lunes, 23 de febrero de 2015

El Vuelo de la Flecha (II)


Seguimos hablando de disparar nuestra flecha hacia la diana y de la disyuntiva entre mirar hacia delante o hacia detrás en el discurrir de nuestra Vida, tanto a nivel de los grandes proyectos como de las pequeñas rutinas. Como vimos en la primera parte de la entrada, hay gente que mira más hacia delante debido a la mediocridad de sus anteriores logros, o a su incapacidad para percibir la importancia de éstos y valorarlos en su justa medida; y por otro lado están los que se centran obsesivamente en su próximo objetivo, retrasando incluso su consecución de forma deliberada, porque tienen la convicción de que será un hito a nivel personal difícil de superar durante el resto de su Vida. Por una razón o por otra, en general preferimos regodearnos en esa sensación de anticipación de lo que está por venir, más que en la conclusión de los proyectos en sí.




La semana pasada vimos algunos ejemplos de obras inconclusas en el arte o la literatura y hoy, aunque no abandonemos del todo el terreno de la ficción, trataremos el tema desde el punto de vista de las relaciones personales. Las distintas etapas de nuestra relación con otra persona pueden considerarse también como dianas a las que apuntar, y es posible tanto acertar como errar el tiro, o incluso posponer conscientemente la llegada de la flecha y el cierre de la correspondiente etapa. Tenemos por ejemplo el caso de los archienemigos que han dedicado toda su vida a luchar el uno contra el otro y que sin embargo dudan al llegar el momento en que pueden acabar de una vez por todas con su rival. ¿Qué pasaría si Batman eliminase al Joker, o viceversa? ¿o si Sherlock Holmes derrotase al Profesor Moriarty, o al contrario? Al que sobreviviese todo le resultaría muy aburrido a partir de ese momento; tal vez se daría cuenta de que ha hecho desaparecer su razón de ser, de que ya no hay otros contrincantes que estén a su altura, de que ha perdido su principal motivación para seguir existiendo… Los villanos no tendrían reparo en expresar estas ideas en voz alta; a nuestros héroes les costaría reconocerlo, pero tal vez lo estarían pensando también… Quizás comprenderían que están destinados a seguir luchando hasta morir ambos; y por tanto decidirían perdonarse la vida, irse cada cual por su lado y dejarlo para otra ocasión… o por el contrario caer juntos catarata abajo, abrazados y forcejeando, hacia una muerte segura.




Dicen que del amor al odio hay un paso, así que los ejemplos anteriores podrían no ser tan distintos del que veremos a continuación, aunque parezca que están en polos opuestos del espectro… Supongo que habéis oído hablar de la tensión sexual no resuelta en una serie de televisión. Se trata de un recurso usado por los guionistas para mantener la atención de los espectadores durante varias temporadas y consiste en desarrollar una fuerte atracción entre la pareja protagonista (lo que se suele llamar “química”) que queda sugerida sin llegar a consumarse. A veces la falta de ideas o la intención de conducir la historia en la dirección más lógica llevan a aliviar esta tensión haciendo que los personajes comiencen una relación, recurso que puede insuflar nueva vida a la serie o por el contrario suponer para ella el principio del fin…

El caso más claro que recuerdo de una tensión resuelta que acabase con una serie es el de Luz de Luna, que yo veía todas las semanas, los lunes a las nueve si no recuerdo mal, antes de ser siquiera un adolescente. Me encantaba la frescura de los diálogos entre el sinvergüenza de David y la estirada de Maddie, y disfrutaba también con esa atracción latente entre ambos, a medio camino entre el amor y el odio. Recuerdo como un gran acontecimiento el episodio en el que por fin descargaron toda la tensión acumulada y se pegaron un buen revolcón (rompiendo de paso la mitad de los muebles del apartamento), y también recuerdo que a partir de ese momento la serie perdió gran parte de su gracia y fue decayendo poco a poco hasta su conclusión en la quinta temporada. Está claro que a esto contribuyeron también otros factores, como las continuas peleas entre Bruce Willis y Cybill Shepherd al otro lado de la cámara, pero no cabe duda de que el declive de la serie se aceleró el día que David y Maddie decidieron tirarse a la piscina… Ésta es una flecha que quizás no debería haber llegado nunca a la diana.




