lunes, 26 de enero de 2015

Pequeñas Flores Magenta


Cada vez que vuelco en el disco duro de mi ordenador las fotos que acabo de hacer en mis paseos por la ciudad selecciono las que me parecen especialmente bonitas o las que transmiten un mensaje interesante y guardo duplicados en la carpeta de archivos de La Belleza y el Tiempo, clasificándolos en subcarpetas con los nombres de las etiquetas del blog. Hace poco me di cuenta de una cosa muy curiosa: ojeando las fotos que me reservo para entradas sobre Belleza, vi que casualmente la mayoría de motivos seleccionados tenían en común (además de ser especialmente hermosos y transmitir una sensación de paz y tranquilidad) una paleta cromática muy concreta, con abundancia de púrpuras, violetas, lavandas, lilas, malvas, fucsias, morados, rosas, magentas… No me pidáis que os explique la diferencia entre los distintos nombres de esta lista, porque no sabría hacerlo; la nomenclatura no es mi fuerte, aunque sí sé algo sobre la Ciencia de los colores. A lo mejor lo que me resulta atractivo de esos tonos es que la mayoría de ellos no pertenecen al espectro visible, y por tanto no aparecen en el arco iris; se generan al mezclarse los dos extremos del espectro, el rojo y el violeta, y son las proporciones entre estos dos, así como las anchuras de los intervalos de longitud de onda que contribuyen a la mezcla, las que determinan la tonalidad y el colorido resultantes.

Muchas de estas fotos, como podréis ver en la selección de diez que he preparado para la entrada de hoy, son de las flores que les salen a los árboles del cauce del río y de la Alameda, o de flores terrestres de la playa de la Malvarrosa… Por cierto: malva y rosa, ¡ni hecho adrede para la entrada! Me ha picado la curiosidad y he investigado un poco, descubriendo que este lugar debe su nombre a un jardinero del siglo XIX. En cuanto a las distintas especies de las flores, tampoco me preguntéis sobre ello; de Botánica y nombres de plantas sé aún menos que de nombres de colores… Lo que más me gusta de estas flores cuando me las encuentro en mis paseos es que, debido a su intenso colorido y por algún extraño mecanismo de nuestro sistema visual, parece que brillen más que su entorno, como si tuvieran luz propia, lo cual se nota sobre todo en los días nublados.

Dándole vueltas en mi cabeza a esta idea he llegado a la conclusión de que algunas de las personas que nos encontramos en nuestro camino son como esas flores: positivas y llenas de energía, por mal que vaya la cosa cogen siempre lo que hay de bueno a su alrededor y lo potencian al máximo, contagiando su alegría hasta el punto que parece que brillen con luz propia, iluminando también a los que les rodean. A veces dar con una de estas personas es casi tan difícil como encontrar el magenta en el arco iris, y si tenemos esa suerte deberíamos cuidar de esta amistad, mimarla y regarla como si fuera una planta muy delicada; sin duda necesitamos tener gente así en nuestra Vida, y siempre resulta agradable disfrutar de su compañía, del mismo modo que nos sienta bien y nos alegra el corazón contemplar, en medio de una tarde nublada y gris, el brillante colorido de esas pequeñas flores magenta.












lunes, 19 de enero de 2015

Un Método Infalible (IV)


Llegamos a la cuarta y última entrega sobre el Método Científico. En la primera parte describimos con detalle los pasos del Método; en la segunda hablamos de cómo nos permite poner a prueba la Coherencia de una posible explicación a un fenómeno dado, con ayuda de las Matemáticas; y en la tercera vimos que a pesar de ser una herramienta muy poderosa, la Ciencia tiene limitaciones incluso cuando se usa correctamente, y tratamos de vislumbrar las fronteras de su aplicación. Hoy hablaremos de las diferencias entre la Ciencia como debería ser y la Ciencia como realmente es en muchos casos, y acabaremos haciendo un resumen de las razones por las que es tan valiosa para todos nosotros.




