Los que sigáis
el blog a menudo sabréis que, en lo que respecta a mis paseos fotográficos por
la ciudad, tengo debilidad por los lugares abandonados.
Ya hace unos años (cómo pasa el Tiempo, parece que fue ayer) publiqué una
selección de algunas de mis fotos de edificios en ruinas de Valencia,
y he pensado que es un buen momento para colgar una segunda selección de
temática similar. Espero que podáis disfrutar, como yo, del extraño y
melancólico encanto de las grietas en la pared, las puertas tapiadas y las goteras en el tejado.
martes, 28 de marzo de 2017
martes, 21 de marzo de 2017
Gran Profesional y Mejor Persona
Desde hace unos meses me he aficionado bastante al canal #0 (se lee y se pronuncia “Cero”) de la
plataforma Movistar+ (se lee “Movistar Plus”), la que antes era conocida como
Canal+ (supongo que ya sabéis cómo se lee). Es una cadena de pago, pero cuelgan
muchos vídeos en abierto (y sin rayitas) en su canal de YouTube,
y de ahí pico de vez en cuando contenidos de diversos programas… El que no me
pierdo nunca es Late Motiv, el late night de Andreu Buenafuente, que lleva poco
más de un año emitiéndose de lunes a jueves. Como lo veo por YouTube no os
sabría decir a qué hora lo hacen; eso es precisamente lo bueno, que ahora lo
pongo en el ordenador cuando quiero, porque antes, en la tele normal, y como le
recriminaba a Buenafuente su propia madre, “siempre iba muy tarde”.
Andreu Buenafuente es un
humorista de Reus que, aun habiendo tocado muy diversos formatos como radio,
teatro o cine, es más conocido por sus programas de televisión. Empezó allá por
1992 en la TV3, la televisión autonómica catalana, como colaborador en el
programa Persones Humanes, de Mikimoto. Por aquella época, según en
qué zonas de Valencia, se podía coger la señal de la TV3, y recuerdo que yo lo veía
de vez en cuando. Poco después, en la segunda mitad de los noventa, Buenafuente
empieza a presentar sus propios programas de variedades, como Sense Títol, Sense
Títol 2 y Sense Títol Sense Número, y ya prácticamente en el nuevo milenio La
Cosa Nostra y Una Altra Cosa, todos ellos en TV3 y con su productora El Terrat. Aunque el nombre y algunos de los colaboradores
iban cambiando, el formato era muy parecido en todos ellos. En 2005 el
humorista se pasa a la televisión nacional (y a la lengua castellana) con el
late night Buenafuente, que se emitía desde Barcelona, primero en Antena 3 y
luego en La Sexta como BFN. A finales de 2013, y también en La Sexta, conduce
su penúltimo late, En el Aire; y a principios de 2016 lo ficha Canal+ (que se
convierte días después en Movistar+) para presentar Late Motiv, el buque
insignia de #0, esta vez desde Madrid.
La idea de la entrada de hoy es explicaros todo esto adjuntando una selección
de algunos de los mejores vídeos del programa, así que allá vamos, empezando
por el principio, es decir, por el monólogo inicial
en el que se tratan diversos temas de actualidad desde un punto de vista jocoso
pero muchas veces con una fuerte carga crítica… Después vienen las distintas
secciones, que suelen tener una periodicidad semanal; los anteriores proyectos
de Buenafuente, tanto en la televisión catalana como a nivel nacional, nos han
dejado grandes colaboradores y personajes para el recuerdo,
y Late Motiv no se queda atrás. Hay que citar en primer lugar el consultorio de
Berto Romero, que lleva ya muchos
años colaborando con Andreu. En esta edición del late Berto está más comedido
en comparación con su época salvaje, pero algunas de las consultas que
atiende son desternillantes… Tengo serias dudas acerca de si en algunos casos
son verídicas o están preparadas, pero la verdad es que me daría igual si se tratase
de lo segundo, lo importante es que te ríes un montón con ellas… Casi tan
divertido como Berto es el más reciente colaborador David Broncano,
presentador de Loco Mundo, otro de los programas de #0, con el que he aprendido
algunos palabros como Pachachoch, Jibiri, Pachamama, Moñeco, Panoja… ¡Solo de
decirlos se te llena la boca!