Y hablemos por fin de Penélope, uno de los personajes de la Odisea de Homero. Su esposo Ulises abandonó la isla de Ítaca y luchó durante diez años en la Guerra de Troya, pasando después varios años más sin que retornara y dándole casi todos por muerto. Mientras Ulises erraba de isla en isla, intentando volver y viviendo alguna que otra aventura amorosa por el camino, Penélope, siempre fiel a su marido, rechazó múltiples propuestas de matrimonio. Para dar largas a sus codiciosos pretendientes, les dijo que aceptaría la muerte de Ulises y se casaría de nuevo cuando terminase de tejer un sudario para el rey Laertes, pero cada noche deshacía a escondidas lo que había tejido durante el día, posponiendo de ese modo el momento de elegir… Al final, tras veinte años de separación, Ulises regresó a Ítaca disfrazado de mendigo y fue capaz de tensar su propio arco, cosa que ninguno de los pretendientes había conseguido, matándolos a todos con él y reuniéndose con Penélope.

Este relato ha servido para acuñar el llamado complejo o síndrome de Penélope, que en psicología es aquel en el que la espera se transforma en una constante existencial. Puede hacer referencia a las mujeres que esperan el regreso de su marido desaparecido en una catástrofe o en un conflicto bélico y dado por muerto, pero también a las mujeres que salieron una sola vez con un hombre que no las volvió a llamar, o que se liaron con un casado que juró que se separaría de su mujer, o que fueron abandonadas por un marido que no volvió nunca más pidiendo perdón… Estas mujeres se hacen ilusiones en vano, siguen esperando que ocurra lo imposible y acaban viviendo en un mundo de fantasía creado por ellas mismas; están enamoradas de un fantasma, y esta obsesión les impide olvidar y seguir adelante con su Vida. Son Penélopes que se dedican a tejer y destejer sueños e ilusiones día tras día, son flechas que vuelan y vuelan hacia una diana que no existe.




¿Y qué hay de La Belleza y el Tiempo como proyecto? ¿Llegará un momento en que la flecha alcance la diana y el blog sea una obra concluida, o por el contrario se mantendrá como un continuo “work in progress”? En la primera entrada os expliqué que el escribir estos textos tiene un doble objetivo: por un lado conocerme mejor a mí mismo y al Mundo que me rodea, y por otro contactar con personas que conecten intelectualmente y tengan una cierta química conmigo, personas entre las cuales podría estar también la mujer de mis sueños… En lo que respecta al primer objetivo, dudo mucho que mi investigación concluya algún día: el Universo contiene demasiadas maravillas como para conocerlas todas en una Vida. Como ya he comentado muchas veces, es imposible aprenderlo todo acerca de todo; siempre hay nuevas preguntas por responder, nuevas puertas por abrir, nuevos rincones del Mundo por descubrir

En cuanto a la búsqueda de la mujer perfecta para mí, francamente espero que este proyecto sí llegue a buen puerto algún día. Después de unos añitos sin pareja, la verdad es que noto ya una cierta tensión sexual no resuelta (si es que tal cosa puede darse en una historia con un solo personaje) y voy teniendo ganas de que esta flecha se clave por fin en la diana (perdonadme el doble sentido). Todavía me quedan unas cuantas entradas medio escritas acerca de mi búsqueda y del poco éxito obtenido hasta ahora, entradas que iré racionando y publicando poco a poco bajo la etiqueta de “Afecto”. Lógicamente, ya no podré utilizarlas si me echo novia, porque entonces estaría mintiendo… Pero comérmelas con patatas es un riesgo que tendré que correr; no os preocupéis, que no soy tan idiota como para no buscar pareja sólo por tener entradas sin publicar (Tal vez pase a limpio y cuelgue rápidamente un par de ellas cuando vea que el tan esperado momento se acerca de forma inminente, y así todos contentos). Me parece que la razón por la que avanzo tan despacio en este terreno se basa en que aspiro a metas muy elevadas, y por tanto apenas encuentro dianas hacia las que desee lanzar la flecha… Pero esa es otra historia y debe ser contada en otra ocasión.




