martes, 17 de marzo de 2015

Inteligencias Múltiples (II)


¿Qué es la inteligencia? La etimología de la palabra nos dice que viene del latín y se compone de “inter” (entre) y “legere” (escoger); ser inteligente es por tanto saber escoger la mejor de entre varias alternativas para resolver un problema. Como ya hemos comentado, la inteligencia se ha venido cuantificando durante más de un siglo por medio del cociente intelectual, asignándosele a la mediana de las puntuaciones obtenidas por la población (es decir, lo más normal) el valor 100 y a cada desviación estándar por encima o por debajo de la media un valor de 15, de modo que a los que tienen más de 140 (el 0,1% de la gente, o uno de cada mil) se les considera genios, a los de más de 130 (que son el 2%) superdotados, los de 115 son listos y los de 85 son… bueno, son más bien justitos. Aunque hoy en día hay un acuerdo general en que un número no basta para describir la inteligencia de una persona, todavía no está muy claro cuál sería la definición más apropiada de inteligencia, ni qué porcentaje de ésta es hereditario y cuál es adquirido, ni si hay varios tipos de inteligencia o uno solo descriptible mediante varios parámetros.




Una vez vistas las ocho habilidades cognitivas propuestas por Howard Gardner, es hora de explicar qué entiende él por una inteligencia: es todo potencial biopsicológico para procesar información que puede activarse en un entorno dado para resolver problemas o elaborar productos valiosos dentro de una cultura… Ya sé, ya sé que tiene tela la frase, pero esa es la definición. La Teoría de las Inteligencias Múltiples ha creado bastante polémica desde que se publicó; uno de los problemas que le achacan sus detractores es que no tiene un respaldo experimental claro desde el punto de vista neurofisiológico o psicométrico, es decir, que no se ha cuantificado con números concretos, ni tampoco se ha demostrado la existencia de conjuntos de neuronas diferenciados que se activen por separado cuando se ponen en práctica las distintas inteligencias.

Los especialistas en neurociencias han realizado multitud de estudios sobre qué zonas del cerebro funcionan al realizar distintos tipos de tareas. Se sabe que la sede más importante de la percepción espacial está (para los diestros) en el hemisferio derecho, y que las lesiones en la región posterior derecha repercuten en la habilidad para orientarse, para reconocer caras o escenas o para apreciar pequeños detalles. La percepción y producción musicales radican también, por lo general, en el hemisferio derecho, aunque no están localizadas con tanta claridad como los centros del lenguaje. El control del movimiento corporal se localiza en la corteza motora, en el lóbulo frontal, y cada hemisferio domina o controla los movimientos del lado opuesto. También los lóbulos frontales desempeñan un papel importante en las inteligencias interpersonal e intrapersonal, lo cual se ha podido comprobar tras el análisis de multitud de casos de lesiones o, más atrás en el tiempo, de pacientes lobotomizados: los daños en el área inferior de estos lóbulos pueden producir irritabilidad o euforia, mientras que los daños en la parte superior tienden a producir indiferencia, languidez y apatía, propias de personalidades depresivas.




Sin embargo, la existencia probada de vías de procesado neuronal compartidas para las tareas del lenguaje, la música, el movimiento o las emociones es incompatible con la hipótesis de Gardner de que cada una de sus ocho categorías lleva asociado un camino neuronal propio e independiente. Esto ha llevado a otros psicólogos y neurocientíficos a considerar su propuesta una mera especulación cualitativa no muy rigurosa desde el punto de vista científico, y a afirmar que sus supuestas inteligencias son simplemente habilidades o aptitudes proporcionadas (al menos en parte) por una inteligencia común que ciertos autores llaman inteligencia general o factor g. Según estos detractores, y por la misma regla de tres, si cada categoría de las que describe Gardner comprende distintos tipos de destrezas (como ya vimos la semana pasada) y no es necesario un soporte físico propio para adquirir el rango de inteligencia, ¿por qué no definir veinte o treinta inteligencias distintas, una para cada tarea concreta dentro de esos ocho grupos?

Según investigaciones hechas mediante pruebas de escáner cerebral, se pueden constatar tres componentes cognitivos fundamentales que corresponden a tres patrones distintos de actividad neuronal: memoria a corto plazo, razonamiento y habilidad verbal. ¿Se puede llamar inteligencia a cada uno de ellos? Es un problema complicado, porque seguimos sin saber cómo se define exactamente una inteligencia. Problemas de nomenclatura aparte, lo que queda bastante patente es la naturaleza multidimensional del asunto; de hecho, los tests actuales de cociente intelectual incluyen pruebas pertenecientes a otros campos aparte del lingüístico y el lógico-matemático (por ejemplo, de tipo espacial), y además dan puntuaciones para varios campos diferenciados, no un solo número como antaño. Resumiendo: aunque a nivel fisiológico no sean mecanismos independientes, a nivel funcional las inteligencias múltiples describen grupos básicos de habilidades claramente diferenciados, y es una clasificación que a mí personalmente me parece útil e interesante, sin importarme que se les llame inteligencias, habilidades, competencias o capacidades.




