterna, natural de ese pueblo. La protagonista es Josefa Nácher Igual, su abuela (y por tanto tatarabuela mía), nacida también en Massanassa en 1847 y conocida por todos como Pepita. Al parecer era muy devota, iba siempre a misa y comulgaba todos los días, sin faltar uno solo, a las cinco de la mañana… Pepita falleció en 1913, y se dice que ocho días después de muerta aún conservaba el color de la cara, y que a los veintidós años de su entierro, con motivo de un traslado de los restos, se abrió su ataúd y se comprobó que su cuerpo estaba casi intacto… Recuerdo que este relato me puso los pelos de punta cuando me lo contó mi abuela.




Otro método para encontrar información acerca de tus antepasados consiste en buscar sus obituarios o sus esquelas en la sección de necrológicas de periódicos antiguos. Esto nos puede proporcionar no sólo la fecha aproximada de nacimiento a través de la edad del fallecido, sino también los nombres de los familiares más allegados, ya sean padres, hermanos, cónyuge o hijos en caso de tenerlos. Yo realicé investigaciones de este tipo durante un tiempo en la hemeroteca de la Biblioteca Valenciana, en la Sala Nicolau Primitiu del monasterio de San Miguel de los Reyes. Para acceder a la hemeroteca hay que sacarse un pase temporal o una tarjeta de investigador; las correspondientes gestiones son fáciles de realizar y, que yo recuerde, el pago a efectuar es nulo o simbólico.

Los periódicos no se consultan directamente, sino en rollos de microfilm y con ayuda de proyectores, como en las películas de detectives y psicópatas. Cada rollo incluye varios meses de un determinado periódico, y vas avanzando hasta el día y la página que te interesan; en este caso es muy recomendable tener más acotadas las fechas de la búsqueda, porque si no te puedes volver loco. Es un trabajo pesado, pero precisamente por eso, como decíamos antes, es muy gratificante cuando por fin encuentras algo. De los fragmentos que te interesen, pudiendo usar el zoom si hace falta, sacas una copia en papel directamente desde el proyector, de modo que mientras no rebases un cierto número de copias (creo que eran unas veinte por visita) no te cobran nada.




Las publicaciones de antes de la Guerra Civil que se podían consultar eran Las Provincias, El Mercantil Valenciano, La Correspondencia de Valencia, El Pueblo, La Voz de Valencia o Diario de Valencia. Después de la Guerra cambia el panorama y tenemos por ejemplo el Levante (que no es el que conocemos hoy), Mediterráneo, Información o Jornada; sólo se mantiene Las Provincias. Que yo recuerde ahora mismo, encontré las esquelas de al menos tres de mis antepasados directos, entre ellos mi bisabuelo Ricardo (en las fotos del final de la anterior entrega es el que tiene pinta de hipster). En el ejemplar de El Mercantil Valenciano del 6 de diciembre de 1927 encontré su esquela y su necrológica, y gracias al texto, en el que se citaba que el cortejo fúnebre salía desde el domicilio del difunto, descubrí que mi bisabuelo vivía en la Plaza del Carmen nº5. Yo sabía por otras fuentes que al parecer había sido teniente de alcalde del Barrio del Carmen, encargado de coordinar la limpieza pública, así que todo encajaba bastante bien. De hecho tengo una foto suya, sentado con los que supongo serían sus dos perros en el regazo, en la que la iglesia del fondo es, efectivamente, la del Carmen… Es por detalles como éste por los que vale la pena investigar asuntos más tétricos y oscuros como muertes, necrológicas, enterramientos o lápidas: éstos te permiten descubrir también datos sobre la Vida, los logros y las alegrías de tus antepasados. Cada vez que camino por la plaza miro al nº5 y pienso en mi bisabuelo, y en que hace muchos años él pisaba ese mismo suelo que piso yo ahora.




Para compensar la parte lúgubre, acabaré la entrega de hoy contándoos otra historia de mi bisabuelo Ricardo en la que también ronda la amenaza de la Muerte, aunque en esta ocasión la Parca no pudo cobrarse ningún trofeo. Es un relato casi de película que descubrí en un documento oficial entre los papeles que guardaba mi abuela materna (Ricardo había sido su suegro). Intentando encontrar más información al respecto, yo mismo investigué en la sección de Índices de Acuerdos, en los archivos del Palau de Cervelló, pero no pude reunir más datos… Nacido en Gandía en 1878 y fallecido (como ya os he dicho) en Valencia, Ricardo vivió también durante un tiempo en la Pobla Llarga, donde conoció a mi bisabuela Emilia y donde vino al Mundo mi abuelo; allí fue donde ocurrió el suceso en cuestión el 26 de diciembre de 1913, segundo día de Navidad (y unos tres meses después de que enterraran en Massanassa a mi tatarabuela Pepita, por cierto, aunque eso ahora mismo no viene al caso). El otro protagonista involuntario de esta historia fue un tal José Castillo, un mozo de servicio que estaba trabajando en un tren que había parado en la estación, y que al arrancar éste intentó bajar a toda prisa, con tan mala suerte que tropezó y cayó a las vías con las piernas sobre los rieles. Mi bisabuelo, que lo vio todo desde el andén, saltó abajo y logró apartarlo justo a tiempo, pero la ropa del muchacho quedó atrapada por las estriberas de un vagón y ambos fueron arrastrados varios metros hasta que consiguieron soltarse. El incidente se saldó con algunas contusiones y las prendas del mozo hechas jirones, pero afortunadamente no hubo que lamentar daños más graves. Por el heroico salvamento de José se le concedió a Ricardo un par de años después la Medalla de la Orden Civil de Beneficencia, más concretamente una cruz de tercera clase con distintivo negro y blanco, que todavía está entre los recuerdos que guardaba mi abuela.

Y con esto terminamos por hoy. Como ya hemos comentado, mi abuela paterna y mi abuelo materno eran de pueblos cercanos a Valencia; la próxima semana os hablaré de las otras dos ramas de la familia y veremos que de ocho apellidos valencianos, ni hablar.



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