Para ir terminando ya, creo que las conclusiones finales podrían ser éstas: tratemos de elegir bien las dianas hacia las que apuntamos el arco y soltamos la flecha. Que no se pueda decir que miramos más hacia la siguiente diana porque fallamos la anterior, o porque era ridículamente fácil de acertar; que sea porque la diana anterior era difícil y digna de elogio pero la siguiente es un reto aún mayor. No tratemos de retrasar el momento de hacer una diana por miedo a descubrir que no valía la pena y que deberíamos apuntar en otra dirección; retrasemos el momento por nuestra convicción de que la diana hecha será tan perfecta que nos resultará difícil superarnos en la siguiente. Reflexionemos bien para escoger la dirección correcta, apuntemos cada vez más y más alto y encadenemos diana tras diana, de manera que volar hacia la siguiente sea sólo posible gracias a haber acertado en las anteriores; de ese modo, cuando notemos cómo la flecha corta el aire en dirección hacia su próximo objetivo sabremos que es gracias a los logros previamente conseguidos, y estaremos mirando a la vez hacia delante y hacia atrás, que es la mejor manera de vivir el momento presente.

lunes, 16 de febrero de 2015

El Vuelo de la Flecha (I)


Este sábado, justo después del Desayuno en el IVAM, estuve comentando con uno de mis buenos amigos de la organización que los eventos de este tipo hay que tratar de disfrutarlos, en la medida de lo posible, en tres sentidos, a saber: el antes, el durante y el después. Estábamos de acuerdo en que muchas veces se le quita a la tercera fase la importancia que debería tener, y no se hace un balance suficientemente detallado de lo que ha salido bien o mal, ni se reflexiona sobre la experiencia vivida, ni se vuelven a recordar las mejores anécdotas una vez pasados dos o tres días… A partir de ese momento las mentes ya están puestas en la siguiente cita, en el siguiente gran evento, y lo pasado pasado está. El veinte de marzo de cada año, justo después de la Cremà, los falleros están pensando ya en las Fallas del próximo año; cada domingo miles de adolescentes de culo inquieto se han olvidado del blockbuster que vieron en las salas de cine ese fin de semana y están soñando con el gran estreno del viernes siguiente, mientras se ponen el correspondiente trailer en YouTube una y otra vez y comentan en las redes lo mucho que va a molar…




Esto enlaza directamente con un poema de Jesús, otro buen amigo mío que conocí hace años en otra de las asociaciones en las que he estado implicado, y que hoy en día tengo prácticamente abandonada, la Sociedad Tolkien Española. Por desgracia no he podido localizar el texto completo en ninguna parte, pero desde que se lo oí recitar en una velada literaria se me quedó grabada en la cabeza la imagen que nos presenta: según Jesús, somos como flechas que surcan continuamente el aire en pos de una diana, y que tras dar en ella se ponen de nuevo en movimiento hacia otras dianas, siempre en busca de nuevas metas y nuevos proyectos.

John Ronald Tolkien, prestigioso lingüista, profesor de la Universidad de Oxford y uno de los escritores de más éxito del siglo XX, es célebre por su afán de perfeccionismo y por revisar sus escritos una y otra vez para que hasta el más mínimo detalle cuadrara y fuese coherente con el resto de la obra; no en vano su novela más popular, El Señor de los Anillos, tardó quince años en publicarse desde el inicio de su escritura. Pero el ejemplo más acusado de esta búsqueda de la perfección está en el Silmarillion, conjunto de narraciones mitológicas y legendarias pertenecientes al mismo universo de ficción que relatan, en muy diversos formatos y estilos, la creación e historia de la Tierra Media y los hechos que precedieron a las aventuras de los hobbits Bilbo y Frodo; puede decirse que es el equivalente al Antiguo Testamento en la Biblia, mientras que El Señor de los Anillos podría considerarse el Nuevo Testamento. Los elfos que protagonizan estos relatos fueron creados por Tolkien en su juventud para dotar a sus lenguas inventadas de criaturas que pudiesen hablarlas, y siguió ampliando, revisando y retocando este corpus narrativo hasta el final de su vida, sin llegar a verlo publicado. Fue su hijo Christopher quien, a su muerte, se encargó de revisar todas las versiones existentes, seleccionar las que eran coherentes entre sí, editarlas para darles un cierto hilo conductor y publicarlas unos pocos años después.