Como hemos dicho, lamentablemente existen bastantes diferencias entre el modelo ideal de Ciencia y lo que ocurre en la realidad. Hay muchos países, entre ellos España, en los que la Ciencia no recibe la suficiente financiación por parte del Gobierno, y donde se destina más dinero a las líneas de investigación más rentables y no a las más necesarias para el bienestar de la Sociedad en su conjunto… Por otra parte, hay mal llamados científicos que, influidos por intereses de tipo económico, hacen trampas, ocultan datos y falsean los resultados de sus investigaciones para obtener las conclusiones que más les convienen, o mejor dicho, que más convienen a las empresas o partidos políticos que los han comprado. En otras ocasiones la manipulación de los datos se produce para llegar a conclusiones que agraden a los evaluadores de una determinada revista científica, que darán por tanto el visto bueno al artículo, engrosando el currículum de los autores… Como su productividad puede afectar a corto o largo plazo al sueldo de dichos autores o al presupuesto concedido a su grupo de investigación para los siguientes ejercicios, podemos decir que en este caso también hay intereses económicos detrás del fraude, aunque sea de forma indirecta.

A veces el autor de la investigación hace trampa no por dinero, sino porque los resultados obtenidos de manera legítima no concuerdan con la hipótesis prevista inicialmente; por muy bonita, sencilla o elegante que fuera esta hipótesis, hacer que sean los resultados experimentales los que se ajusten a ella y no al revés va totalmente en contra del espíritu científico. Algunos no se dan cuenta de que una hipótesis refutada por las observaciones también es un resultado interesante, ya que nos dice qué es lo que no está ocurriendo, y por tanto nos permite ir descartando opciones… El verdadero científico intenta ser objetivo y buscar la Verdad con paciencia y caiga quien caiga, renunciando a sus propias ideas preconcebidas si no están de acuerdo con lo observado; algunos de los más grandes científicos de la Historia lo han hecho, así que no hay nada de qué avergonzarse. Como se suele decir, rectificar es de sabios.




La Ciencia nos permite ampliar nuestro Conocimiento generación tras generación, gracias al trabajo en equipo de los investigadores, que muchas veces alcanzan sus logros, como ya dijimos una vez, aupados a los hombros de los gigantes que los precedieron. Sin embargo, hoy en día hay muchos científicos de pacotilla que reemplazan la cooperación por competencia, ocultando información importante a sus colegas en las publicaciones para ser los únicos que puedan seguir avanzando por esa vía. En otras ocasiones su ego les hace apuntarse los tantos de sus subordinados, poniendo su nombre en primer lugar en los artículos cuando en realidad no han hecho gran cosa (a veces incluso nada). Pensar sólo en uno mismo no es propio de un verdadero científico; éste reconoce y comprende los vínculos que lo unen a sus colegas, al resto de la especie, al conjunto de seres vivos y al planeta entero, y obra por el bien de todos ellos. Esta conclusión sería extensible a todos aquellos que han adquirido la costumbre de aprender cosas nuevas cada día, aunque no sean científicos profesionales: por lo general, el Conocimiento te convierte en un ciudadano más responsable, concienciado y generoso, porque cuanto más comprendes las cosas más capaz eres de amarlas.

También está el problema de la enorme cantidad de estudios científicos que se realizan actualmente, que hacen difícil separar el grano de la paja… Tal y como vimos hace tiempo, hay mucha gente que, aprovechando Internet y las redes sociales, se dedica a compartir chorradas con los demás y a producir una gran cantidad de ruido de fondo que nos impide a todos diferenciar lo relevante de lo prescindible… Pues lo de pensárselo dos veces antes de hablar por el megáfono se aplica también, y con razón de más, al campo de la Ciencia; como decíamos antes, algunos investigadores sólo están preocupados por justificar su partida presupuestaria del año siguiente, y que sus hallazgos sirvan para algo es lo de menos para ellos. Un buen científico debería preguntarse antes de empezar si su línea de investigación aportará o no Conocimiento verdaderamente útil al resto de la Humanidad. Y en general cualquier usuario de Ciencia y Tecnología, sea o no investigador, debería intentar usar esta Tecnología para cosas útiles, no para tonterías, aunque sea sólo por respeto a todos los científicos e ingenieros que han hecho posibles estos avances en los últimos siglos, a veces tras toda una vida de duro trabajo, esfuerzo y penalidades… Tratemos de honrar su memoria en la medida de lo posible.