También visita el programa cada semana (o más bien le visita Andreu a él)
el irreverente Javier Coronas, y
de vez en cuando sale haciendo sus imitaciones el gran Raúl Pérez
(para irreverente, su tremenda imitación de Pablo Echenique).
Después tenemos al inclasificable Juan Carlos Ortega
con su humor surrealista y sus imitaciones de voces, en las conexiones con un ficticio programa radiofónico… Y
no podemos dejar de citar al chanante Joaquín Reyes con sus descacharrantes
noticias de Edición Limitada, con el personaje de Devon Knight; no os perdáis la
ocasión en la que, en el culmen de la irreverencia, Knight salió, sin darse
cuenta, con la chorra fuera.
Para terminar con la lista, tenemos otros colaboradores ocasionales como
Ignatius Farray, el ya clásico
David Fernández y la gran Silvia Abril, que además de muy grande es
también la mujer de Andreu… Pero dejadme que cambie de tercio y os hable de
otro de los puntos fuertes del programa: las entrevistas que Buenafuente
realiza cada noche. A lo largo de su carrera el showman siempre se ha
caracterizado por la calidad de los invitados, pero creo que en esta etapa más
reciente la gente a la que traen es especialmente interesante, gente que tiene
cosas que aportar, y además les dedican el tiempo suficiente, sin necesidad de
soltar una chorrada cada dos minutos “para que no decaiga el ritmo”, como hacen
en otros programas con invitado. Así, viendo Late Motiv
he aprendido cosas nuevas e interesantes con Eudald Carbonell,
Santiago Auserón o Juan Torres, por ejemplo.
Incluso cuando el invitado no es tan interesante, Buenafuente hace que la
entrevista valga la pena: impagable el inicio de la charla con el psicólogo y
best-seller (y algo capullo) Rafael Santandreu, que previamente les había
enviado, sin encomendarse a Dios ni al Diablo, el texto completo de la
entrevista, incluyendo las preguntas y las respuestas,
para ir sobre seguro y lucirse a gusto… Os dejo que miréis el enlace para descubrir
lo que pasó después. ¡Grande, Andreu! Para dar una de cal y otra de arena,
tengo que confesar que hay una cosa que no me acaba de gustar de las
entrevistas, y que Late Motiv comparte con todos los late nights americanos
que he visto: el sillón del entrevistado es algo más bajo que la silla del
entrevistador, lo cual supongo que formará parte de una sutil treta psicológica para que Buenafuente lleve la
iniciativa y no se deje avasallar por el invitado, pero francamente no me
parece de muy buena educación. Algo parecido sucede cuando al entrar los
entrevistados Andreu les saluda desde lo alto del escalón del plató… Si hay
alguien más que se haya fijado en estos detalles y tenga su propia opinión o
más información que aportar al respecto, que lo haga, por favor, que me
interesa.
Ya para ir terminando con los contenidos de Late Motiv (y con la entrada),
decir que es uno de los pocos programas que quedan en la tele con orquesta
propia y con buena música en directo…
En resumen: que os lo recomiendo encarecidamente. Si os ha gustado mi
selección, ¿a qué estáis esperando para echarle un vistazo a los demás vídeos?
Como ya os digo, tenéis todos los programas disponibles
en la Red.
