lunes, 11 de mayo de 2015

De Rerum Natura (II)


Terminábamos la primera parte de esta entrada llegando a la conclusión de que en todas las épocas desde los albores de la Humanidad hemos intentado encontrar respuesta a las mismas grandes preguntas: ¿Cuál es la naturaleza del Universo y cómo se formó? ¿De dónde venimos y a dónde vamos? ¿Cuál es el sentido de nuestra Vida? Los filósofos griegos presocráticos, en torno al S.V a.C., fueron los primeros en intentar responder a estas preguntas ciñéndose estrictamente a la observación de la Naturaleza a través de sus sentidos y al razonamiento crítico. Las explicaciones dadas hasta ese momento, basadas en relatos míticos y leyendas llenas de seres sobrenaturales, debieron parecerles atajos, salidas demasiado fáciles, pretextos más que explicaciones, capaces de satisfacer sólo a los menos exigentes, que no buscan la Verdad sino la falsa seguridad de un sustituto que parezca mínimamente coherente. Estos pensadores fueron los primeros en distinguir claramente lo que creemos de lo que sabemos. Su humildad a la hora de dar preferencia al Mundo físico por delante de su propia imaginación sentó las bases del Método Científico.




En una ocasión le preguntaron al físico Richard Feynman cuál era según él la afirmación con mayor relevancia científica en el menor número posible de palabras, a lo que respondió que era “Todas las cosas están compuestas de átomos”… Pues bien: esta noción de un Universo hecho de átomos, pequeñas partículas (invisibles a nuestros ojos pero intuibles por la Razón) que se mueven sin cesar, agrupándose y disgregándose constantemente en el vacío, ya estaba presente hace dos mil años en De Rerum Natura, el poema que nos ocupa hoy, y también tres siglos antes en Peri Physeos (Sobre la Naturaleza), la obra original perdida del griego Epicuro, uno de los más grandes pensadores de la Historia, en la que se basan los versos de Lucrecio.

Y no es éste el único concepto científico de importancia que se toca en el poema: hay explicaciones de cómo funcionan nuestros sentidos, los espejos, los imanes y algunos fenómenos meteorológicos, junto con refutaciones de otras teorías rivales al respecto de estos temas. También se menciona la idea de que existen entre los astros de la bóveda celeste otros muchos mundos como el nuestro, idea que sería abrazada por Giordano Bruno siglos después. El poema hace además un resumen de la Historia de la Civilización e incluso una descripción de la evolución de la Vida primitiva, sugiriendo que las distintas formas de Vida, al igual que los átomos, están en constante movimiento… Vemos por tanto que Demócrito, Epicuro y Lucrecio no sólo influyeron a Galileo y a Newton sino que se anticiparon a la Teoría de la Evolución de las Especies e incluso a los más modernos tratados de Física Atómica del S.XX.




Aunque Lucrecio se muestra apasionado a la hora de describir las maravillas de la Naturaleza, sus versos dejan traslucir un profundo pesimismo, melancolía e Inconformismo respecto a las intrigas e injusticias de la Roma de su tiempo, manifestándose contrario a los vacuos oropeles de la riqueza, la fama o el poder. El poeta sufre por los males de su patria y desea curarlos, encontrando un remedio eficaz en el uso de la Razón y en la Ciencia y Filosofía de Epicuro, que trata de inculcar en los demás para ayudarles a entender la clave de la verdadera Felicidad. Un requisito primordial para ser feliz consiste según él en comprender que todos los fenómenos observables tienen causas naturales, librarse de toda superstición y perder el miedo a lo sobrenatural. Los dioses, si existen, no participan en los asuntos de los hombres mortales, y además no fueron ellos quienes crearon el Universo… Con todo esto se ponen las bases del escepticismo y el ateísmo actuales.

Otra clave para ser feliz y evitar el sufrimiento es la de librarse del miedo a la muerte. El inicio y el final del poema contrastan claramente entre sí, de manera deliberada: empieza con una invocación a la Naturaleza, personificada en Venus como fuente inagotable de fecundidad, y acaba hablando de la enfermedad, con una descripción de los estragos de la peste en Atenas. (Dejadme hacer un inciso para recalcar que el contraste entre la Vida y la muerte es precisamente uno de los temas principales de este blog, y de hecho lo dejé bien claro desde la primera frase de la primera entrada. Llamadlo Vida y muerte, llamadlo orden y caos, llamadlo Belleza y Tiempo…) Según Epicuro, el alma humana está hecha de un tipo de átomos más sutiles, pero átomos al fin y al cabo, de forma que al ser materia también es mortal y se dispersa con la muerte del cuerpo. Por otro lado, la materia es cambiante pero los átomos son eternos: nada dura para siempre, y todo lo que nace ha de morir, pero esa muerte da lugar a otros nacimientos en un ciclo sin fin. Como decíamos hace una semana, cuando morimos podemos pasar a formar parte de las flores, las rocas, el agua, algún animal… o incluso, quién sabe, una reencarnación de Montaigne. Así que en cierto modo nada muere, simplemente todo cambia.