Sigamos hablando del uso de la Ciencia en la vida diaria… A la hora de defender la aplicación de un determinado descubrimiento, su impulsor debe evitar cualquier tipo de sesgo que destaque sólo las ventajas ignorando u ocultando los posibles inconvenientes; deben tenerse muy en cuenta las consecuencias a largo plazo en la salud de las personas o en el medio ambiente. Lógicamente, debería rechazarse cualquier tipo de investigación destinada a aplicaciones bélicas, aunque siempre ha ocurrido precisamente lo contrario, desde el mismo momento en que un Homo Sapiens cogió por primera vez un hueso para arrearle con él en la cabeza a otro Homo Sapiens… Paradójicamente, la investigación militar y la carrera armamentística han dado a luz muchos descubrimientos de Ciencia básica cuyas aplicaciones posteriores en tiempos de paz han resultado ser de gran utilidad. La destrucción como impulsora de Conocimiento no es algo propio solamente del S.XX, con sus grandes guerras; basta con mirar los diseños de tanques acorazados del mismísimo Leonardo da Vinci.

La Ciencia es una herramienta que puede ser utilizada para el bien o para el mal dependiendo de las manos en las que caiga. La gran capacidad del cerebro humano para procesar información amplifica los efectos derivados de nuestras ideas más nobles y también los de nuestros instintos más primitivos… Sin embargo, el potencial de la Ciencia para el mal no debe utilizarse como excusa para detener el progreso de la Humanidad; lo que hay que hacer es fomentar su buen uso, exigir que todo paso hacia delante se dé teniendo en cuenta las implicaciones sociales. Por tanto, un buen científico no sólo busca la Coherencia entre los fenómenos observados y las distintas leyes que los describen; un buen científico es también coherente en el plano de los principios éticos, tal y como lo era Cyrano. Ciencia y Ética deberían ser dos cosas inseparables: la búsqueda de la Verdad debe compaginarse siempre con la búsqueda del bienestar de la gente.




Por tanto, búsqueda de la Verdad, de Conocimiento relevante, y búsqueda del bienestar de las personas, mediante el trabajo en equipo… De eso trata la buena Ciencia. Trabajo en equipo y trabajo duro, desde luego; ya hemos dicho que hacer Ciencia no es algo fácil. A menudo hay reveses, imprevistos y accidentes que hacen perder incluso años enteros a los investigadores e ingenieros, pero hay que seguir adelante. De ahí viene la frase en latín “Ad Astra per Aspera”: muchas veces el triunfo supone pasar penurias y dificultades, pero con esfuerzo podemos llegar a las estrellas, si nos lo proponemos. Los frutos se cosechan a largo plazo, pero al final se cosechan: desde los tiempos de Galileo, la investigación científica nos ha permitido comprender el Mundo cada vez mejor y el desarrollo tecnológico nos ha permitido cambiarlo. Juntas, Ciencia y Tecnología se han ido alimentando mutuamente (es lo que solemos llamar I+D) y, a pesar de que algunas de sus aplicaciones a gran escala han dado lugar a graves problemas, actualmente los pros superan a los contras y nuestras vidas son mucho mejores, más largas, agradables y plenas que hace medio milenio.

