martes, 27 de diciembre de 2016

Relax


Aquí tenéis una selección de mis fotos más bonitas de Valencia y alrededores y de distintas capitales europeas, para que os relajéis en la contemplación de su serena Belleza y olvidéis así vuestras penas… Espero que os transmitan al menos una parte de la paz que experimenté yo en esos lugares en el momento de sacarlas.






















lunes, 19 de diciembre de 2016

TOC, TOC, TOC… ¡Penny! (II)


La semana pasada hablábamos de Adrian Monk y su Trastorno Obsesivo-Compulsivo, y también de Sheldon Cooper y su Síndrome de Asperger; centrémonos hoy en mi caso (¿clínico?) y veamos qué manías tengo en común con Monk o Sheldon y si dichas manías llegan o no a ser obsesiones. Una cosa está clara, no me van los imprevistos ni la improvisación; soy muy perfeccionista y cuando encuentro un sistema que me funciona para algo en concreto no me gusta que me lo cambien. En mi vida diaria sigo ciertos rituales en algunos aspectos, como por ejemplo a la hora de comer. Y no sólo en lo que respecta a los platos a cocinar (que suelen ser sota, caballo y rey), sino en detalles como las cantidades que tomo cada vez: de tres en tres en el caso de los espárragos o de cinco en cinco cuando se trata de aceitunas para acompañar (lo sé, a medida que lo escribía esto último me ha parecido raro hasta a mí). Algo similar me pasa a la hora de vestirme: me pongo las prendas de ropa que me resultan más cómodas porque me molesta que me rocen o que estén muy ajustadas, y esto hace que mi vestuario habitual sea bastante reducido. Además, no cambio de modelito cada día; mientras una prenda siga más o menos limpia, ¿por qué echarla a la lavadora a la primera de cambio?

Hablando de limpieza: no me gusta nada tener las manos sucias o pringosas, y suelo lavármelas bastante a menudo, pero no de manera obsesiva. En autobuses u otros lugares públicos intento no toquetear demasiado objetos como agarraderas o picaportes para evitar resfriados; y me dan mucha rabia las personas que se estornudan en la mano delante de ti y luego pretenden estrecharte la tuya, los muy cochinos… De todas formas mi relación con la limpieza es algo complicado de entender: soy sin duda partidario de la higiene, pero no necesariamente de la estética. Es decir, toda aquella suciedad que me pueda ocasionar alguna enfermedad o problemas de salud la mantengo a raya, pero no me importa tener los rincones que no uso en mi piso con una capa de polvo más gruesa de lo recomendable, o ir con la barba mal afeitada. En resumen: que en unas cosas tal vez me paso y en otras me quedo corto… Más adelante dedicaré una entrada exclusivamente a hablar de este tema.




Todas las peculiaridades y rutinas anteriores, tanto por exceso como por defecto, de las cuales ya hemos hablado un poco en alguna otra ocasión, me sirven para no estar constantemente tomando decisiones o sopesando pros y contras, y optimizar el tiempo del que dispongo, que siempre me parece escaso teniendo en cuenta todas las cosas maravillosas que me falta por descubrir en esta Vida… En el terreno intelectual os aseguro que no tengo rutinas ni soy previsible, siempre estoy intentando aprender cosas nuevas en relación con muy diversos campos del Saber; al igual que Sheldon Cooper, empleo la mayor parte de mi tiempo libre en leer, pensar, escribir o hablar sobre mis temas favoritos. Eso sí, nunca trato de imponer mi tema de conversación si se está hablando de otra cosa; también me gusta escuchar.