¿Y qué más puedo decir de Buenafuente? Es desde hace años (casi podría
decir que décadas) uno de mis valores más seguros a nivel de entretenimiento
televisivo de calidad. Andreu, que ha reconocido varias veces en sus programas
que no terminó sus estudios (creo que ni siquiera el Bachillerato), es un
ejemplo clarísimo de que no hace falta tener una carrera universitaria para ser
una persona inteligente, trabajadora, inquieta, culta, íntegra y con sensibilidad artística. Después de tanto tiempo viéndole en la tele, me he dado
cuenta de que me cae muy bien no solo por las cosas que dice en plan gracioso o
que pregunta en plan serio, sino también porque me da la impresión de que, por
cómo las dice y por otros muchos detalles que percibo, realmente las siente de
verdad, e independientemente del enfoque humorístico o más serio
son casi todas cosas relevantes, que te aportan algo más allá del mero
entretenimiento… En definitiva, un tío con mucha clase que no da puntada sin
hilo; estoy seguro de que si lo conociera personalmente podría aprender de él
un par de cosas y no saldría defraudado del encuentro. Cuando se trata de definir
a Andreu Buenafuente en una sola frase, puedo decir sin temor a equivocarme,
aunque suene un poco a tópico, que es sin duda un gran profesional y mejor persona.
martes, 14 de marzo de 2017
Bizca Valencia
Algo que no echaré de menos cuando me mude de piso serán las Fallas en
Russafa: durante prácticamente una semana la zona de las calles Cuba y Sueca
está colapsada por una marabunta que viene a contemplar la iluminación y los espectáculos sonoros… Que conste
que las luces no me disgustan, sobre todo ahora que son LED y no malgastan
tanta energía, pero lo de tener que ir a paso de caracol esquivando gente a
cada instante es algo que me saca de mis casillas… Suelo visitar los monumentos de las categorías superiores,
eso sí, yendo a primera hora de la mañana para no pillar todo el mogollón; y también
me gustan los castillos de fuegos artificiales y la Nit de Foc, pero hace años
que no voy a verlos porque la aglomeración es insoportable. Nunca me han
gustado las partes de la fiesta que tienen que ver con el humo y el ruido, y de
eso hay bastante durante toda la semana. Pasarme por la Plaza de la Virgen en
los días de Ofrena es una opción
que, aunque no elimina las multitudes de la ecuación, al menos te garantiza que
no van a estar tirándote petardos a los pies cada cinco segundos.
Me pregunto si ahora que la fiesta es Patrimonio Inmaterial de la Humanidad
se reconsiderarán algunos de sus aspectos haciéndola un poco más civilizada,
pero me da la impresión de que no va a ser así. Hay un importante porcentaje de
población al que, como a mí, no le gusta todo el pifostio que se monta, y de
hecho un gran número de amigos míos suele irse fuera de la ciudad durante estos
días. Quiero pensar que todos esos valencianos palurdos y cortos de miras que
acuden como borregos cada día a las mascletás a perder un poco más de audición
y que se emborrachan en las verbenas bailando reguetón hasta las cuatro de la
madrugada, despertando a los vecinos, meando en las esquinas y básicamente haciendo lo que les sale de los huevos no son la inmensa mayoría, simplemente son mucho más ruidosos y visibles que
el resto de ciudadanos civilizados que se resguardan del caos dentro de sus
casas o se quedan en sus correspondientes pueblos a lo largo y ancho de la
Comunidad.
El motivo principal de esta entrada es hablaros del Himno Regional Valenciano que
suena, entre otras ocasiones, en el momento de la Cremá, cada noche del 19 de
marzo. Esta composición es relativamente reciente, y fue originalmente el Himno
de la Exposición Regional de 1909,
que supuso la exhibición en esta ciudad de numerosos avances tecnológicos como
el alumbrado eléctrico, la escalera mecánica, el fonógrafo, el teléfono o el
cinematógrafo, algunos de ellos vistos por primera vez en el país entero. La
música del himno fue compuesta por el maestro José Serrano
y la letra, inicialmente en castellano, era del poeta Maximiliano Thous. Se estrenó el día de la inauguración, en presencia del Rey Alfonso
XIII y de otras autoridades, y tanto gustó al monarca y al público allí
presente que por aclamación popular se tocó dos veces seguidas.
