¿Qué es la
inteligencia? La etimología de la palabra
nos dice que viene del latín y se compone de “inter” (entre) y “legere”
(escoger); ser inteligente es por tanto saber escoger la mejor de entre varias
alternativas para resolver un problema. Como ya hemos comentado, la
inteligencia se ha venido cuantificando durante más de un siglo por medio del
cociente intelectual, asignándosele a la mediana de las puntuaciones obtenidas
por la población (es decir, lo más normal) el valor 100 y a cada desviación
estándar por encima o por debajo de la media un valor de 15, de modo que a los
que tienen más de 140 (el 0,1% de la gente, o uno de cada mil) se les considera
genios, a los de más de 130 (que son el 2%) superdotados, los de 115 son listos
y los de 85 son… bueno, son más bien justitos.
Aunque hoy en día hay un acuerdo general en que un número no basta para describir la inteligencia de una persona,
todavía no está muy claro cuál sería la definición más apropiada de
inteligencia, ni qué porcentaje de ésta es hereditario y cuál es adquirido, ni
si hay varios tipos de inteligencia o uno solo descriptible mediante varios
parámetros.
Una vez vistas
las ocho habilidades cognitivas propuestas por Howard Gardner, es hora de
explicar qué entiende él por una inteligencia: es todo potencial biopsicológico
para procesar información que puede activarse en un entorno dado para resolver
problemas o elaborar productos valiosos dentro de una cultura… Ya sé, ya sé que
tiene tela la frase, pero esa es la definición. La Teoría de las Inteligencias Múltiples ha creado bastante polémica desde que se publicó; uno de los
problemas que le achacan sus detractores es que no tiene un respaldo
experimental claro desde el punto de vista neurofisiológico o psicométrico, es
decir, que no se ha cuantificado con números concretos, ni tampoco se ha
demostrado la existencia de conjuntos de neuronas diferenciados que se activen
por separado cuando se ponen en práctica las distintas inteligencias.
Los
especialistas en neurociencias han realizado multitud de estudios sobre qué zonas del cerebro funcionan al
realizar distintos tipos de tareas. Se sabe que la sede más importante de la
percepción espacial está (para los diestros) en el hemisferio derecho, y que las
lesiones en la región posterior derecha repercuten en la habilidad para
orientarse, para reconocer caras o escenas o para apreciar pequeños detalles.
La percepción y producción musicales radican también, por lo general, en el
hemisferio derecho, aunque no están localizadas con tanta claridad como los
centros del lenguaje. El control del movimiento corporal se localiza en la
corteza motora, en el lóbulo frontal, y cada hemisferio domina o controla los
movimientos del lado opuesto. También los lóbulos frontales desempeñan un papel
importante en las inteligencias interpersonal e intrapersonal, lo cual se ha
podido comprobar tras el análisis de multitud de casos de lesiones o, más atrás
en el tiempo, de pacientes lobotomizados:
los daños en el área inferior de estos lóbulos pueden producir irritabilidad o
euforia, mientras que los daños en la parte superior tienden a producir
indiferencia, languidez y apatía, propias de personalidades depresivas.
Sin embargo, la existencia probada de vías de procesado neuronal
compartidas para las tareas del lenguaje, la música, el movimiento o las
emociones es incompatible con la hipótesis de Gardner de que cada una de sus
ocho categorías lleva asociado un camino neuronal propio e independiente. Esto
ha llevado a otros psicólogos y neurocientíficos a considerar su propuesta una
mera especulación cualitativa no muy rigurosa desde
el punto de vista científico, y a afirmar que sus supuestas inteligencias son simplemente
habilidades o aptitudes proporcionadas (al menos en parte) por una inteligencia
común que ciertos autores llaman inteligencia general o factor g.
Según estos detractores, y por la misma regla de tres, si cada categoría de las
que describe Gardner comprende distintos tipos de destrezas (como ya vimos la
semana pasada) y no es necesario un soporte físico propio para adquirir el
rango de inteligencia, ¿por qué no definir veinte o treinta inteligencias
distintas, una para cada tarea concreta dentro de esos ocho grupos?
Según
investigaciones hechas mediante pruebas de escáner cerebral,
se pueden constatar tres componentes cognitivos fundamentales que corresponden
a tres patrones distintos de actividad neuronal: memoria a corto plazo,
razonamiento y habilidad verbal. ¿Se puede llamar inteligencia a cada uno de
ellos? Es un problema complicado, porque seguimos sin saber cómo se define
exactamente una inteligencia. Problemas de nomenclatura aparte, lo que queda
bastante patente es la naturaleza multidimensional del asunto; de hecho, los
tests actuales de cociente intelectual incluyen pruebas pertenecientes a otros
campos aparte del lingüístico y el lógico-matemático (por ejemplo, de tipo
espacial), y además dan puntuaciones para varios campos diferenciados, no un
solo número como antaño. Resumiendo: aunque a nivel fisiológico no sean
mecanismos independientes, a nivel funcional las inteligencias múltiples
describen grupos básicos de habilidades claramente diferenciados, y es una
clasificación que a mí personalmente me parece útil e interesante, sin importarme
que se les llame inteligencias, habilidades, competencias o capacidades.