En cuanto a mi tiempo de ocio con los amigos, intento siempre organizar mi agenda con algo de antelación, y me fastidia que me cambien los planes a última hora. La palma en este aspecto se la lleva una conocida con la que quedé una vez para hacer una visita guiada por el casco antiguo, saliendo desde la Lonja, y que me llamó para avisarme de que no venía cuando yo ya estaba a la altura de la Plaza del Ayuntamiento; este tipo de cosas joden bastante cuando la noche anterior te has pasado una hora documentándote… Creo que la posibilidad que la gente tiene actualmente de comunicarse de forma casi instantánea por Whatsapp se está usando como excusa para no comprometerse con nada ni con nadie, dando lugar a agendas basadas en el constante zapping y cambio de opinión entre mil ofertas distintas, acercándose a todas ellas de manera superficial pero sin profundizar en ninguna ni sacar de ellas ninguna conclusión de utilidad… pero no me enrollo, que esto también se sale del tema de hoy.




La semana anterior os comentaba lo de lavarme los dientes a razón de cuatro bloques de ocho pasadas por zona, en cinco zonas con la dentadura cerrada más cuatro zonas con la boca abierta, lo que hace un total de doscientas ochenta y ocho pasadas… Lo de contar lo hago simplemente para que no estén desequilibradas las distintas zonas, y tampoco necesito ser muy estricto en esto: si voy con prisa me salto algunas series, y si pierdo la cuenta tampoco me da un ataque. Y ahora que lo pienso, el número de veces que me cepillo la lengua al final ni siquiera lo cuento (me gusta vivir peligrosamente… ¡estoy muy loco!). Otras manías que tengo son las de comprobar la alarma del despertador tres o cuatro veces cuando trabajo al día siguiente, o revisar en igual número de ocasiones que la puerta de casa está bien cerrada cuando salgo, a veces incluso subiendo unos pocos escalones de nuevo para verificarlo y quedarme tranquilo. Son precauciones que en mi humilde opinión tienen mucho sentido, aunque tal vez lo chocante sea el repetirlas más allá de un par de veces. Esto se debe a que, como decía antes, soy bastante perfeccionista, y me gusta tenerlo todo controlado y no correr riesgos. Prefiero hacer pocas cosas bien antes que muchas mal, pero a menudo las circunstancias me hacen llevar en paralelo más asuntos de los que me gustaría, razón por la cual a veces voy un poco estresado, lo que da lugar a pequeñas manías como las de la puerta o el despertador, para prevenir despistes ocasionados por las prisas.

A la hora de leer o de trabajar me distraigo fácilmente si hay ruidos alrededor; necesito máxima tranquilidad y silencio cuando estoy concentrado en una tarea. Otra peculiaridad que tengo cuando trabajo es que me gusta cuadricular los papeles, libros, bolis y demás objetos sobre la mesa antes de ponerme a la faena. Ya os dije que necesito ser ordenado porque soy una persona muy visual y tengo una mala memoria episódica, con lo que colocar cada cosa en su sitio me ayuda a recordar los recados o a poner las ideas en orden. Como yo mismo suelo decir: “Mesa ordenada, mente ordenada”… Y ya sé, ya sé que eso no explica por qué de cuando en cuando pongo algún libro recto en los expositores de la FNAC o El Corte Inglés aunque no me interese hojearlo, o por qué cuando llego al portal de mi casa y encuentro levantada la pequeña aldaba de la puerta (es un edificio antiguo) la empujo hacia abajo con la punta del dedo y la coloco apoyada contra la madera, al más puro estilo Monk.




Tal vez esta obsesión por tenerlo todo controlado y esta alergia a los riesgos de las que os hablo expliquen también por qué me siento más a gusto, como Sheldon, con la Física o las Matemáticas que con la Psicología, la Sociología, la Política o la Economía, y por qué con el paso de los años me he vuelto más y más reticente a participar en proyectos colectivos, a no ser que esté seguro de que los otros coparticipantes van a esforzarse tanto como yo y comprometerse a seguir hasta el final… Eso es lo bueno que tiene el blog: que yo me lo guiso y yo me lo como, y no tengo que discutir con nadie a no ser a través de los comentarios, cosa que por fortuna no ha pasado aún.