Para la segunda mitad de esta entrega, bajemos a pie de calle y olvidémonos por un rato de los grandes científicos para concentrarnos exclusivamente en cómo la Ciencia nos afecta a ti, a mí y a cualquiera. Ya hemos dicho que aplicar el Método correctamente supone constancia y trabajo duro; y por tanto cultivar el espíritu científico a menor escala, en el día a día, también requiere paciencia, esfuerzo y meticulosidad… Sin embargo, vivimos en una época de prisas y de gratificación instantánea en la que las cualidades antes citadas brillan por su ausencia, lo que explica que haya una gran cantidad de gente que siente un cierto rechazo por todo aquello relacionado con la Ciencia: “¡Madre mía, qué pereza, a mí no me hagas pensar mucho!” El pensamiento crítico está fuertemente ligado a las competencias científicas, y el fracaso en la correcta transmisión de estas competencias en el colegio hace que una parte importante de la población, ya sea por prisa, por miedo, por duda o por presión social, prefiera aceptar las opiniones de otros sin cuestionárselas antes que formarse sus propias opiniones, lo que los convierte poco menos que en borregos. Creer ciegamente lo que te dicen, aunque sea mentira, es más fácil y rápido que pensar detenidamente en ello, y hay mucha gente que tira por ese camino… así nos luce el pelo.




Yo siempre digo que el ejercicio mental es como el ejercicio físico: cuesta y duele al principio, cuando aún no estás entrenado; pero cuanto más haces menos te cuesta y más te apetece seguir con ello, hasta que llega un momento en que te encanta y no puedes prescindir de él. Aprender cosas nuevas cada día no sólo nos acerca a la Verdad, sino que aumenta la Belleza que percibimos en el Mundo: como ya os dije cuando os hablé de la Luna, o como el profesor Walter Lewin del MIT comenta cuando habla del arco iris, el Conocimiento extra que nos aporta la Ciencia sobre las cosas les añade también múltiples niveles adicionales de Belleza, nos permite disfrutarlas en más de un sentido y desde distintos ángulos, con lo que la experiencia estética es más completa… Pero esto sólo empieza a entenderse después de un tiempo; aprender a aprender es un proceso lento y requiere constancia.

Por eso es tan importante la labor de los profesores de Ciencias en colegios e institutos. Su tarea debería consistir no sólo en dominar bien los contenidos de la materia para poder explicarlos a los alumnos de forma sencilla, sino también ir dejando caer aquí y allá detalles generales sobre el Método Científico y cómo ponerlo en práctica en la vida diaria, y sobre todo contagiar a los chavales su propio entusiasmo ante las maravillas, los misterios y en definitiva la Belleza del Universo… Un profesor de Ciencias al que no le gusta la Ciencia, o que no la entiende (viene a ser lo mismo), dará como resultado un montón de jóvenes a los que tampoco les gusta, lo cual es un auténtico crimen. Sólo un buen profesor puede dar a sus alumnos la motivación necesaria para que aguanten esa primera fase de inercia mental, animándoles, cual si fuera un preparador físico, a hacer flexiones y más flexiones aunque les cueste, hasta que ya no sientan agujetas en el cerebro y empiecen a comprender que la Ciencia, bien entendida y con un poco de entrenamiento, es muy divertida. Es sin duda una gran responsabilidad; e igual que para los docentes, también lo es para los divulgadores científicos que intentan realizar la misma labor fuera del colegio.




Una de las ideas principales que los buenos docentes y los divulgadores tratan que hacer entender es que la Ciencia es de todos, no es propiedad de unos pocos elegidos. Tener espíritu científico es algo que se demuestra con los hechos, y no con un diploma colgado en la pared: he visto gente sin estudios razonar de manera admirable y sin fisuras, y a gente con dos carreras universitarias ser víctima de las supersticiones más absurdas. Se puede hacer un experimento en un laboratorio escolar, dentro de un tornado, en un acelerador de partículas o en un cometa, sí, pero también en plena calle o en el banco de la cocina.

A mayor o menor escala, y de forma directa o indirecta, la Ciencia puede estar presente en nuestras vidas a todas horas del día. Conocer los fundamentos del Método Científico te proporciona herramientas para la resolución de problemas también fuera del ámbito científico… A mí mismo, sin ir más lejos, me ha resultado de mucha utilidad: además de haber tenido unos padres que me han educado muy bien, otra cosa que me ha ayudado a poner mis ideas en orden y a avanzar en la dirección correcta ha sido sin duda mi formación científica. En resumen, la Ciencia tal y como yo he intentado describirla aquí es más bien una forma de pensar, incluso diría que un estilo de Vida.




