Llegamos a la
cuarta y última entrega sobre el Método Científico. En la primera parte
describimos con detalle los pasos
del Método; en la segunda hablamos de cómo nos permite poner a prueba la
Coherencia de una posible explicación a un fenómeno dado, con ayuda de las Matemáticas;
y en la tercera vimos que a pesar de ser una herramienta muy poderosa, la
Ciencia tiene limitaciones incluso cuando se usa correctamente, y tratamos de
vislumbrar las fronteras
de su aplicación. Hoy hablaremos de las diferencias entre la Ciencia como debería ser y la Ciencia como
realmente es en muchos casos, y acabaremos haciendo un resumen de las razones
por las que es tan valiosa para todos nosotros.
Como hemos dicho, lamentablemente existen bastantes diferencias entre el
modelo ideal de Ciencia y lo que ocurre en la realidad. Hay muchos países,
entre ellos España, en los que la Ciencia no recibe la suficiente financiación por parte del Gobierno, y donde se destina más
dinero a las líneas de investigación más rentables y no a las más necesarias
para el bienestar de la Sociedad en su conjunto… Por otra parte, hay mal
llamados científicos que, influidos por intereses de tipo económico, hacen
trampas, ocultan datos y falsean los resultados de sus investigaciones
para obtener las conclusiones que más les convienen, o mejor dicho, que más convienen
a las empresas o partidos políticos que los han comprado. En otras ocasiones la
manipulación de los datos se produce para llegar a conclusiones que agraden a
los evaluadores de una determinada revista científica, que darán por tanto el
visto bueno al artículo, engrosando el currículum de los autores… Como su
productividad puede afectar a corto o largo plazo al sueldo de dichos autores o
al presupuesto concedido a su grupo de investigación para los siguientes
ejercicios, podemos decir que en este caso también hay intereses económicos detrás
del fraude, aunque sea de forma indirecta.
A veces el autor de la investigación hace trampa no por dinero, sino porque
los resultados obtenidos de manera legítima no concuerdan con la hipótesis
prevista inicialmente; por muy bonita, sencilla o elegante que fuera esta
hipótesis, hacer que sean los resultados experimentales los que se ajusten a
ella y no al revés va totalmente en contra del espíritu científico. Algunos no
se dan cuenta de que una hipótesis refutada por las observaciones también es un
resultado interesante, ya que nos dice qué es lo que no está ocurriendo,
y por tanto nos permite ir descartando opciones… El verdadero científico
intenta ser objetivo y buscar la Verdad con paciencia y caiga quien caiga,
renunciando a sus propias ideas preconcebidas si no están de acuerdo con lo
observado; algunos de los más grandes científicos de la Historia lo han hecho,
así que no hay nada de qué avergonzarse. Como se suele decir, rectificar es de
sabios.
La Ciencia nos permite ampliar nuestro Conocimiento generación tras
generación, gracias al trabajo en equipo de los investigadores, que muchas
veces alcanzan sus logros, como ya dijimos una vez, aupados a los hombros de los gigantes que los precedieron. Sin embargo, hoy en día hay muchos científicos de pacotilla que
reemplazan la cooperación por competencia, ocultando información importante a
sus colegas en las publicaciones para ser los únicos que puedan seguir
avanzando por esa vía. En otras ocasiones su ego les hace apuntarse los tantos
de sus subordinados, poniendo su nombre en primer lugar en los artículos cuando
en realidad no han hecho gran cosa (a veces incluso nada).
Pensar sólo en uno mismo no es propio
de un verdadero científico; éste reconoce y comprende los vínculos que lo unen a
sus colegas, al resto de la especie, al conjunto de seres vivos y al planeta
entero, y obra por el bien de todos ellos. Esta conclusión sería extensible a
todos aquellos que han adquirido la costumbre de aprender cosas nuevas cada
día, aunque no sean científicos profesionales: por lo general, el Conocimiento
te convierte en un ciudadano más responsable, concienciado y generoso, porque
cuanto más comprendes las cosas más capaz eres de amarlas.
