Algo que no echaré de menos cuando me mude de piso serán las Fallas en
Russafa: durante prácticamente una semana la zona de las calles Cuba y Sueca
está colapsada por una marabunta que viene a contemplar la iluminación y los espectáculos sonoros… Que conste
que las luces no me disgustan, sobre todo ahora que son LED y no malgastan
tanta energía, pero lo de tener que ir a paso de caracol esquivando gente a
cada instante es algo que me saca de mis casillas… Suelo visitar los monumentos de las categorías superiores,
eso sí, yendo a primera hora de la mañana para no pillar todo el mogollón; y también
me gustan los castillos de fuegos artificiales y la Nit de Foc, pero hace años
que no voy a verlos porque la aglomeración es insoportable. Nunca me han
gustado las partes de la fiesta que tienen que ver con el humo y el ruido, y de
eso hay bastante durante toda la semana. Pasarme por la Plaza de la Virgen en
los días de Ofrena es una opción
que, aunque no elimina las multitudes de la ecuación, al menos te garantiza que
no van a estar tirándote petardos a los pies cada cinco segundos.
Me pregunto si ahora que la fiesta es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad
se reconsiderarán algunos de sus aspectos haciéndola un poco más civilizada,
pero me da la impresión de que no va a ser así. Hay un importante porcentaje de
población al que, como a mí, no le gusta todo el pifostio que se monta, y de
hecho un gran número de amigos míos suele irse fuera de la ciudad durante estos
días. Quiero pensar que todos esos valencianos palurdos y cortos de miras que
acuden como borregos cada día a las mascletás a perder un poco más de audición
y que se emborrachan en las verbenas bailando reguetón hasta las cuatro de la
madrugada, despertando a los vecinos, meando en las esquinas y básicamente haciendo lo que les sale de los huevos no son la inmensa mayoría, simplemente son mucho más ruidosos y visibles que
el resto de ciudadanos civilizados que se resguardan del caos dentro de sus
casas o se quedan en sus correspondientes pueblos a lo largo y ancho de la
Comunidad.
El motivo principal de esta entrada es hablaros del Himno Regional Valenciano que
suena, entre otras ocasiones, en el momento de la Cremá, cada noche del 19 de
marzo. Esta composición es relativamente reciente, y fue originalmente el Himno
de la Exposición Regional de 1909,
que supuso la exhibición en esta ciudad de numerosos avances tecnológicos como
el alumbrado eléctrico, la escalera mecánica, el fonógrafo, el teléfono o el
cinematógrafo, algunos de ellos vistos por primera vez en el país entero. La
música del himno fue compuesta por el maestro José Serrano
y la letra, inicialmente en castellano, era del poeta Maximiliano Thous. Se estrenó el día de la inauguración, en presencia del Rey Alfonso
XIII y de otras autoridades, y tanto gustó al monarca y al público allí
presente que por aclamación popular se tocó dos veces seguidas.
Maximiliano Thous compondría años más tarde la versión en valenciano de la
letra, y a partir de 1925 se convirtió en el himno oficial de la región; hoy en
día se le conoce como el Himno de la Comunidad Valenciana. Algunos políticos e
intelectuales se mostraron, desde su mismo estreno en 1909, muy críticos con
algunos de los versos, entre ellos el primero, que presenta a Valencia como
subordinada a España… Yo ya os he comentado en alguna ocasión que no me suelo fijar mucho en la letra de las canciones,
así que no me meteré en este tipo de jardines; pero os aseguro que la música me
parece muy hermosa, me emociona cada vez que la oigo e incluso a veces me trae
a la cabeza épicas y vibrantes escenas de película, totalmente inventadas, con
el himno como banda sonora, en
las que el clímax del triunfo final sobre la injusticia y la opresión coincide
con el apoteósico final de la pieza.
Creo que el himno me gusta tanto no solo porque la música sea hermosa, sino
también porque lo asocio a mi tierra, y más en concreto a mi ciudad, que es
donde he vivido siempre… Pero me pregunto si al hacer esta asociación no me
estoy dejando llevar por una imagen demasiado idealizada de Valencia. Creo que
ha quedado claro con muchas de las entradas del blog que la considero una
ciudad muy hermosa con una historia apasionante, y cuando paseo por sus calles
me encanta cómo se entremezcla la Valencia del Presente con las distintas Valencias del Pasado;
a lo que hay que añadir su agradable clima y esa maravillosa luz que tan bien
supo capturar Sorolla en sus cuadros… Pero por otra parte me fastidia que desde
fuera se nos conozca sobre todo por las Fallas, la Ruta del Bakalao
y los pelotazos del PP. Está claro que Valencia tiene sus luces y sus sombras,
y que si sus dirigentes y ciudadanos fuesen un poco más inteligentes se
gastaría menos dinero en verbenas y masclets y habría por ejemplo una mayor
inversión para investigación en nuevas tecnologías, como ocurrió hace un siglo
en la Exposición Regional con el teléfono o las escaleras mecánicas…
Creo que la gran emoción que siento al escuchar el himno no se asocia a la
Valencia que tenemos, sino a la nostalgia de la Valencia que podríamos haber
tenido si por ejemplo las cosas hubieran acabado de otra manera en 1939…
Es la nostalgia de una Valencia que nunca ha existido y que ni siquiera sé si
llegará a existir algún día, aunque en esto, como en muchas otras cosas, no
pierdo la esperanza… Sí, tal vez esa es la clave, tal vez la emoción que siento
no es tanto de alegría, por vivir en la mejor de las ciudades, como de
esperanza, por poder llegar a ver una Valencia mejor antes de dejar este Mundo.
Esperanza en el gran potencial que tienen esta región y esta ciudad, llenas de
valencianos miopes y ruidosos que se empeñan en acompañar con la letra
equivocada a la música perfecta.
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