Hagamos una última e importante puntualización sobre esta potente herramienta de búsqueda de la Verdad. La capacidad de contrastar la fiabilidad de los datos y de decidir por ti mismo si una determinada afirmación es o no cierta evita que tengas que depender de los supuestos expertos (que podrían estar mal informados, o directamente estar mintiendo) para tomar decisiones. Esta capacidad de detectar los posibles engaños y de tener una opinión propia y bien fundamentada sobre las cosas te facilita el tomar el control de tu propia Vida, te proporciona una mayor independencia y Libertad y por tanto te hace más poderoso frente a los problemas e imprevistos que van surgiendo. Y a un nivel más casero, para que lo entendáis mejor, los conocimientos tecnológicos te permiten arreglar tus propios electrodomésticos, o evitar que te timen en el taller de reparaciones, o decidir si realmente necesitas comprar el último modelo de iPhone, lo cual tampoco está nada mal… Tenemos por tanto un par de términos más que añadir a la larga lista de palabras que definen la verdadera Ciencia: Conocimiento, curiosidad, paciencia, meticulosidad, perseverancia, Verdad, precisión, compromiso, esfuerzo, colaboración, humildad, Coherencia, síntesis, simplicidad, Belleza, control, poder, Libertad…

Ciencia es dudar de todo y preguntártelo todo, no dar nada por sentado y saber diferenciar los hechos de las opiniones, aprender a pensar por ti mismo y sacar tus propias conclusiones acerca de lo que te rodea… Hemos mejorado bastante desde los tiempos de Galileo, pero después de cuatro siglos aún quedan muchos aprovechados que intentan hacer pasar por infalibles métodos que no han sido convenientemente contrastados, intentando que parezcan científicos para vendérselos a gente desprevenida que no puede distinguir la diferencia porque no se la han explicado bien… Después de esta entrada, se supone que vosotros ya sabéis lo que es Ciencia (al menos eso espero); ahora falta otra entrada para explicar lo que no lo es. En otras palabras: sigue quedando pendiente hablar de pseudociencias y escepticismo… Pero esa nueva puerta la abriremos otro día.



lunes, 12 de enero de 2015

Un Método Infalible (III)


Después de dos semanas hablando sobre el tema, planteémonos la pregunta del millón: ¿Es realmente infalible el Método Científico? Hoy os daré varias razones por las que no lo es, aunque como título para la entrada quede bonito e impactante. Empecemos viendo que esto es así incluso en el caso de un proceso natural fácil de entender y aplicando el Método correctamente. Los números que utilizamos para describir la Naturaleza y que sustituimos en las fórmulas para hacer las predicciones no son más que abstracciones que nos ayudan a simplificar la complejidad de lo observado para no volvernos locos con los pequeños detalles, pero toda simplificación conlleva un cierto grado de inexactitud, de error. Las medidas experimentales de las variables independientes tienen siempre una incertidumbre, de modo que el valor de la variable dependiente, aunque lo calculemos con nuestras ecuaciones teóricas, tendrá una incertidumbre también. Además, algunos de los factores que hemos considerado irrelevantes en el proceso lo son en primer grado pero no totalmente, con lo que no sólo nuestras medidas son una aproximación: también lo son nuestras ecuaciones. Las Matemáticas utilizadas pueden ser por tanto exactas en el mundo de las ideas, pero la Ciencia que se hace con ellas en el Mundo real nunca lo es.

En consecuencia, toda medida o predicción científica que se precie debe venir acompañada de su margen de error; por ejemplo, puedo decir que el largo de una hoja de papel es de 29.7 centímetros con un margen de error de 0.1 centímetros. Aunque el científico debe ser humilde y aceptar que ni él ni el Método son perfectos, debe a la vez tratar de tender a la perfección en la medida de lo posible y trabajar con la suficiente precisión. Cuanto más pequeño sea el posible error cometido en una medida en comparación con su valor más probable, más precisa será ésta. A ello nos ayuda el elegir los instrumentos de medida apropiados, el utilizar el procedimiento experimental más adecuado a cada caso, y otra serie de detalles como repetir cada medida varias veces para hacer promedios o utilizar gráficas para poder detectar y minimizar los errores tanto sistemáticos como aleatorios.

