lunes, 5 de marzo de 2018

Odiseas (II)


La entrada que comencé la semana pasada no era inicialmente más que una mera curiosidad: solo tenía la intención de hablar un poco de La Odisea de Homero y de recomendaros algunas películas y series documentales con títulos similares que me han parecido interesantes a lo largo de los años… Os hablé de 2001: Una Odisea del Espacio, de Stanley Kubrick; de las tres partes de La Odisea de la Especie, de Jacques Malaterre; de la serie Cosmos: Una Odisea en el Espacio-Tiempo, su precursora y su anunciada continuación; y del documental de quince horas La Historia del Cine: Una Odisea, de Mark Cousins. Contemplando toda la información en su conjunto me di cuenta de que estos proyectos tenían bastantes puntos en común además de una mera palabra en el título, así que me dispuse a hacer un análisis más detallado de estas relaciones.




Podríamos decir que los dos nexos comunes a todas estas historias son la búsqueda del Conocimiento y sobre todo el paso del Tiempo. El hecho de que Ulises regrese a Ítaca (más experimentado y por ello más sabio) veinte años después de partir hacia Troya y tras navegar errante por todo el Mediterráneo no le hace menos merecedor de seguir siendo rey o de compartir lecho con su esposa Penélope… También abarca un largo periodo temporal (elipsis mediante) la historia narrada por Clarke y Kubrick, convirtiendo a una raza extraterrestre fabricante de monolitos en el nexo de unión entre los distintos saltos evolutivos de la Humanidad, desde el uso de herramientas, pasando por la llegada a la Luna, y desde ahí hacia las estrellas, hacia un estado superior de consciencia… Podemos encontrar además en la película ciertos guiños a la obra de Homero, como la elección del apellido del protagonista, David Bowman, que en español significa arquero, o la característica luz roja de HAL-9000, que simula el único ojo de Polifemo y que es apagada por Bowman al igual que Ulises ciega al cíclope en el poema.

Lo que Kubrick nos cuenta en forma de ficción podría entenderse como una metáfora de la historia real de nuestra especie que se narra en los documentales de Jacques Malaterre: en este caso en lugar de monolitos tenemos una serie de hitos (no en el sentido literal, sino en el de acontecimientos) a lo largo de los últimos diez millones de años que hacen avanzar a la Humanidad en cuanto al conocimiento y dominio de su entorno, pasando de ser un animal más a convertirse en la especie dominante sobre la faz de la Tierra… Que el viaje dure incluso millones de años no hace menos sólidas las conexiones entre el inicio y el final del relato: hemos cambiado mucho, sí, pero en multitud de aspectos seguimos funcionando y comportándonos igual que los primeros homínidos, aunque no seamos conscientes de ello a primera vista.




Las series de Carl Sagan y Neil deGrasse Tyson, a modo de continuación de la historia del Homo Sapiens, nos relatan cómo nació la Ciencia hace dos milenios y medio, en la misma Grecia que vio nacer siglos antes a Homero, y cómo esta se ha desarrollado poco a poco, permitiéndonos durante los últimos cuatrocientos años acelerar en nuestra adquisición de conocimientos y durante los últimos doscientos poner en práctica sin cortapisas lo aprendido, con todo lo bueno y lo malo que ello conlleva… Es la Ciencia la que nos ha hecho aprender cada vez más acerca de nosotros mismos y de dónde venimos, retrocediendo más allá de lo que la Historia y los textos escritos nos permitían, e incluso más allá del nacimiento de la Vida sobre el Planeta, hasta llegar a los orígenes mismos del Universo y el Tiempo… No nos hace falta, por tanto, la intervención extraterrestre narrada por Kubrick para comprender que somos uno con las estrellas.

Precisamente la Ciencia fue la que facilitó el desarrollo de las tecnologías que dieron lugar al Cine, iniciando otra historia dentro de la Historia, que es la que nos narra Mark Cousins en sus documentales. Escuchando a Cousins nos damos cuenta de que también en este campo todo está relacionado entre sí… En lo que respecta al aspecto formal, aquellos que desprecian el Cine en blanco y negro como algo muerto, desfasado y caduco no se dan cuenta de que gran parte de los recursos que se emplean hoy en día (puesta en escena, primer plano, travelling, plano y contraplano, montaje…) se inventaron hace ya un siglo, de que se lo debemos todo a la época muda, de que el entonces y el ahora están mucho más conectados de lo que creemos… Y en lo que respecta al contenido de las historias que se narran, aunque este haya aumentado poco a poco en complejidad en todos estos siglos y bajo diferentes formatos, se puede rastrear perfectamente la influencia del Pasado en el Presente: si lo pensáis bien, no hay tantas diferencias entre los héroes del celuloide actual y el Ulises de Homero.




En resumen, podemos concluir de lo visto que todo está relacionado entre sí, y que aunque la brecha de Tiempo sea inmensa nuestros lazos con el Pasado son mucho más fuertes de lo que pensamos. Además, en este fluir del Tiempo importa más el viaje que el destino: la manera en que los distintos hilos de la realidad se entretejen dando lugar a nuevos y hermosos patrones es siempre apasionante… Esforzarse por tirar de estos hilos, por conocer más acerca de estas conexiones, por recordar el ayer y disfrutar el ahora en lugar de preocuparnos solo por el mañana, nos da perspectiva y una mayor tranquilidad ante lo efímero de nuestra propia existencia individual, porque nos ayuda a comprender que somos una parte muy pequeña, sí, pero una parte al fin y al cabo, de una historia mucho más grande que se remonta a los albores del Tiempo y que será narrada por otros cuando ya no estemos aquí; la gran travesía continuará cuando ya no existamos y seguirá siendo apasionante para los que viajen en nuestro lugar. Debemos ser bien conscientes de que tan solo haber formado parte de esta historia, de este viaje, de esta odisea, será suficiente para que nuestra insignificante vida haya valido la pena.



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