También está el problema de la enorme cantidad de estudios científicos que
se realizan actualmente, que hacen difícil separar el grano de la paja… Tal y
como vimos hace tiempo, hay mucha gente que, aprovechando Internet y las redes
sociales, se dedica a compartir chorradas con los demás y a producir una gran
cantidad de ruido de fondo que nos impide a todos diferenciar lo relevante de
lo prescindible… Pues lo de pensárselo dos veces antes de hablar por el megáfono se aplica también, y con
razón de más, al campo de la Ciencia; como decíamos
antes, algunos investigadores sólo están preocupados por justificar su partida
presupuestaria del año siguiente, y que sus hallazgos sirvan para algo es lo de
menos para ellos. Un buen científico
debería preguntarse antes de empezar si su línea de investigación aportará o no
Conocimiento verdaderamente útil al resto de la Humanidad. Y en general
cualquier usuario de Ciencia y Tecnología, sea o no investigador, debería
intentar usar esta Tecnología para cosas útiles, no para tonterías,
aunque sea sólo por respeto a todos los científicos e ingenieros que han hecho
posibles estos avances en los últimos siglos, a veces tras toda una vida de
duro trabajo, esfuerzo y penalidades… Tratemos de honrar su memoria en la
medida de lo posible.
Sigamos
hablando del uso de la Ciencia en la vida diaria… A la hora de defender la aplicación de un
determinado descubrimiento, su impulsor debe evitar cualquier tipo de sesgo que
destaque sólo las ventajas ignorando u ocultando los posibles inconvenientes;
deben tenerse muy en cuenta las consecuencias a largo plazo en la salud de las
personas o en el medio ambiente. Lógicamente, debería rechazarse cualquier tipo
de investigación destinada a aplicaciones bélicas, aunque siempre ha ocurrido
precisamente lo contrario, desde el mismo momento en que un Homo Sapiens cogió
por primera vez un hueso para arrearle con él en la cabeza a otro Homo Sapiens… Paradójicamente,
la investigación militar y la carrera armamentística han dado a luz muchos
descubrimientos de Ciencia básica cuyas aplicaciones posteriores en tiempos de
paz han resultado ser de gran utilidad. La destrucción como impulsora de
Conocimiento no es algo propio solamente del S.XX, con sus grandes guerras;
basta con mirar los diseños de tanques acorazados del mismísimo Leonardo da Vinci.
La Ciencia es una herramienta que puede ser utilizada para el bien o para
el mal dependiendo de las manos en las que caiga. La gran capacidad del cerebro
humano para procesar información amplifica los efectos derivados de nuestras
ideas más nobles y también los de nuestros instintos más primitivos… Sin
embargo, el potencial de la Ciencia para el mal no debe utilizarse como excusa
para detener el progreso de la Humanidad; lo que hay que hacer es fomentar su buen uso,
exigir que todo paso hacia delante se dé teniendo en cuenta las implicaciones
sociales. Por tanto, un buen científico no sólo busca la Coherencia entre los
fenómenos observados y las distintas leyes que los describen; un buen
científico es también coherente en el plano de los principios éticos, tal y como
lo era Cyrano. Ciencia y Ética
deberían ser dos cosas inseparables: la búsqueda de la Verdad debe compaginarse
siempre con la búsqueda del bienestar de la gente.