Vemos pues que es imposible alcanzar una certeza absoluta sobre las cosas y hacer predicciones exactas. El objetivo de la Ciencia es el de reducir al máximo la incertidumbre acerca de lo que nos depara el Futuro, pero siempre nos quedará algo de duda… Aunque pueda parecer que al dar los resultados con márgenes de error los científicos no están seguros de sus conclusiones, en realidad es todo lo contrario: con las incertidumbres los científicos especifican hasta qué punto están seguros de sus datos, y cuanto menores son éstas, más seguros están. El experto que hace sus predicciones con un cierto margen de error suele ser el que más a menudo da en la diana… ¿Alguien se acuerda de los zorros y los erizos?


Lo explicado hasta ahora se aplica a casos sencillos, así que imaginad la incertidumbre que podemos llegar a tener en sistemas mucho más cambiantes, complejos y caóticos, como la atmósfera terrestre. El tiempo que va a hacer mañana o dentro de una semana depende de multitud de factores, pero gracias a la potencia de cálculo de los ordenadores y su capacidad para manejar simultáneamente una gran cantidad de variables, la precisión de las predicciones meteorológicas ha ido aumentando de manera asombrosa en los últimos años. Para aquellos que se quejan de que la Ciencia no tiene nada que ver con la vida real, éste es un ejemplo clarísimo de Ciencia al más alto nivel de cuyas predicciones estamos pendientes casi todos, día tras día…

Otro campo cuyas aplicaciones a la vida real son menos evidentes, aunque os aseguro que las tiene, es el de la Física Cuántica, que trata de describir cómo se comporta la materia a nivel microscópico. En este caso los sistemas con los que tratamos tienen un número reducido de elementos, pero al ser éstos de muy pequeño tamaño su comportamiento es bastante contraintuitivo y difícil de entender para nosotros, que vivimos en un mundo de tamaño mucho mayor. Por ejemplo, a veces una partícula puede estar simultáneamente en dos sitios distintos, siendo necesario para describirla el indicar la probabilidad de que esté en cada punto del espacio; y en otras ocasiones al mejorar la precisión en la medida de la posición de una partícula empeora de manera automática la precisión en la medida de su velocidad, y viceversa… Por tanto, el mundo microscópico también está regido por la incertidumbre, una incertidumbre de la que no podemos librarnos por muy buenos que sean nuestros instrumentos de medida o el procedimiento experimental.




Y la incertidumbre que nos acecha no está relacionada sólo con el valor numérico de nuestras medidas y predicciones, no: ni siquiera estamos seguros de que nuestras leyes y ecuaciones sean válidas para siempre. El proceso iterativo de refinado de una hipótesis, del que hablamos hace dos semanas, no termina cuando la comunidad científica la da por buena, transformándola en ley. Siempre cabe la posibilidad de que más adelante se descubra un nuevo fenómeno de la Naturaleza o se diseñe un nuevo tipo de experimento que no pueda ser explicado satisfactoriamente por esta hipótesis, en cuyo caso habrá que modificarla de nuevo o cambiarla por otra totalmente distinta.

A veces la comunidad científica se ve dividida entre dos teorías distintas acerca del mismo campo de investigación: la primera de ellas da predicciones correctas acerca de los fenómenos A y B pero no de C, mientras que la segunda teoría explica B y C razonablemente bien pero no es capaz de describir qué pasa en A… La triunfadora será la que pueda corregirse de alguna forma para explicar coherentemente los tres tipos de fenómenos, y cualesquiera otros que vayan apareciendo. De este modo se tienen en cuenta detalles cada vez más sutiles y se obtienen aproximaciones cada vez mejores a la Verdad con mayúsculas. La Ciencia no es algo cerrado, acabado e inamovible; es un work in progress, algo cambiante, provisional, en continua evolución. Un paradigma científico no es más que una tregua entre dos revoluciones, entre dos grandes cambios; tarde o temprano llegará otro paradigma que será mejor.




