lunes, 28 de diciembre de 2015

Once Generaciones (IV)


Toca hoy contaros cosas acerca de las dos ramas de mi familia que vienen de lejos de Valencia… Comencemos por la de mi abuelo paterno, que procede de Cuenca, y más concretamente de Campillo de Altobuey, un pueblo muy cerca de Motilla del Palancar. En Campillo los datos del Registro Civil sólo llegan hasta 1885, de modo que los funcionarios, además de enviarme las partidas de nacimiento de las que disponían, me pasaron la dirección del párroco del pueblo, que tal vez podría encontrar en sus archivos información más antigua. Después de escribirle, el párroco en cuestión me devolvió mi sobre con el franqueo explicándome en dos frases bastante secas que él no estaba allí para hacer ese tipo de cosas… Bueno, por lo menos me respondió.

Otra fuente muy interesante de información que había en casa de mis abuelos paternos era un archivador que contenía varios testamentos y, lo que me pareció más curioso, un montón de contratos de compra de terrenos firmados por mi tatarabuelo Cristino, campesino y panadero, en los que se describía al detalle la cantidad de metros cuadrados de cada uno y con qué otros terrenos, caminos o acequias lindaba por cada lado. Parece que Cristino prosperó bastante, porque la extensión de sus tierras aumentaba sin parar… Estos documentos manuscritos de la segunda mitad del S.XIX, ya sean contratos, testamentos o partidas de nacimiento, requieren muchas veces una labor de descifrado previa al análisis de su contenido propiamente dicho: el texto es muy difícil de comprender, tanto en lo referente a la letra como a las abreviaturas, y en ocasiones es casi necesario hacer un curso de Paleografía para entender lo que dice.




El miembro de esta rama de la familia que me pareció más interesante fue Isidoro, el padre de mi abuelo paterno. Era relojero, razón por la que en el pueblo le apodaban Cuquillo, pero también comerciante, músico (sabía tocar el piano y el violín de oído) e incluso inventor en sus ratos libres. Tenía en Campillo tierras (tal vez heredadas de su suegro Cristino) y dos mulas, que vendió al venirse a Valencia con su familia a principios del S.XX, supongo que en busca de oportunidades a nivel económico. Se instalaron por la zona del Camino Real de Madrid, no muy lejos de Massanassa… Así que fue gracias al espíritu inquieto y emprendedor de Isidoro que mis abuelos llegaron a conocerse, haciendo posible que yo esté aquí ahora mismo escribiendo esto. Uno de los recuerdos más bonitos que guardo de mis visitas a la casa de mi abuela siendo pequeño es el de trastear en los pequeños cajones, repletos de tornillos diminutos, ruedas dentadas y otros mil exóticos engranajes, de un mueble muy antiguo que seguramente en su día había estado en el taller de mi bisabuelo Isidoro, allá en Cuenca.




Mi familia por parte de abuela materna procede de Canarias, principalmente del Puerto de la Cruz, en la costa norte de Tenerife. Antes de entrar en detalles sobre sus miembros quiero hablaros de una fuente de información que, junto con mi propia abuela y otros familiares actualmente en Tenerife, me resultó muy útil. Se trata de Jable, una Hemeroteca Digital de Canarias en la que hay disponibles un montón de publicaciones periódicas antiguas escaneadas y en formato PDF, lo que permite hacer búsquedas automáticas muy rápidas de por ejemplo un nombre determinado en toda la base de datos o en un subconjunto de la misma. El hecho de que el texto esté digitalizado también te permite copiar y pegar párrafos con facilidad. Es verdad que los originales escaneados pueden usar fuentes de letras extrañas o estar deteriorados por el Tiempo, y muchas veces el programa de reconocimiento de caracteres se equivoca, con lo que conviene hacer varias búsquedas por cada nombre, probando distintas partes del mismo o los errores de reconocimiento más comunes, pero a pesar de esto Jable me resultó una herramienta de gran utilidad.