No veo qué hay de malo en disfrutar de una cierta sensación de seguridad en tus quehaceres diarios… No es que tenga miedo al fracaso, como podrían pensar algunos; es simplemente que mis objetivos en la Vida son más asequibles que los de la mayoría, que no me gusta construir castillos en el aire ni me siento mal por no intentar construirlos. Tal vez la clave del asunto radica en comprender, como yo lo he hecho, que la felicidad reside en las cosas sencillas… Esta filosofía de Vida podría ser la razón por la que me resulta tan difícil encontrar una pareja compatible en este Mundo lleno de gente acelerada… Pero, como decía antes, no nos salgamos del tema.




Respondamos por último a la pregunta del millón: ¿Qué me pasa, Doctor? ¿Cuál es mi diagnóstico? Teniendo en cuenta todo lo anterior y que mis habilidades sociales, mi empatía y mi inteligencia emocional son bastante buenas, yo diría que tiro más hacia un TOC que a un Asperger, pero un TOC muy, muy leve en cualquier caso. Algunas de mis manías y mis miedos a los cambios e imprevistos se han ido atenuando con el paso de los años, quizás porque he decidido no estresarme tanto con algunas cosas; y las manías que me quedan no son graves en absoluto, satisfacerlas no me ocasiona la más mínima angustia (rasgo propio del TOC, si recordáis) y en muchos casos, más que estorbarme, me resultan útiles para organizarme en mi día a día. En caso de no poder seguir mis rutinas soy capaz de ser flexible, y aunque a veces no me guste salirme de lo previsto, es raro que esto llegue a ocasionarme verdadera angustia (más bien algo de cabreo, a lo sumo, cuando mi paciencia se ve puesta a prueba por los descuidos de los demás). Como os he explicado antes, soy como soy porque me gusta aprovechar bien mi tiempo y asegurarme de que hago las cosas bien. Ya lo dice el refrán: hombre precavido vale por dos… y yo seguramente valgo por tres.

En otra ocasión ya comenté que nadie es completamente normal; simplemente tenemos todos un mayor o menor grado de disfunción de uno u otro tipo, y lo que en algunas personas se puede considerar una manía para otras representa un auténtico problema, siendo las fronteras bastante difusas a veces. Incluso a los que, después de haber leído esta entrega, piensen que estoy rozando esa zona gris en la que la manía se convierte en algo más serio, les diría que miren el lado positivo: Sheldon Cooper es un científico eminente y Adrian Monk un reputado detective. Ambos son un ejemplo a seguir para los casos reales de estos trastornos en el sentido de que han sabido sacar partido a las peculiaridades de sus cerebros, que aplicadas a las tareas apropiadas les permiten vivir cómodamente y sentir que encajan en algún sitio, a pesar de las dificultades que puedan experimentar en ocasiones… Tal vez mis peculiaridades, mi perfeccionismo y mi obsesión por analizarlo, ordenarlo y entenderlo todo son lo que, además de ayudarme en mi trabajo (preguntadme por mail si queréis saber cuál es), me permite escribir en La Belleza y el Tiempo cada semana manteniendo el nivel de calidad, cosa que no se me da nada mal… Sí, sí, tenéis razón, esta falta absoluta de modestia ha sonado un poco Asperger, pero no os equivoquéis: os repito que lo mío no es más que un TOC de andar por casa.



lunes, 12 de diciembre de 2016

TOC, TOC, TOC… ¡Penny! (I)


Hace una semana os mencioné de pasada mi predilección por los múltiplos de cinco a la hora de hacer selecciones de fotos o listas de canciones para el blog, y os dije que a su debido momento hablaríamos de Sheldon Cooper… Pues bien, he pensado que hoy es un momento tan bueno como cualquier otro para hacerlo. En la primera de dos entregas describiremos los casos de Sheldon y de Adrian Monk y la diferencia entre ambos, y en la segunda os hablaré un poco de mí mismo, y de si lo mío llega o no a esos extremos… Os voy adelantando que, además de usar múltiplos de cinco en La Belleza y el Tiempo, subo y bajo el volumen de la tele siempre de dos en dos niveles, y tengo la costumbre de lavarme los dientes dando en cada zona un total de treinta y dos pasadas divididas en cuatro grupos de ocho…