Para acabar de pinchar nuestra burbuja (nosotros, que estábamos tan contentos con este Método supuestamente infalible…) resulta que las dudas sobre la precisión de la Ciencia se producen no sólo a nivel de datos o de leyes, sino también de campos enteros del Conocimiento, como ya mencionamos la semana pasada… Llegados a este punto hay que explicar la sutil diferencia entre Ciencia y Conocimiento: yo diría que el Conocimiento científico es aquella parte del Conocimiento cuya veracidad es más fácil de comprobar y cuantificar, pudiéndose así refinar mejor las teorías y por tanto progresar más rápido. En esta categoría entran sin duda las Ciencias Naturales y de la Salud (Física, Química, Geología, Biología, Medicina…), con sistemas que, aun siendo complejos en algunos casos, son también relativamente predecibles.

La cuestión es que la Ciencia, a pesar de ser una herramienta muy potente para explicar cómo funcionan las estrellas, las moléculas, las células, las plantas o los circuitos, empieza a fallar cuando tratamos de comprender el comportamiento de un sistema tan caótico como el cerebro de una persona. Es fácil comprender cómo trabaja una sola neurona, pero el Homo Sapiens tiene en la cabeza unos cien mil millones, con mil billones de conexiones entre ellas y un número aún mayor de posibles patrones neuronales cuando se activan en mayor o menor grado… Tratar de predecir el comportamiento humano es mucho más difícil que averiguar si lloverá o no mañana: es más o menos por aquí donde hay que situar la muy difusa frontera de aplicación del Método Científico.




Y si el comportamiento de una sola persona, estudiado por la Psicología, es difícil de predecir, imaginaos el de muchas personas, cada cual de su padre y de su madre, interactuando… En lo que respecta a la Sociología, la Economía o la Política la complejidad es enorme, el número de factores que determinan el resultado tiende a infinito y hacer predicciones es mucho más difícil. En las Ciencias Humanas y Sociales los fenómenos no pueden reproducirse de manera controlada y artificial (que es en lo que consiste un experimento), y a veces son por naturaleza irrepetibles, lo que nos obliga a utilizar una versión descafeinada del Método Científico que nos permite generar Conocimiento basándonos en la capacidad crítica de la Razón y encontrando para cada fenómeno una explicación que sea plenamente coherente con los datos conocidos.

Por último tenemos la Filosofía (tal y como se entiende ahora, y no en la antigua Grecia), que es la que intenta responder las preguntas más difíciles; en este caso podemos usar la Lógica y la Razón pero no hay evidencia experimental con la que contrastar. La dificultad de abordar la Filosofía de forma metódica y sistemática radica sobre todo en el gran nivel de abstracción de los conceptos implicados; es una disciplina que reside en el mundo de las ideas, y por tanto se hace imposible la comparación con el Mundo físico en la que se basa la Ciencia actual. En resumen, podemos decir que a la hora de generar Conocimiento es muy importante tener en cuenta el método de investigación empleado: trabajar en Física sin usar procedimientos estrictamente científicos es igual de incorrecto que abordar la Filosofía como si fuera una ciencia exacta… Y en las disciplinas a medio camino, como la Psicología, habrá que tener cuidado y utilizar los métodos más adecuados en cada investigación en particular.




Todo esto me trae a la memoria aquella famosa cita de Donald Rumsfeld, secretario de defensa de George W. Bush, en una rueda de prensa en 2002, hablando de la posible relación entre Sadam Hussein y el ataque a las Torres Gemelas: “Hay cosas que sabemos que sabemos. También hay cosas desconocidas conocidas, es decir, que sabemos que hay algunas cosas que no sabemos. Pero también hay cosas desconocidas que desconocemos, las que no sabemos que no sabemos.” Desarrollemos un poco más esta idea. Creo que alguna vez he usado en el blog ese refrán que dice que cuanto más grande es la isla del Conocimiento, más larga es la costa de la ignorancia. Cada nuevo descubrimiento realizado por la Ciencia, cada respuesta obtenida a una pregunta, hace que surjan varias preguntas nuevas por responder, nuevas incógnitas; cuanto más sabemos, más conscientes somos de lo mucho que ignoramos.