Maximiliano Thous compondría años más tarde la versión en valenciano de la
letra, y a partir de 1925 se convirtió en el himno oficial de la región; hoy en
día se le conoce como el Himno de la Comunidad Valenciana. Algunos políticos e
intelectuales se mostraron, desde su mismo estreno en 1909, muy críticos con
algunos de los versos, entre ellos el primero, que presenta a Valencia como
subordinada a España… Yo ya os he comentado en alguna ocasión que no me suelo fijar mucho en la letra de las canciones,
así que no me meteré en este tipo de jardines; pero os aseguro que la música me
parece muy hermosa, me emociona cada vez que la oigo e incluso a veces me trae
a la cabeza épicas y vibrantes escenas de película, totalmente inventadas, con
el himno como banda sonora, en
las que el clímax del triunfo final sobre la injusticia y la opresión coincide
con el apoteósico final de la pieza.
Creo que el himno me gusta tanto no solo porque la música sea hermosa, sino
también porque lo asocio a mi tierra, y más en concreto a mi ciudad, que es
donde he vivido siempre… Pero me pregunto si al hacer esta asociación no me
estoy dejando llevar por una imagen demasiado idealizada de Valencia. Creo que
ha quedado claro con muchas de las entradas del blog que la considero una
ciudad muy hermosa con una historia apasionante, y cuando paseo por sus calles
me encanta cómo se entremezcla la Valencia del Presente con las distintas Valencias del Pasado;
a lo que hay que añadir su agradable clima y esa maravillosa luz que tan bien
supo capturar Sorolla en sus cuadros… Pero por otra parte me fastidia que desde
fuera se nos conozca sobre todo por las Fallas, la Ruta del Bakalao
y los pelotazos del PP. Está claro que Valencia tiene sus luces y sus sombras,
y que si sus dirigentes y ciudadanos fuesen un poco más inteligentes se
gastaría menos dinero en verbenas y masclets y habría por ejemplo una mayor
inversión para investigación en nuevas tecnologías, como ocurrió hace un siglo
en la Exposición Regional con el teléfono o las escaleras mecánicas…
Creo que la gran emoción que siento al escuchar el himno no se asocia a la
Valencia que tenemos, sino a la nostalgia de la Valencia que podríamos haber
tenido si por ejemplo las cosas hubieran acabado de otra manera en 1939…
Es la nostalgia de una Valencia que nunca ha existido y que ni siquiera sé si
llegará a existir algún día, aunque en esto, como en muchas otras cosas, no
pierdo la esperanza… Sí, tal vez esa es la clave, tal vez la emoción que siento
no es tanto de alegría, por vivir en la mejor de las ciudades, como de
esperanza, por poder llegar a ver una Valencia mejor antes de dejar este Mundo.
Esperanza en el gran potencial que tienen esta región y esta ciudad, llenas de
valencianos miopes y ruidosos que se empeñan en acompañar con la letra
equivocada a la música perfecta.
lunes, 6 de marzo de 2017
Gentrificación
Creo que ya en alguna ocasión os he comentado que vivo en la zona del Ensanche
de Valencia; estoy más concretamente en el barrio de Russafa, al que a veces se
ha llamado el ensanche popular de la ciudad. Se trata de una zona de grandes manzanas
con edificios de fachadas señoriales y con amplios y tranquilos patios interiores.
El piso en el que llevo siete años y pico alquilado data, si mi información es
correcta, del año 1934, una época anterior a la Guerra en la que las casas todavía
se construían con materiales de calidad y sobre todo con elegancia: techos muy altos
y con molduras, suelos de gres de Nolla
y grandes ventanales. Lo realmente particular acerca de este piso es que, aun
siendo alquilado, fue la residencia de mis abuelos maternos (con un contrato de
renta antigua) desde 1938. Aquí nacieron y crecieron mi madre y mis tíos, y
aquí vivió mi abuela durante décadas después de quedar viuda. Cuando ella
también nos dejó yo me vine a vivir alquilado (aunque donde mi abuela
pagaba veinte yo apoquino veinte veces veinte, claro).
