martes, 24 de mayo de 2016

Buenaaas… ¿Se Puede? (II)


Resulta muy frustrante intentar hacer las cosas bien y moverte por la vida con honradez para luego descubrir que una y otra vez tus aspiraciones se ven truncadas por culpa de unos pocos sinvergüenzas, gente que ha llegado al poder mediante trampas pero siempre aparentando de cara a la galería. Llega un momento en que no aguantas tanta indignación y sólo puedes recurrir a protestar de un modo más agresivo, sencillamente porque con buenas maneras nadie te hacía ni caso… Y si esto tampoco funciona, al menos habrás podido desahogarte un poco. Es mucho mejor gritar una verdad, si no hay más remedio, que susurrar una mentira.

El movimiento 15M, nacido hace cinco años, no fue el primero de este tipo: se inspiró en la Primavera Árabe que había aparecido poco antes en el norte de África, y en particular en la ocupación de la Plaza Tahrir… La Primavera Árabe no ha acabado muy bien, que digamos, pero ése es otro tema. A su vez, hubo otros movimientos ya en países occidentales que se inspiraron en los indignados españoles, empezando con Occupy Wall Street en los Estados Unidos. Como puntos comunes de estos movimientos tenemos la horizontalidad, la ausencia de símbolos de partidos y organizaciones y el fuerte uso de las redes sociales para comunicarse y hacer las convocatorias. El más reciente heredero del 15M es el movimiento Nuit Debout de París y otras ciudades francesas, con acampadas para protestar por la falta de trabajo. La convocatoria de manifestaciones a nivel mundial bajo el nombre de Global Debout se hizo precisamente para el pasado 15 de mayo en recuerdo al movimiento español.




Hace siete días vimos cómo las primeras semanas del 15M hicieron que una parte de la sociedad, sobre todo en las grandes ciudades, se implicase más activamente en la vida política, reclamando una mayor participación en la toma de decisiones sobre su propio futuro y pidiendo una mayor transparencia a los políticos. Las acampadas y asambleas han servido para forjar amistades entre individuos y por tanto para establecer nexos entre distintas plataformas sociales (algunas de ellas creadas al calor del movimiento, otras ya existentes pero que estaban adormecidas) y generar una red de contactos sólida y organizada.

Tras esta fase de activación y puesta en común se produjo una lenta dispersión en la que cada cual, con las pilas ya recargadas, escogió las batallas que quería librar. Algunos de estos colectivos sociales de los que hablamos han hecho que se escucharan sus reivindicaciones y han conseguido objetivos que parecían inalcanzables. Y a raíz de estas pequeñas conquistas, el 15M ha hecho posible también una manera diferente de ver la política en el conjunto de toda la sociedad: la gente en general, y no sólo los que estuvieron en las plazas, ha empezado a hablar más de política y a interesarse por ella, lo cual es estupendo. También en los medios de comunicación, que suelen tomar el pulso de lo que se comenta en la calle, han aparecido muchas tertulias y programas de análisis político (algunos más rigurosos que otros, pero siempre es mejor eso que Mujeres y Hombres y Viceversa). El último eslabón de este proceso a largo plazo, después de la gente y los medios, es el de los políticos y los poderosos, que en algunos casos refrenan su ambición y su codicia para no perder el favor del populacho (porque saben que la mala prensa supone una pérdida de votos o de beneficios), lo que se traduce en decisiones políticas y económicas más concretas e importantes, que benefician a mucha gente.




Y los cambios han venido no sólo desde fuera del establishment político, por vía de los medios de comunicación, sino también desde dentro: uno de los logros más importantes del 15M ha sido el de dar un vuelco al sistema de partidos, acabando con el bipartidismo que ya había durado unos treinta años. Me estoy refiriendo por supuesto a Podemos, que, por más que digan algunos de sus dirigentes, es heredero directo de la indignación de las plazas: basta con recordar que el nombre del partido procede claramente del lema “¡Sí se puede!”, que a su vez se inspiraba en el Yes We Can del famoso discurso de Barack Obama en 2008, en el inicio de la crisis.

Recordemos que la primera manifestación del 15M se hizo a propósito sin símbolos de ninguna organización o partido, y que el movimiento se consideraba apolítico (en el sentido de no relacionado con la política que se había hecho hasta entonces). Por eso, supongo que para muchos indignados supuso un dilema importante, hace dos años y medio, la posibilidad de crear o no un nuevo partido de cara a las múltiples elecciones que se avecinaban; sabían que por un lado se arriesgaban a perder parte de su horizontalidad (como así ha sido), pero que por otra parte el poder utilizar los canales ya existentes facilitaría mucho la consecución de los objetivos. Como consecuencia, la gente del 15M original se ha dividido entre los que ahora militan en Podemos, que quieren convertir la indignación en cambio político cuanto antes, y los que siguen dudando de que las cosas puedan arreglarse con el sistema que tenemos ahora, aunque sea con partidos nuevos.