Por tanto, búsqueda de la Verdad, de Conocimiento relevante, y búsqueda del
bienestar de las personas, mediante el trabajo en equipo… De eso trata la buena
Ciencia. Trabajo en equipo y trabajo duro, desde luego; ya hemos dicho que
hacer Ciencia no es algo fácil. A menudo hay reveses, imprevistos y accidentes
que hacen perder incluso años enteros a los investigadores e ingenieros, pero
hay que seguir adelante. De ahí viene la frase en latín “Ad Astra per Aspera”: muchas veces el triunfo supone
pasar penurias y dificultades, pero con esfuerzo podemos llegar a las
estrellas, si nos lo proponemos. Los frutos se cosechan a largo plazo, pero al
final se cosechan: desde los tiempos de Galileo, la
investigación científica nos ha permitido comprender el Mundo cada vez mejor y
el desarrollo tecnológico nos ha permitido cambiarlo. Juntas, Ciencia y
Tecnología se han ido alimentando mutuamente (es lo que solemos llamar I+D) y, a pesar de que algunas de sus aplicaciones a gran escala han
dado lugar a graves problemas, actualmente los pros superan a los contras y
nuestras vidas son mucho mejores, más largas, agradables y plenas que hace medio milenio.
Para la segunda mitad de esta entrega, bajemos a pie de calle y olvidémonos
por un rato de los grandes científicos para concentrarnos exclusivamente en
cómo la Ciencia nos afecta a ti, a mí y a cualquiera. Ya hemos dicho que
aplicar el Método correctamente supone constancia y trabajo duro; y por tanto
cultivar el espíritu científico a menor escala, en el día a día, también
requiere paciencia, esfuerzo y meticulosidad… Sin embargo, vivimos en una época
de prisas y de gratificación instantánea en la que las cualidades antes citadas
brillan por su ausencia, lo que explica que haya una gran cantidad de gente que
siente un cierto rechazo por todo aquello relacionado con la Ciencia: “¡Madre
mía, qué pereza, a mí no me hagas pensar mucho!” El pensamiento crítico está
fuertemente ligado a las competencias científicas, y el fracaso en la correcta
transmisión de estas competencias en el colegio hace que una parte importante
de la población, ya sea por prisa, por miedo, por duda o por presión social,
prefiera aceptar las opiniones de otros sin cuestionárselas antes que formarse
sus propias opiniones, lo que los convierte poco menos que en borregos.
Creer ciegamente lo que te dicen, aunque sea mentira, es más fácil y rápido que
pensar detenidamente en ello, y hay mucha gente que tira por ese camino… así
nos luce el pelo.
Yo siempre digo que el ejercicio mental es como el ejercicio físico: cuesta
y duele al principio, cuando aún no estás entrenado; pero cuanto más haces
menos te cuesta y más te apetece seguir con ello, hasta que llega un momento en
que te encanta y no puedes prescindir de él. Aprender cosas nuevas cada día no
sólo nos acerca a la Verdad, sino que aumenta la Belleza que percibimos en el
Mundo: como ya os dije cuando os hablé de la Luna,
o como el profesor Walter Lewin del MIT comenta cuando habla del arco iris,
el Conocimiento extra que nos aporta la Ciencia sobre las cosas les añade
también múltiples niveles adicionales de Belleza,
nos permite disfrutarlas en más de un sentido y desde distintos ángulos, con lo
que la experiencia estética es más completa… Pero esto sólo empieza a entenderse
después de un tiempo; aprender a aprender es un proceso lento y requiere
constancia.
Por eso es tan importante la labor de los profesores de Ciencias en
colegios e institutos. Su tarea debería consistir no sólo en dominar bien los
contenidos de la materia para poder explicarlos a los alumnos de forma
sencilla, sino también ir dejando caer aquí y allá detalles generales sobre el
Método Científico y cómo ponerlo en práctica en la vida diaria, y sobre todo contagiar
a los chavales su propio entusiasmo ante las maravillas, los misterios y en
definitiva la Belleza del Universo… Un profesor de Ciencias al que no le gusta
la Ciencia, o que no la entiende (viene a ser lo mismo), dará como resultado un
montón de jóvenes a los que tampoco les gusta, lo cual es un auténtico crimen.