Desde el momento de su construcción el edificio entero había sido propiedad
de un solo hombre, y después fue heredado por su hija, mi antigua casera, que
ya es una señora bastante mayor… Digo “antigua” porque hace un par de semanas
los inquilinos nos enteramos de que había vendido el edificio a una empresa que
piensa reformarlo de arriba abajo para convertirlo en apartamentos para
turistas… La calle en cuestión está pegadita al futuro Parque Central,
y se ve que esta mujer, viendo que las obras del parque estaban por fin en
marcha, pensó que había llegado el momento de vender y sacarse una pasta. Hablando
de obras, las de la reforma de los bajos también han comenzado sin demora, se ve
que esta gente tiene prisa por sacarle rendimiento a la inversión… Como podréis
suponer, los inquilinos estamos todos como locos buscando otros pisos para
poder mudarnos.
Es posible que a algunos os resulte familiar el concepto de gentrificación
o elitización de una determinada zona urbana, un proceso por el cual el encanto
propio de un barrio hace que se corra la voz y que todo el mundo quiera vivir allí,
lo que ocasiona una escalada de los precios de alquiler y compra hasta que sólo
la gente de clase alta o de otros países con mejores sueldos puede acceder al
mismo, mientras que los pequeños comercios tradicionales que precisamente le
daban encanto van desapareciendo y la gente que vivía originariamente allí va
siendo expulsada hacia otras zonas con alquileres más baratos. Poco a poco se
va produciendo una sustitución del alquiler residencial por el vacacional,
favoreciendo la especulación y haciendo que el barrio se convierta en una
caricatura de sí mismo, un parque temático lleno de hipsters,
turistas y gente de pasta… Desde luego, tiene narices que mis abuelos ya oyeran
hablar del proyecto del Parque Central en los años 50 ó 60, y que ni siquiera
yo lo vaya a poder ver terminado… ¡Lo van a disfrutar los malditos turistas que
vengan a los apartamentos! Pero bueno, es lo que pasa cuando tu barrio está de moda…
La búsqueda de una nueva vivienda en la que realmente te encuentres a gusto
nunca es fácil, pero en mi caso el traslado se complica aún más porque tengo
que hacer dos mudanzas en paralelo: la de mis propias cosas y por otra parte la
de ochenta años de recuerdos familiares y muebles antiguos que tendré que
gestionar con ayuda de mi madre. Si a esto le añadimos la enorme carga de
trabajo que tengo últimamente, está claro que durante los próximos tres o
cuatro meses voy a estar bastante atareado… Me viene a la memoria una entrada
que escribí hace poco sobre prioridades vitales, en la que citaba entre otras la necesidad de vivienda dentro del segundo nivel
de la Pirámide de Maslow… Y resulta que ahora soy yo el que tiene que cambiar
sus prioridades, al menos temporalmente. Os ruego que no me lo tengáis muy en
cuenta si durante los próximos meses las entradas del blog son algo más breves o
están menos elaboradas o pulidas que de costumbre… Es posible que incluso tenga
que dejar de publicar en las dos o tres semanas más movidas, pero intentaré que
eso no suceda, recurriendo si hace falta a selecciones de fotos sin texto.
Queda pendiente para más adelante escribir una entrada sobre las
desventuras de mi abuela y su primo Hostilio
durante la Guerra Civil, sobre cómo fueron a parar a Valencia desde las
Canarias y sobre cómo mi abuela conoció aquí a mi abuelo, viniéndose después a
vivir a este edificio… Paradójicamente, es posible que esa entrada la escriba
ya desde mi nuevo piso, espero que no muy lejos de Russafa (tengo el trabajo bastante cerca),
aunque seguramente fuera de ella… Los especuladores nos podrán arrebatar
nuestros hogares e incluso nuestro barrio, pero los recuerdos, eso sí, no nos
los quita nadie.
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