Podemos surgió a principios del 2014 y pocos meses después obtuvo buenos resultados en las elecciones europeas. Su buena racha continuó, incluyendo sus distintas confluencias, en las municipales y autonómicas del 24 de mayo de 2015, con los importantes triunfos de Manuela Carmena en Madrid y de Ada Colau en Barcelona. En Valencia ciudad hubo al final un acuerdo entre PSOE, Compromís y València en Comú (que incluía a Podemos) para gobernar en equipo, modelo que ha generado la expresión “gobierno a la valenciana”, de uso común en toda España en mítines, declaraciones y tertulias políticas. En la Generalitat se ha llegado a un pacto similar, y parece que en ambos casos el entendimiento es bastante bueno.

No me extraña que se pusieran de acuerdo, teniendo en cuenta que había que echar como fuese al PP, que llevaba instalado en el poder casi un cuarto de siglo. El Partido Popular valenciano ha acabado pagando todas las fechorías que cometió durante años (es algo que afortunadamente pasa siempre, más tarde o más temprano) y aparte de tener un bajón de votos y escaños ha caído también sobre él el peso de la justicia: nueve de los diez concejales del PP que han salido elegidos en Valencia han acabado imputados en el caso Taula, y ante tal caos hasta la dirección nacional ha puesto a una gestora a cargo del partido en la Comunidad Valenciana. La verdad es que el acuerdo de los partidos de izquierda era una noticia tan buena que los primeros días no nos acabábamos de creer que fuese real… Y por cierto: ¿Qué harán los de Cabanyal Z ahora que ya no está Rita de alcaldesa? ¿Rodarán más capítulos de la webserie? Veremos…




Como consecuencia de las últimas elecciones municipales, algunos de los que antes participaban en las asambleas del 15M ahora trabajan en el Ayuntamiento de Valencia (tan sólo unos metros más allá), y puedo aseguraros que han cambiado muchas cosas en la ciudad. Por ejemplo, lo que se cuenta a veces como mera anécdota en las noticias de que los nuevos políticos viajan en metro o en bici yo lo he vivido en primera persona… Dejadme que os hable un poco de Giuseppe Grezzi: este ecologista de origen italiano siempre se ha movido en algunos de los círculos que frecuento, de modo que me lo encontraba a menudo en conferencias y saraos varios. Pertenece a Compromís, que no es el partido más afín a mis ideas políticas, pero (igual que ocurre con Mónica Oltra) a nivel individual me parece una persona muy válida. Ahora es concejal delegado de Movilidad Sostenible del Ayuntamiento, y a pesar de ello me lo sigo encontrando en charlas o en actividades en la calle; algunas las ha organizado el propio consistorio, pero a otras simplemente había asistido toda la vida y por lo tanto sigue asistiendo con total normalidad… Además, siempre está abierto a tomar nota de los problemas de la gente para hacer después lo posible por resolverlos.

La anécdota que os quería relatar ocurrió después de las elecciones municipales, hace unos meses, un día muy lluvioso. Yo había sido previsor y había cogido mi paraguas, y pasaba por la Plaza del Ayuntamiento de camino hacia casa… En eso que me encuentro a Giuseppe, que también iba hacia el barrio (somos más o menos vecinos) y que había tenido que bajarse de su bici porque el suelo de la Plaza se pone muy resbaladizo cuando llueve. No llevaba paraguas, y a pesar de tener capucha se estaba empapando, así que después de saludarlo le pregunté a dónde iba y le ofrecí compartir con él paraguas y paseo, y allá que nos fuimos los dos juntos, resguardándonos del chaparrón, hablando de La Belleza y el Tiempo y discutiendo sobre las mejoras que necesita el entorno de nuestro barrio y la mejor manera de llevarlas a cabo… Si esto no es contacto directo con tus representantes políticos, no sé qué será; desde luego es algo que jamás podría haber ocurrido en la época del Partido Popular.




Ya la semana pasada os hablé de lo difícil que es ponerse de acuerdo en una verdadera democracia… Lo que se consiguió en Valencia ciudad y en la Comunidad no se ha logrado a nivel nacional después del 20 de diciembre pasado, y PSOE y Podemos no han formado un gobierno conjunto, aunque es verdad que necesitaban a algún partido más para tener mayoría en el Congreso… El problema de la izquierda española es que está muy fragmentada porque las distintas vertientes quieren mantener su identidad propia, mientras que la derecha está más unida porque su método, mucho más vertical, es el de escoger un líder, o grupo reducido de líderes, que decide lo que tiene que hacer todo el mundo, aunque no les guste: por la mañana esta élite se pone de acuerdo en el argumentario respecto a los temas más candentes, manda un mail con lo que se ha decidido y a lo largo del día escuchas a todos los demás en los medios de comunicación repitiendo las mismas palabras como loros, para tratar de lavar el cerebro a la gente que no está sobre aviso de estas sucias maniobras… La mayor pluralidad de la izquierda no sólo hace que pierdan escaños el día de las elecciones por la escisión en partidos más pequeños, sino que también dificulta que lleguen a pactos después, como ha pasado con Pedro Sánchez y Pablo Iglesias, que no han querido dar su brazo a torcer estos últimos meses.