Pero cada cosa a su tiempo. Hablemos primero del Trastorno Obsesivo-Compulsivo o, en forma abreviada, TOC. Se trata de un trastorno de ansiedad en el que las personas que lo padecen tienen pensamientos, temores o preocupaciones irracionales que tratan de superar mediante la repetición de una determinada actividad. Las imágenes mentales o pensamientos perturbadores y frecuentes se denominan obsesiones, y los rituales que se llevan a cabo repetidamente para tratar de disiparlas se llaman compulsiones: la combinación de ambos conceptos es la que da nombre a este desorden mental.

La conducta reiterativa se realiza para evitar determinadas consecuencias perjudiciales, pero o bien es la solución correcta repetida de manera exagerada o bien ni siquiera tiene relación lógica directa con el peligro que se pretende neutralizar. A veces la persona reconoce que su ritual no elimina el temor, y que se sigue sintiendo mal tras realizarlo, pero que se siente aún peor si no lo realiza. Se considera algo patológico cuando estas compulsiones suponen una parte importante de la rutina habitual (por ejemplo más de una hora diaria), dificultando que esta persona lleve una vida normal.




Adrian Monk es un ejemplo claro de TOC. Los guiones de esta serie de televisión no son como para echar cohetes, pero el personaje es interesante y su patología da pie a gags bastante graciosos. Para los que no conozcan la serie, Monk era un brillante detective de homicidios de San Francisco hasta que su esposa Trudy murió en un atentado con coche bomba y él sufrió una crisis nerviosa, negándose a salir de casa en los siguientes tres años. Poco a poco, y con la ayuda de su asistente Sharona, volvió a trabajar como consultor para la policía en los casos más difíciles. Sus dotes como investigador y su atención al detalle seguían intactos pero la crisis nerviosa había amplificado sus manías hasta niveles insospechados.

Obsesionado sobre todo por el orden y la higiene, necesita limpiarse con una toallita desinfectante después de dar la mano a cualquiera, se queda paralizado cuando ve algo de suciedad o riesgo de gérmenes y no puede soportar que las cosas no estén cuadriculadas y perfectamente simétricas a su alrededor. Tiene la manía de tocar con el dedo los postes y similares que se encuentra a su paso cuando va por la calle. E incluso en medio de una investigación es capaz de volver a su casa, a kilómetros de distancia, sólo para comprobar que no se ha dejado el gas abierto. Utiliza siete copias idénticas del mismo traje, una para cada día de la semana. A su grave caso de TOC se suman además otras múltiples fobias: a las alturas, las serpientes, las multitudes, los espacios cerrados y hasta la leche, por nombrar algunas.

Aparte del detective de San Francisco podríamos citar a otros muchos personajes de cine y televisión con TOC. Tenemos por ejemplo a Félix Ungar, de La Extraña Pareja, con su obsesión por la limpieza doméstica; o a Melvin Udall, en Mejor Imposible, con sus múltiples manías y sus nulas habilidades sociales; o al propio Howard Hughes, que fue interpretado por Leonardo DiCaprio en El Aviador, película basada en la vida real del famoso empresario, ingeniero y productor de cine.




En la segunda mitad de esta entrega nos centraremos en el Síndrome de Asperger, que puede considerarse una forma poco severa de Autismo. He de reconocer que hasta que me documenté para esta entrada ni siquiera estaba seguro de si el Trastorno Obsesivo-Compulsivo y el Síndrome de Asperger eran o no la misma cosa… No lo son, habiendo una serie de rasgos que los diferencian claramente, aunque tienen también rasgos en común. Aun siendo distintas, a veces las dos patologías coinciden en el mismo individuo, lo que complica bastante el diagnóstico.