Cuentan los biógrafos de Tolkien que en la última etapa de su vida su trabajo en la obra se fue haciendo más y más lento, y que se obsesionó hasta tal punto con algunas cuestiones metafísicas relativas a ciertas partes del relato que prácticamente se quedó atascado. Tal vez la magnitud del proyecto le sobrepasó, y se sentía demasiado viejo para acometer la fase final de seleccionar las versiones y dotar de cohesión al conjunto; o tal vez no quería finalizar la tarea y, sin darse cuenta, iba poniendo excusas y postergando el momento todo lo posible… Suele decirse que una obra de arte no se termina, simplemente se abandona. Algunos artistas o escritores consideran que una vez entregada al público la obra deja de ser suya, y experimentan una desagradable sensación de vacío al darla por acabada. En algunos casos, si se trata de un proyecto largamente acariciado, o muy personal, o destinado a ser la obra maestra de su carrera, es como si supieran que al acabarlo se terminará también su vida, les faltará un objetivo que perseguir, nuevas dianas hacia las que tensar el arco y soltar la flecha. Tal vez lo realmente importante no sea dar en la diana sino el zumbido del viento mientras la flecha se dirige hacia su centro, y por eso los artistas tratan de prolongar esa sensación y hacen que dure lo máximo posible.
 



Quizás uno de los genios con más proyectos inacabados del pasado siglo es Orson Welles, y el ejemplo más famoso el de su película sobre Don Quijote. Las primeras pruebas de cámara se rodaron en 1955 (justo el año en que Tolkien terminó de publicar, por fin, las tres partes de El Señor de los Anillos) y el rodaje abarcó (también) quince largos años a partir de 1957, periodo en el que hubo numerosos parones por quedarse varias veces sin financiación. A finales de los sesenta el actor principal, Francisco Regueira, que había enfermado gravemente, pidió a Welles que filmase con más rapidez el resto de sus escenas antes de que su salud se resintiera de forma irreversible. Incluso después de acabado el rodaje principal se siguieron haciendo, por si acaso, tomas sueltas de tradiciones españolas (procesiones, sanfermines…) por aquí y por allá, y Welles estuvo trabajando en el montaje hasta su muerte en 1985. El director consideraba la película como un proyecto personal al cual se dedicaba en sus ratos libres; su idea del tema principal y el enfoque del film cambiaron en varias ocasiones, ya que cada vez que viajaba a España se le ocurrían ideas nuevas. Con tal frecuencia le preguntaba la gente por la marcha del proyecto que incluso pensó en cambiar el título a “¿Cuándo vas a terminar Don Quijote?”. Al final de su vida Welles había escrito en total unas mil páginas de guión para la película, que por supuesto se quedó sin terminar. Posteriormente se han hecho un par de montajes distintos con el material disponible, uno de ellos a cargo de Jesús Franco.




Luego están los autores como Franz Kafka, tan perfeccionistas y tan descontentos con sus obras inacabadas que llegaron a pedir que todos los borradores fuesen destruidos tras su muerte (última voluntad que en este caso no llegó a cumplirse, con lo que sin duda salimos ganando muchos lectores). Remontándonos aún más atrás en la Historia, el poeta romano Virgilio estuvo trabajando en la Eneida los últimos diez años de su vida y, según se cuenta, pidió poco antes de su muerte al emperador Augusto que quemara el manuscrito, por no haber alcanzado aún el nivel de perfección por él buscado. Augusto tampoco le hizo caso, y también en aquella ocasión salimos ganando todos los que hemos podido leer la Eneida desde entonces… Por cierto: no olvido que tengo pendiente hablaros de la Odisea de Homero, y de Penélope, la esposa de Ulises; la próxima semana seguiremos tratando este tema desde otros ángulos y hablaremos, entre otras cosas, del Síndrome de Penélope, de tensiones sexuales no resueltas y de si llegará o no el día en que La Belleza y el Tiempo sea una obra terminada.