Sólo un buen profesor puede dar a sus alumnos la motivación necesaria para que
aguanten esa primera fase de inercia mental, animándoles, cual si fuera un
preparador físico, a hacer flexiones y más flexiones aunque les cueste, hasta
que ya no sientan agujetas en el cerebro y empiecen a comprender que la Ciencia,
bien entendida y con un poco de entrenamiento, es muy divertida. Es sin duda una gran
responsabilidad; e igual que para los docentes, también lo es para los divulgadores científicos
que intentan realizar la misma labor fuera del colegio.
Una de las
ideas principales que los buenos docentes y los divulgadores tratan que hacer
entender es que la Ciencia es de todos, no es propiedad de unos pocos elegidos.
Tener espíritu científico es algo que
se demuestra con los hechos, y no con un diploma colgado en la pared: he visto
gente sin estudios razonar de manera admirable y sin fisuras, y a gente con dos
carreras universitarias ser víctima de las supersticiones más absurdas. Se
puede hacer un experimento en un laboratorio escolar, dentro de un tornado,
en un acelerador de partículas o en un cometa,
sí, pero también en plena calle o en el banco de la cocina.
A mayor o menor escala, y de forma directa o indirecta, la Ciencia puede
estar presente en nuestras vidas a todas horas del día. Conocer los fundamentos
del Método Científico te proporciona herramientas para la resolución de
problemas también fuera del ámbito científico… A mí mismo, sin ir más lejos, me
ha resultado de mucha utilidad: además de haber tenido unos padres que me han
educado muy bien, otra cosa que me ha ayudado a poner mis ideas en orden y a
avanzar en la dirección correcta ha sido sin duda mi formación científica. En
resumen, la Ciencia tal y como yo he intentado describirla aquí es más bien una
forma de pensar, incluso diría que un estilo de Vida.
Hagamos una última e importante puntualización sobre esta potente
herramienta de búsqueda de la Verdad. La capacidad de contrastar la fiabilidad
de los datos y de decidir por ti mismo si una determinada afirmación es o no
cierta evita que tengas que depender de los supuestos expertos (que podrían
estar mal informados, o directamente estar mintiendo) para tomar decisiones.
Esta capacidad de detectar los posibles engaños y de tener una opinión propia y
bien fundamentada sobre las cosas te facilita el tomar el control de tu propia
Vida, te proporciona una mayor independencia y Libertad y por tanto te hace más poderoso
frente a los problemas e imprevistos que van surgiendo. Y a un nivel más casero,
para que lo entendáis mejor, los conocimientos tecnológicos te permiten
arreglar tus propios electrodomésticos, o evitar que te timen en el taller de
reparaciones, o decidir si realmente necesitas comprar el último modelo de iPhone,
lo cual tampoco está nada mal… Tenemos por tanto un
par de términos más que añadir a la larga lista de palabras que definen la verdadera
Ciencia: Conocimiento, curiosidad, paciencia, meticulosidad, perseverancia, Verdad,
precisión, compromiso, esfuerzo, colaboración, humildad, Coherencia, síntesis,
simplicidad, Belleza, control, poder, Libertad…
Ciencia es dudar de todo y preguntártelo todo, no dar nada por sentado
y saber diferenciar los hechos de las opiniones, aprender
a pensar por ti mismo y sacar tus propias conclusiones acerca de lo que te
rodea… Hemos mejorado bastante desde los tiempos de Galileo,
pero después de cuatro siglos aún quedan muchos aprovechados que intentan hacer pasar por infalibles métodos que no
han sido convenientemente contrastados, intentando que parezcan científicos
para vendérselos a gente desprevenida que no puede distinguir la diferencia porque
no se la han explicado bien… Después de esta entrada,
se supone que vosotros ya sabéis lo que es Ciencia (al menos eso espero); ahora
falta otra entrada para explicar lo que no lo es. En otras palabras: sigue quedando
pendiente hablar de pseudociencias
y escepticismo… Pero esa nueva puerta la abriremos
otro día.
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