Desde que Howard Gardner propuso su teoría han surgido varios métodos de enseñanza basados en sus ideas, que defienden que no todos los alumnos aprenden, piensan o crean de la misma forma. Los mismos contenidos se pueden transmitir por distintos medios a chavales con perfiles de inteligencias múltiples diferentes: hay quien capta mejor los conceptos mediante diagramas, gráficos o mapas conceptuales, o bien en forma de tonadilla, o por medio de obritas de teatro… Esta atención personalizada permite aprovechar los puntos fuertes de cada alumno para que la asimilación de los contenidos y el desarrollo de las competencias necesarias sean los óptimos de acuerdo con sus capacidades, y que cada cual vaya avanzando a su manera. Por otra parte, los defensores de este nuevo tipo de sistema educativo se preguntan si un currículum académico basado principalmente en ciertos subconjuntos de tan sólo dos tipos de inteligencia es el más adecuado a la hora de preparar a los alumnos para vivir en un Mundo cada vez más complejo.

Yo en principio comparto estas ideas, pero quiero hacer un par de puntualizaciones que ya han puesto de manifiesto algunos detractores de la teoría de Gardner. Las inteligencias múltiples no deben usarse para excusar a aquellos alumnos que no se hayan esforzado por ser competentes en los campos lógico-matemático o lingüístico, arguyendo que seguramente sí lo serán en alguna de las otras competencias; esto haría que entraran a la sociedad muchos chavales a los que les faltarían habilidades imprescindibles para manejarse en la vida. Ha de quedar bien claro, por tanto, que las otras inteligencias deben potenciarse además de las clásicas, y no en vez de éstas. En un sentido más amplio, no debe alentarse a los alumnos a que desarrollen sólo las inteligencias que más les apetezca, sino a que intenten mejorar en todos los aspectos, ya sean éstos tres, ocho o veinte. Y por último, no engañemos a los chicos y chicas diciéndoles que con este método todos llegarán a ser igual de inteligentes (en el sentido amplio de Gardner) si desarrollan al máximo su potencial, porque lamentablemente no es así; el componente genético heredado de sus padres marcará la diferencia, y siempre habrá algunos más espabilados y otros un poco más torpes.




Hechas estas puntualizaciones, considero la lista de ocho competencias de Gardner como una buena referencia para profesores y maestros a la hora de lograr una educación integral de los chicos y chicas en el colegio… Y antes del colegio, los padres deben tenerlas también en cuenta desde el primer momento, incluso antes del parto. Aunque el cerebro siga cambiando y evolucionando a lo largo de toda la vida, es de sobra conocida la importancia de los seis primeros años, y lo mucho que determinan lo que vendrá después. En esa etapa del crecimiento la red neuronal del cerebro es mucho más maleable, pero después se va anquilosando poco a poco y cada vez resulta más y más difícil cambiar lo que se haya hecho mal anteriormente. En estos primeros años se sientan las bases de todo, toma forma la personalidad y se decide en gran medida hasta dónde va a poder desarrollar sus capacidades el niño… Aquí os dejo una lista de sugerencias para criar bien a vuestro hijo (o a vuestra hija) basada en las inteligencias múltiples:

Lógico-matemática: Enséñale a razonar, cuéntale acertijos y juegos de lógica.
Lingüística: Explícale las palabras que no entienda, cuéntale cuentos antes de dormir.
Espacial: Cómprale juegos de construcción, dibuja con él.
Corporal-cinestésica: Corre y baila con él, hazle muecas, regálale besos y caricias.
Acústico-musical: Ponle música bonita, cántale nanas y después canciones.
Naturalista: Llévale al campo a ver las estrellas, hazle consciente de la Belleza que nos rodea.
Interpersonal: Enséñale a amar, a respetar y a compartir.
Intrapersonal: Anímale a expresar sus propios sentimientos y a tener confianza en sí mismo.

Y si hemos hablado de qué hacer al tener un niño, la semana que viene consideraremos una etapa anterior del proceso: os enumeraré los pequeños detalles que me suelen atraer de una mujer clasificándolos de acuerdo con esta lista de ocho competencias y trataremos de averiguar si la inteligencia es o no sexy.

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