lunes, 9 de febrero de 2015

Tejiendo Redes


La semana pasada os enumeré algunos de los tipos de actividades culturales a las que suelo asistir, sobre temas de lo más diverso pero siempre relevantes, al menos en mi opinión. Ya sabéis que no me gusta perder el tiempo y que mi objetivo es aprender cuantas más cosas interesantes mejor, así que elijo los formatos que a mí más me funcionan… Por ejemplo, soy una persona muy visual, así que asimilo mejor los conceptos a través de imágenes, y esto hace que prefiera un buen documental, una buena película o una exposición de objetos o fotografías antes que un buen libro. También soy bastante empático, intento estar pendiente de las personas que hay a mi alrededor, lo que hace que, por una mera cuestión de respeto, esté más atento y asimile más cuando la comunicación es directa: en una conferencia, mesa redonda, visita guiada o simple charla informal con alguien que sabe de algo. Este gusto por el intercambio intelectual directo con la gente hace que esté al corriente de las actividades de asociaciones de índole sociocultural tan distintas como el Aula de Cine de la Universitat de València, la Sociedad para el Avance del Pensamiento Crítico o los colectivos nacidos o fortalecidos al calor del fenómeno 15-M.




Con el paso de los años me he dado cuenta de que, sea cual sea el ámbito social en el que esté, me gusta aprender de los mejores, así que siempre tiendo a hacer más amistad con los organizadores de las actividades, con los que más se mueven en cada campo, que son los que más saben del correspondiente tema. En cualquiera de estas conferencias o foros de debate veo a la mayoría de la gente del público que viene con sus amigos de todos los días, habla de sus cosas mientras se hace la hora, escucha la charla, no hace preguntas y después se va a seguir hablando de sus cosas con sus amigos de todos los días… Yo, sin embargo, suelo mantener una actitud mucho más permeable a la actividad: normalmente llego solo y me pongo a hablar con los del equipo organizador, cuando no directamente con el ponente de la charla o, en el caso de un concierto, con los músicos del grupo, porque es precisamente esa gente a quienes conozco o a quienes he venido a ver.

Esto hace que a menudo los asistentes me pregunten (antes, después o durante la actividad) acerca de cuestiones técnicas o logísticas pensando que yo también soy uno de los encargados, y como es de suponer hay veces que no tengo ni idea, por lo que les tengo que derivar hacia los verdaderos expertos. En muchos de estos ámbitos tengo la extraña sensación de estar en una tierra de nadie a medio camino entre los asistentes y los organizadores, sin quedarme del todo claro si soy el fan número uno de entre los primeros o el que menos colabora de entre los segundos… En otras palabras, no sé si soy el alumno más aventajado de la clase o el profesor más tonto del claustro; como ya dije una vez, aprendiz de todo y maestro de nada.




Pero no son sólo los asistentes los que me preguntan cosas; también los organizadores de varios de estos ámbitos me preguntan a veces cuándo me voy a implicar un poco más en sus proyectos, y me animan diciéndome que puedo aportar cosas muy interesantes con mi colaboración… Me viene a la cabeza por ejemplo la gente de Desayuno con Viandantes, a los que conocí hace dos años y pico (aunque a mí me parece como si hubiera pasado mucho más tiempo desde entonces). Me hice asiduo de los Desayunos, sin perderme ni uno solo, y poco a poco trabé amistad con los chicos y chicas que los convocan. Recuerdo que el año pasado dos de ellos me hicieron una oferta, medio en broma medio en serio, para formar parte del equipo organizador, invitación que yo, también medio en broma medio en serio, decliné rápida y amablemente, a pesar de considerarlo un verdadero honor: demasiada responsabilidad y muy poco tiempo disponible en mi agenda. La gente de Desayunos hará de nuevo de las suyas este próximo sábado, 14 de febrero, en el solar de detrás del IVAM, y ante las previsiones de asistencia al evento me han pedido que les eche una mano en tareas de apoyo logístico, sólo para ese día, a lo que yo he respondido que por supuesto allí estaré como un clavo para lo que haga falta… Pero de ahí a involucrarme de lleno y de forma continuada (incluso con la nueva periodicidad, más relajada, de sus convocatorias) va un trecho.