Ambos problemas pueden caracterizarse por un interés obsesivo en temas o actividades poco usuales, el seguimiento de unas rutinas muy estrictas y el enfado cuando estas rutinas son cambiadas o interrumpidas, pero mientras el comportamiento repetitivo del Asperger se debe a que tiene una gama de intereses más reducida, y hablar una y otra vez de su tema favorito no le ocasiona ninguna ansiedad, en el caso del TOC, más que el gusto por lo familiar, es una búsqueda irracional de la perfección lo que le mueve a repetir las tareas una y otra vez por si acaso no están bien, llevando este proceso asociado un cierto grado de ansiedad y malestar. En otras palabras: cuando se interrumpe una de sus rutinas, el Asperger se siente mal porque estaba a gusto llevándola a cabo, mientras que el TOC se siente mal por miedo a que algo horrible pueda ocurrir si no la completa… Por otra parte, el Asperger tiene más problemas con las relaciones sociales, mientras que el TOC en principio tiene más facilidad para hacer amigos.




Para ver más detalles del Síndrome de Asperger lo mejor será que hablemos de Sheldon Cooper, el personaje estrella de la genial serie The Big Bang Theory. Sheldon es físico teórico y le gustan las disciplinas más lógicas, como las Matemáticas o las Ciencias Naturales, mientras que las Ciencias Sociales, en las que es más difícil hacer predicciones, le repelen. Como características positivas, aparte de su problema, tiene una memoria fotográfica y una gran capacidad para la Ciencia, habilidades que no oculta porque su Asperger le impide fingir modestia. Torpe en las relaciones sociales, a veces es desgarradoramente sincero, y no tiene empatía ni inteligencia emocional. Tampoco comprende la ironía o el sarcasmo, se lo toma todo al pie de la letra.

Sheldon disfruta hablando de trenes, su gran pasión. Un Asperger puede llegar a memorizar innumerables datos del tema que le interesa; a veces seguirá hablando de lo suyo sin dejar intervenir a su interlocutor o mostrará su descontento en cuanto se cambie de tema, y si le aburre la conversación intentará llevarla hacia donde a él le apetece… Sheldon odia los imprevistos y se aferra a sus rutinas, por ejemplo en cuanto a los horarios (incluso la hora de ir al baño), al tipo de comida que toca encargar cada día o a dónde se sienta en el sofá… Cuando va al cuarto de Leonard o a casa de algún otro amigo siempre llama tres veces a la puerta, repitiendo cada vez tres golpes y el nombre de la persona a la que busca (de ahí el título de esta entrada)… Por cierto: hace muy poco Sheldon dio la explicación de por qué lo hace así.




Al parecer los guionistas de la serie nunca han admitido abiertamente que Sheldon tenga Síndrome de Asperger, a pesar de que cumple muchos de los síntomas; esto les da más libertad a la hora de inventar ocurrencias para el personaje sin tener que ceñirse a lo que la neurobiología marca acerca de este problema. De hecho, sobre todo en las últimas temporadas de la serie Sheldon da muestras intermitentes de empatía, lo que no sería posible en un caso real de Asperger. También se le observan actitudes propias de otros problemas como el Trastorno Obsesivo-Compulsivo o el Trastorno de Ansiedad Social… Vamos, que se trata de un diagnóstico bastante difícil.

Lo dejamos por hoy… En la segunda entrega, como decía antes, os hablaré de algunas de mis manías y veremos si mi caso llega a ser o no patológico. Viendo el título de la entrada, si yo tuviera el mismo problema que Sheldon Cooper no podría aguantarme sin publicar una tercera entrega, para que el ritual estuviera completo… Pero os prometo que la semana que viene daremos el tema por zanjado, así que creo que todavía hay esperanza para mí.