Comprender que formas parte de algo más grande y más hermoso que tú que seguirá existiendo cuando ya no estés supone un cierto consuelo… Hay quien dice que filosofar consiste en aprender a morir dignamente y en paz, así que en ese sentido estamos hablando aquí de Filosofía al más alto nivel. Lucrecio defiende por tanto una existencia placentera y feliz, sin miedo por lo que pueda venir después: sólo tenemos una Vida, así que gocemos de ella y saquémosle todo el jugo posible, disfrutando con mesura de los pequeños placeres y la contemplación de la Belleza que nos rodea… En definitiva, el poema sabe captar con maestría la fragilidad del Hombre y a la vez aporta razones para que éste pueda sobrellevarla y convivir con ella. Es un canto a la Vida, a una Vida que es despiadada y horrible pero a la vez terriblemente bella.

Resulta asombroso que un poema escrito hace dos mil años contenga tan gran cantidad de ideas, en tan diversos campos, que sigan plenamente vigentes hoy en día. Lucrecio es quizá uno de los primeros divulgadores científicos, una especie de Carl Sagan de la antigüedad, ya que sabe contagiar su entusiasmo y transmitir el sentido de la maravilla que él mismo experimenta. Además, recurre a muchos ejemplos de la vida diaria para que los conceptos más abstractos no resulten tan áridos para el lector. Asombra la claridad con que se expresa, la increíble Coherencia del conjunto y la Belleza no sólo del contenido sino también del continente: el gran mérito de Lucrecio sobre Epicuro consiste seguramente en añadirle a las ideas la emoción y la fuerza de los versos.




Todavía no conocía De Rerum Natura cuando confeccioné mi Mapa conceptual del Mundo y empecé a escribir en el blog. Posteriormente, hace tal vez un par de años, tropecé por casualidad (creo que fue en el Babelia, el suplemento literario de El País) con un artículo sobre la obra de Lucrecio que me impactó profundamente. Me sorprendió comprobar que, a pesar de los dos milenios transcurridos, muchos de los temas que trata coinciden con los que toco yo en La Belleza y el Tiempo. Un gran número de las ideas clave del poema coinciden con etiquetas del blog (a veces con sinónimos, pero en la mayoría de casos de forma literal): Coherencia, Sencillez, Justicia, Inconformismo, Autenticidad, Libertad, Historia… De la dualidad entre Belleza y Tiempo ya hemos hablado más arriba. Y si tuviéramos que describir el poema en pocas palabras relacionándolo con algunas de las etiquetas más importantes, diríamos que Lucrecio trata de explicar por qué la Realidad es hermosa tal y como es (búsqueda de la Verdad por medio de la Ciencia), adoptando una visión general de las cosas y planteándose las grandes preguntas (Filosofía, entendida actualmente como la parte del Conocimiento que no puede ser abordada con la Ciencia), y utilizando un lenguaje preciso, creativo y también hermoso, acorde con el contenido (Poesía, o lo que es lo mismo, Belleza).

De niños todos tenemos un poco de científico, de filósofo y de poeta, pero la compartimentación artificial que se ha hecho hoy en día de estas tres facetas, cuyas fronteras eran borrosas en la Grecia antigua, ha motivado que la mayoría de personas al crecer se centren más en una (con suerte dos, y en el peor de los casos ninguna) de ellas, quedando las otras aletargadas. La similitud entre el blog y De Rerum Natura que más me llamó la atención fue que ambos proyectos comparten (salvando las distancias, como ya dije; estamos hablando de Lucrecio y de Epicuro, no seré yo quien se ponga siquiera al nivel de la suela de sus sandalias) el mismo enfoque integrador e interdisciplinar, aunando Ciencia, Filosofía y Poesía en una sola visión unitaria de la Realidad. Esto, que antes era lo normal, se ha convertido, en el Mundo hiperespecializado en que vivimos, en la excepción a la regla; precisamente en la reivindicación de esa vuelta a los orígenes radica la Autenticidad y (valga la redundancia) la originalidad de La Belleza y el Tiempo.

Como conclusión podemos parafrasear a Virgilio, que refiriéndose a Lucrecio en las Geórgicas llamaba afortunado a aquél que comprende las causas de las cosas, que está libre de supersticiones y que no teme a la muerte. Me gustaría que este blog me acercase a mí y también a los que lo leen a la consecución de tan nobles objetivos; al menos es a eso a lo que aspiro. Olvidemos pues nuestros miedos y vayamos, como muchos otros han hecho antes, en busca de la Felicidad, guiando para ello nuestros pasos en función de todo aquello que es verdadero, relevante y hermoso.



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