En cuanto a los amigos del Aula de Cine, ya se han dado cuenta de que no vale la pena seguir insistiendo en que presente más películas; tal y como tengo la agenda, sólo me da tiempo a preparar una al año, aunque eso sí, no se podrán quejar de que a ésa no le dedique tiempo y esfuerzo para que todo salga perfecto… De hecho, me documento tan bien que el material siempre me aprovecha para hacer, además, varias entregas en el blog. Los del grupo de Escépticos en el Pub también me han animado a preparar alguna charla para el Ben’s Inn, y Ernesto y los compañeros del 15-M me pidieron que les ayudase a coordinar los ciclos de proyecciones en la Plataforma per Russafa; pero yo, sintiéndolo mucho, siempre les digo a todos que no tengo tiempo para nada… La expresión que utilizo de forma recurrente es que voy “más liado que la pata de un romano”. En fin, que vaya donde vaya siempre estoy muy solicitado; a veces tengo la impresión de que soy el hombre más buscado al oeste del Mississippi (Ya sé, ya sé que a lo mejor exagero un poco, pero dejadme soñar).




Chicos y chicas, impulsores socioculturales que dais vidilla a esta ciudad, amigos míos todos: sirvan esta entrada y la de la semana anterior como disculpa, para que si algunos de vosotros las leéis podáis comprobar que realmente estoy en otras muchas movidas aparte de la vuestra, y que las razones que os doy para no implicarme más no son meras excusas. Me debo sobre todo a mi vocación de generalista del Conocimiento, que requiere la máxima Libertad de acción posible… O quizás habría que decir Libertad de pensamiento: ya he comentado muchas veces que soy más un hombre de ideas que de acción, y que mi afán por aprender, por absorber información relevante y darle vueltas en mi cabeza para sacar conclusiones, me deja poco margen para proyectos colectivos que requieran una implicación activa y continuada en el Tiempo. Me cuesta comprometerme a largo plazo precisamente porque soy muy responsable y sé que tendré que cumplir esos compromisos a pesar de todos los imprevistos extras que me vayan surgiendo después; y además sé de buena tinta que siempre es más fácil optimizar la eficiencia y minimizar los imprevistos en proyectos a nivel individual, así que me lo pienso muy mucho antes de decir que sí a nadie… Esto no quita para que continuamente esté ayudando a unos y a otros aquí y allá en proyectos puntuales, pero eso sí, a mi ritmo…

Esta poligamia social, este ir picando de flor en flor, me ayuda a mantener un punto de vista amplio y a la vez propio, una visión de conjunto auténtica y genuinamente mía, y a ir haciendo mis propias asociaciones de ideas… Por dispares que puedan parecer los temas que me interesan, yo los veo como partes de una misma cosa. Todo está relacionado, seguramente todo es coherente entre sí aunque haya muchos detalles de los que todavía no soy consciente. Buscar diferencias y semejanzas, encontrar paralelismos curiosos entre distintos campos, me ayuda a intentar desvelar ese patrón oculto que tanto me obsesiona.

El fruto de mi trabajo mental lo voy publicando semana tras semana en La Belleza y el Tiempo, cuya redacción me ocupa una parte muy importante de mis horas, tanto que podría decirse que es la tercera pata del taburete de mi Existencia, junto con mi trabajo y mi vida social. Un resumen incompleto y preliminar de mis conclusiones lo tenéis en el Mapa conceptual de la columna de la derecha, pero a medida que pasan los meses voy descubriendo pequeños matices nuevos y elementos adicionales que podrían añadírsele… Soy como ese investigador criminal que cuelga en la pared de su despacho todas las pistas, los mapas, las pruebas, los informes y las fotos de los sospechosos y después va estableciendo las conexiones, uniendo unas chinchetas con otras por medio de hilos de lana de distintos colores… Los hilos van apareciendo sólo poco a poco, pero lentamente las conexiones se van haciendo cada vez más claras y se va perfilando la solución al enigma…