Desde que Howard
Gardner propuso su teoría han surgido varios métodos de enseñanza basados en sus
ideas, que defienden que no todos los alumnos aprenden, piensan o crean de la
misma forma. Los mismos contenidos se pueden transmitir por distintos medios a
chavales con perfiles de inteligencias múltiples diferentes: hay quien capta mejor
los conceptos mediante diagramas, gráficos o mapas conceptuales, o bien en
forma de tonadilla, o por medio de obritas de teatro… Esta atención
personalizada permite aprovechar los puntos fuertes de cada alumno para que la
asimilación de los contenidos y el desarrollo de las competencias necesarias
sean los óptimos de acuerdo con sus capacidades, y que cada cual vaya avanzando
a su manera. Por otra parte, los defensores de este nuevo tipo de sistema
educativo se preguntan si un currículum académico basado principalmente en
ciertos subconjuntos de tan sólo dos tipos de inteligencia es el más adecuado a
la hora de preparar a los alumnos para vivir en un Mundo cada vez más complejo.
Yo en
principio comparto estas ideas, pero quiero hacer un par de puntualizaciones
que ya han puesto de manifiesto algunos detractores de la teoría de Gardner. Las
inteligencias múltiples no deben usarse para excusar a aquellos alumnos que no
se hayan esforzado por ser competentes en los campos lógico-matemático o
lingüístico, arguyendo que seguramente sí lo serán en alguna de las otras competencias;
esto haría que entraran a la sociedad muchos chavales a los que les faltarían
habilidades imprescindibles para manejarse en la vida. Ha de quedar bien claro,
por tanto, que las otras inteligencias deben potenciarse además de las
clásicas, y no en vez de éstas. En un sentido más amplio, no debe alentarse a
los alumnos a que desarrollen sólo las inteligencias que más les apetezca, sino
a que intenten mejorar en todos los aspectos, ya sean éstos tres, ocho o veinte.
Y por último, no engañemos a los chicos y chicas diciéndoles que con este
método todos llegarán a ser igual de inteligentes (en el sentido amplio de
Gardner) si desarrollan al máximo su potencial, porque lamentablemente no es
así; el componente genético heredado de sus padres marcará la diferencia, y
siempre habrá algunos más espabilados y otros un poco más torpes.
Hechas estas
puntualizaciones, considero la lista de ocho competencias de Gardner como una
buena referencia para profesores y maestros a la hora de lograr una educación
integral de los chicos y chicas en el colegio… Y antes del colegio, los padres
deben tenerlas también en cuenta desde el primer momento, incluso antes del
parto. Aunque el cerebro siga cambiando y evolucionando a lo largo de toda la
vida, es de sobra conocida la importancia de los seis primeros años,
y lo mucho que determinan lo que vendrá después. En esa etapa del crecimiento
la red neuronal del cerebro es mucho más maleable, pero después se va
anquilosando poco a poco y cada vez resulta más y más difícil cambiar lo que se
haya hecho mal anteriormente. En estos primeros años se sientan las bases de
todo, toma forma la personalidad y se decide en gran medida hasta dónde va a poder
desarrollar sus capacidades el niño… Aquí os dejo una lista de sugerencias para
criar bien a vuestro hijo (o a vuestra hija) basada en las inteligencias
múltiples:
Lógico-matemática: Enséñale a razonar,
cuéntale acertijos y juegos de lógica.
Lingüística: Explícale las palabras que no entienda, cuéntale cuentos antes de dormir.
Espacial: Cómprale juegos de construcción, dibuja con él.
Corporal-cinestésica: Corre y baila con él, hazle muecas, regálale besos y caricias.
Acústico-musical: Ponle música bonita, cántale nanas y después canciones.
Naturalista: Llévale al campo a ver las estrellas, hazle consciente de la Belleza que nos rodea.
Interpersonal: Enséñale a amar, a respetar y a compartir.
Intrapersonal: Anímale a expresar sus propios sentimientos y a tener confianza en sí mismo.
Lingüística: Explícale las palabras que no entienda, cuéntale cuentos antes de dormir.
Espacial: Cómprale juegos de construcción, dibuja con él.
Corporal-cinestésica: Corre y baila con él, hazle muecas, regálale besos y caricias.
Acústico-musical: Ponle música bonita, cántale nanas y después canciones.
Naturalista: Llévale al campo a ver las estrellas, hazle consciente de la Belleza que nos rodea.
Interpersonal: Enséñale a amar, a respetar y a compartir.
Intrapersonal: Anímale a expresar sus propios sentimientos y a tener confianza en sí mismo.
Y si hemos
hablado de qué hacer al tener un niño, la semana que viene consideraremos una
etapa anterior del proceso: os enumeraré los pequeños detalles que me suelen
atraer de una mujer clasificándolos de acuerdo con esta lista de ocho
competencias y trataremos de averiguar si la inteligencia es o no sexy.
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