Es como recorrer las salas de una mansión enorme, laberíntica y misteriosa y descubrir que cada puerta abierta te lleva a una nueva habitación con varias puertas sin abrir… Sabemos que no sabemos cuando hemos visto la nueva puerta pero aún no hemos encontrado la llave para abrirla; es decir, cuando hemos conseguido articular una nueva pregunta acerca del Universo pero aún no conocemos la respuesta. Mientras algunos le echan valor y van avanzando poco a poco y con paciencia, descubriendo nuevas salas y trazando un mapa, hay quienes se han quedado a vivir en la primera habitación y no se plantean más preguntas porque se creen que lo saben todo; se mienten a sí mismos y aseguran que eso es todo lo que hay, como si no viesen las puertas cerradas delante de sus narices. Esta combinación de vagancia intelectual y soberbia, esta mezcla de ignorancia y falta de humildad, es la causante de muchos de los problemas e injusticias del mundo. En varias ocasiones hemos hablado aquí de la gente corta de miras que simplifica las cosas en exceso y que toma sus decisiones y rige su vida en función de un número muy reducido e insuficiente de factores, como pueden ser el dinero, la juventud o el atractivo físico… Y ya sabéis lo mal que me cae esta gente, así que no me voy a extender más sobre ello aquí.

Hay un tercer grupo de personas (más reducido que el segundo, eso sí) que, al sentir el vértigo de la inmensidad del Universo y sus misterios, se ponen nerviosas y se obsesionan por avanzar más rápido, abriendo puertas y más puertas como si les fuera la Vida en ello, intentando llegar a la última habitación (cuando en realidad ni siquiera saben si las puertas acabarán alguna vez) y desesperándose si alguna cerradura se les resiste… Tampoco es muy recomendable esta angustia por aprenderlo Todo acerca de Todo inmediatamente; cuanto más te tiemblen las manos, más difícil te resultará conseguir que la siguiente cerradura se abra, y al final te quedarás atrapado presa del pánico y sin poder avanzar, como los ignorantes de la primera habitación… En el término medio está la virtud: se trata de seguir abriendo puertas disfrutando del proceso, contemplando la decoración de las habitaciones y sin agobiarse demasiado con las nuevas preguntas que van surgiendo. No hay que tener miedo a no saber; al fin y al cabo, si consiguiéramos resolver todos los misterios del Universo, ¿qué haríamos después? La Vida se convertiría en algo francamente aburrido… El Conocimiento debe ser nuestra meta pero no nuestra obsesión.




Podemos decir, como resumen de la entrega de hoy, que la clave para no pegarnos sorpresas desagradables cuando nuestras predicciones no se cumplan está en llegar al punto justo de equilibrio entre Conocimiento e ignorancia, aplicando el Método Científico sólo cuando sea posible y siendo bien conscientes de que sus resultados no son milagrosos y también tienen sus limitaciones. Debemos reconocer y aceptar la complejidad del Universo que nos rodea sin dejarnos avasallar por ella, y combinar a la vez la humildad ante el Cosmos con el orgullo por los logros obtenidos con ayuda de la Ciencia… Vaya, esto de la humildad y el orgullo me ha hecho acordarme de Warren Sánchez.

En contra de lo que os comenté inicialmente, al final esta entrada tendrá un total de cuatro entregas; no sé para qué abro la boca… A la habilidad de un grupo de investigación para dividir el resultado de un solo trabajo en varios artículos científicos, todos con información interesante, se le conoce familiarmente con el nombre de charcutar, así que si lo hace la gente de Ciencia ¿por qué no lo iba a hacer yo aquí? Os podría jurar que la próxima entrega será la última, pero no quiero pillarme los dedos, así que incluiré un cierto margen de error: la probabilidad de que acabemos esta entrada en una semana es del 99%. Y después pasaremos a otra cosa, que no sólo de Ciencia vive el hombre.