Esta tarea de establecer nexos, de tejer redes, la llevo a cabo no sólo a nivel intrapersonal sino también interpersonal: en mi interior se va creando tejido mental, porque conecto ideas, pero a la vez de cara al exterior ayudo a crear tejido social, porque conecto personas… Dejadme que me explique. Todos estos encuentros cara a cara de los que os hablo, con unos y otros grupos, me ayudan a saber dónde tengo que seguir buscando información por mi cuenta sobre los temas que me interesan, pero también se produce muchas veces transmisión de información en el sentido contrario: muy a menudo le hablo a gente de un grupo determinado de lo que está haciendo otro grupo distinto, si creo que puede ser de su interés, o les envío enlaces a información en Internet, e incluso en ocasiones he puesto a algunos de ellos en contacto directo para favorecer colaboraciones entre grupos.

Y, a un nivel distinto, se podría decir que mis entradas de La Belleza y el Tiempo también sirven para conectar a la gente, ya que en ellas hago referencia de vez en cuando a estos colectivos; pero esta vocación de conector social queda patente sobre todo en las listas de Blogs y Enlaces seleccionados de la columna derecha, justo debajo del Mapa de ideas, listas variopintas que incluyen a muchas de estas personas y asociaciones de las que os he hablado para que cualquiera pueda visitarles en la Red. A veces me gusta pensar que mi humilde contribución, ya sea en persona o vía Internet, me convierte en el equivalente a un poste señalizador en un cruce de caminos, una especie de Hombre-Puente entre diversos ámbitos (aparentemente muy distintos pero todos interesantes) de la sociedad valenciana, lo que en jerga del 15-M se llama un Nexo; Nexo importante no tanto por la intensidad de los vínculos que en él convergen, sino por la cantidad de los mismos y la gran distancia entre los puntos que conecta… Y gracias al blog hago de Puente no sólo entre gente tan interesante y maravillosa como Héctor y compañía, Carolina, Ernesto, los Escépticos o los de Desayunos, sino también entre todos ellos y la gente que me lee (que a lo mejor no es mucha, pero sin duda tiene muy buen gusto). Tiene gracia, chicos: acabo de darme cuenta de que hay un claro paralelismo entre los elementos de mis redes mental y social, porque pensar en vosotros me hace pensar en todo lo que hay de bueno en el Cine, la Música, la Justicia, la Coherencia o la ciudad de Valencia, y en definitiva en las distintas formas de Belleza inherentes a estos conceptos irrenunciables de mi esquema mental.




Por tanto, gente maravillosa que animáis el cotarro en Valencia, permitidme que os pida una vez más disculpas por aparecer y desaparecer como el Guadiana, y por echar a veces una bomba de humo y desvanecerme, como si fuera un ninja o el mismísimo Batman, cuando hay que realizar esas tediosas tareas organizativas previas a las actividades de cara al público… Tened en cuenta que cuando no estoy ahí con vosotros no es porque esté en casa echado en el sofá, tocándome las narices, sino porque estoy colaborando (a medio gas, pero colaborando) en algún otro sitio donde también puedo ser útil, o quizás escribiendo entradas del blog como ésta y explicando lo buenos e imprescindibles que sois cada uno en lo vuestro. Pensad que soy como ese Llanero Solitario que cabalga hacia el sol poniente en busca de otro pueblo en apuros donde necesiten su ayuda (otra vez soñando despierto…); soy como ese outsider que anda siempre por aquí y por allá pero no pertenece a ningún sitio, y que al final de la película se aleja en busca de nuevas aventuras, de nuevos horizontes, para escribir nuevos nombres en su Mapa del Mundo. Pensad que cuando no estoy con vosotros es porque estoy tejiendo nuevos hilos en mi red, que es también la vuestra.

Esta metáfora del tejedor de redes, que me evoca entre otras la imagen del pescador sentado junto a su barca a la orilla del Mediterráneo, reparando sus aparejos, me lleva a su vez a pensar en Penélope, la esposa de Ulises, sentada junto a una ventana que mira al Mar y tejiendo un sudario para el rey Laertes durante veinte largos años… Esta asociación de ideas es el hilo que nos conduce a la entrada de la próxima semana, aparentemente independiente de estas dos últimas pero sin embargo relacionada… como todo aquello que escribo en La Belleza y el Tiempo.