En ese sentido, creo que el acuerdo alcanzado hace un par de semanas entre Podemos e Izquierda Unida para la segunda vuelta de las elecciones es una muy buena noticia, sobre todo porque me parecen las dos formaciones que más trabajarían por la gente si al final salen elegidas; ya no tengo duda de cuál será mi voto. Ya sabéis que la unión hace la fuerza, y los sondeos acaban de confirmar que con esta unión se producirá el tan comentado sorpasso al PSOE el próximo 26 de junio. Y se trata también de una buena noticia para el 15M, ya que en las asambleas y comisiones de hace cinco años participaron activamente no sólo gente de Podemos como Rita Maestre o Íñigo Errejón, sino también Alberto Garzón, actual dirigente de Izquierda Unida… Un último detalle curioso: tiene gracia que el nombre que han escogido para la coalición, Unidos Podemos, fuesen precisamente las palabras con las que concluía el manifiesto fundacional del movimiento 15M.




Permitidme introducir en la recta final de la entrada un elemento de pesimismo (llámalo pesimismo, llámalo realismo). Estoy seguro de que ya hemos hablado antes en el blog (creo que en una comparación con el campo afectivo) de la paradoja de los gobernantes de la Polis en la antigua Grecia: Platón llegaba a la conclusión de que los mejores gobernantes serían precisamente los posibles candidatos que no quisieran gobernar, los que lo considerasen una responsabilidad demasiado grande, ya que los que quisieran hacerlo de forma voluntaria seguramente se ofrecerían con otros oscuros planes en mente… El poder siempre corrompe, sea a quien sea, y cuanto más tiempo pasas en el cargo más tentado te ves de hacer trampas y aprovecharte de tu posición. A lo largo de mi vida he visto bastantes amigos, conocidos y compañeros de trabajo acomodarse y volverse algo snobs y aburridos, menos idealistas y más egoístas e insensibles a las desgracias ajenas a medida que se hacían mayores; han dejado de vivir como piensan y han empezado a pensar como viven… Así que estoy seguro de que los políticos, con la continua tentación no sólo de aceptar sobornos o comisiones sino también de aprobarse suculentas dietas y subidas de sueldo para ellos mismos, suelen abandonar el camino de la honradez con todavía más frecuencia. Yo mismo me tengo por un hombre decente y de principios, pero doy gracias por no estar ahí arriba, en una posición de poder, y por no tener que comprobar si también incurriría a la larga en el mismo error.

Y lo que le ocurre a un político con el paso de los años puede extrapolarse, en mi opinión, a todo un partido: he sido votante del PSOE mucho tiempo, pero en estos últimos años en los que me he puesto al día en cuestión de política me he dado cuenta de que el PSOE de hoy día está anclado en el centro y no tiene nada que ver con el de los inicios, y de que por tanto no debería gobernar, al menos no en solitario. Creo que la mejor opción ahora es votar a Unidos Podemos, como lo fue votar al PSOE a principios de los 80… También creo que dentro de veinte o treinta años los políticos de Podemos serán igual de carcas y retrógrados que los del PSOE ahora mismo, y que no valdrá la pena votarlos. Como regla general, opino que lo más conveniente a largo plazo es votar a políticos de izquierdas que parezcan inteligentes y capaces, pero poniéndose siempre en lo peor (piensa mal y acertarás) y limitando el tiempo que puedan ocupar su cargo, o al menos el tiempo durante el que darles nuestra confianza en las urnas: así, al principio harán las cosas bien de corazón; a medio plazo seguirán cumpliendo unos mínimos, aunque sea sólo por exigencias de su supuesta ideología de izquierdas, que da importancia a lo social por encima de lo económico; y a largo plazo, cuando pierdan la vergüenza y ya les dé igual disimular su egoísmo, su inactividad o su codicia, los tiraremos del gobierno y pondremos a otros nuevos, para que empiece el ciclo otra vez… o a lo mejor nosotros los seguiremos votando, pero los tirarán los votantes más jóvenes y progresistas que vayan llegando por detrás.




Pero no nos preocupemos todavía por lo que pasará o dejará de pasar dentro de treinta años: lo que importa ahora mismo es que hay grupos políticos más cercanos a los problemas de la gente que el PSOE y (desde luego) el PP que están llamando a las puertas del Congreso de los Diputados, y quién sabe si también a las del Gobierno de España; el 26 de junio decidiremos si realmente se puede o no se puede pasar. Es muy poco realista pensar que un partido puede hacer bien su trabajo hasta el fin de los tiempos, pero sí es razonable creer que los partidos de izquierda pueden hacer un buen trabajo ahora mismo, que es cuando lo necesitamos. ¿Por qué no íbamos a tener fe en ello, si hay muestras evidentes de que el cambio ya ha comenzado? Los datos hablan por sí solos, y nos están diciendo que el batir de las alas de una mariposa puede generar un huracán cinco años después.



1 comentario:

Kalonauta dijo...


¡Ouch! ¿Catorce escaños más para el PP? Definitivamente, en este país hay mucha gente que prefiere lo malo conocido a lo bueno por conocer... Y no sigo escribiendo, que me cabreo. :-(