Haciendo búsquedas automáticas de los nombres de mis ancestros conocidos encontré decenas de artículos de periódico (ya fuesen notas breves o textos más largos y elaborados) relacionados con la familia, que por lo que descubrí gozaba de cierto estatus en la sociedad canaria. Las gacetas locales seguían con atención la vida de mis antepasados y lo relataban en sus páginas cada vez que cogían un barco para hacer un viaje a Cuba o a Puerto Rico, se ponían enfermos, se recuperaban, participaban en un acto político o la inauguración de un monumento, recibían una herencia, componían un poema, desempeñaban un nuevo cargo público o privado, sufrían un incendio, pedían un permiso de obras para un nuevo muelle o un pozo…

Los padres de mi abuela materna se llamaban Lorenzo y Micaela. Nos centraremos primero en la familia de Micaela Martín Luiz, y en particular en su abuelo Wenceslao Luiz Delgado. Hace dos semanas ya os hablé de su foto, la única que tengo de esta generación, y del halo de misterio que la envuelve… De hecho, siguiendo hacia atrás por esta rama poco más conocemos aparte de un par de nombres sin datos adicionales, aunque sí sabemos que Salvador, padre de Wenceslao y por tanto bisabuelo de mi bisabuela, nacido en El Sauzal en 1778, tenía un negocio de destilación de licores… Llegados a este punto las fechas y el número de generaciones ya empiezan a dar un poco de vértigo, ¿verdad?




Buscando en Jable encontré varios artículos que hablaban de mi trastatarabuelo Wenceslao, y entre ellos alguna referencia a que fue alcalde del Puerto de la Cruz; pero el que más me gustó con diferencia, y el que lo convirtió de pronto a mis ojos en alguien mucho más cercano y accesible, es esta carta al director del periódico La Federación, publicada el 24 de agosto de 1870, en la que hace una consulta acerca del servicio público de carruajes de caballos de la isla, que os transcribo aquí en su integridad:

“Puerto de la Cruz, 20 de agosto de 1870
Sr. Director de La Federación
Muy estimado Sr. mío: en el número 102 de su periódico correspondiente al 18 del corriente he visto un suelto en que la compañía de Ómnibus de Tenerife ofrece, variando el servicio, ponernos carruajes hasta este Puerto. Creo que será más cómodo que antes, y bastante barato, pues esto no admite duda; mas la empresa no puede arreglar las dificultades que se nos presentan llegando de aquí a las siete de la noche para, usando ahí las horas de oficina, estar de vuelta el mismo día siguiente a la tarde, por cuya razón siempre tendrán que emplearse los coches particulares. Además, observo en el anuncio que no se dice nada sobre equipaje, es decir, maletita o saco de noche que siempre acompaña al pasajero, ¿será o no valor entendido que se admite? Una aclaración.
Suyo afectísimo servidor y amigo, que besa su mano,
Wenceslao L. Delgado.”

Me resulta fascinante leer este texto de hace casi siglo y medio… No habla sobre Wenceslao sino que está escrito directamente por él; es como si tu antepasado te estuviera hablando a ti cuando lo lees. Y además trata un tema tan trivial, tan del día a día… A pesar de los años transcurridos, no es muy distinto de una queja sobre la EMT que un jubilado de hoy podría mandar a la sección de Cartas del Levante o de Las Provincias… Tan lejos y a la vez tan cerca. Por cierto, dejadme añadir, para concluir esta historia, que el director de la compañía de Ómnibus publicó seis días después otro anuncio en el mismo periódico accediendo a la petición de Wenceslao y alterando los horarios para hacer el sistema más eficiente.




Hablemos ahora de la familia de Lorenzo Rodríguez Figueroa, padre de mi abuela materna. Hasta yo mismo, que además soy buen fisonomista, tengo que reconocer que guardo un parecido bastante razonable con Lorenzo, a la vista de las fotos que he conseguido de él. Su padre Luis Rodríguez Padrón, tatarabuelo mío, nació en La Orotava, una localidad cercana al Puerto de la Cruz, un poco más hacia el interior. Próspero comerciante y hacendado, dueño de numerosas propiedades, Luis fue miembro de varias logias masónicas de la zona (lo cual le granjeó algunas enemistades) y militó activamente en el republicanismo (ídem de ídem), siendo regidor en varias ocasiones del Ayuntamiento del Puerto de la Cruz. Siendo ya mayor perdió un ojo con un aro de una barrica que estaba abriendo, que le saltó de golpe. No pude encontrar ninguna imagen de Luis, ni antes ni después del accidente, pero sí conseguí una estupenda foto familiar, seguramente tomada tras su muerte, en la que su mujer Emilia posa solemne y orgullosa como la matriarca del clan, rodeada de sus hijos, hijas y nietos (llegaron a ser un total de ocho hermanos).

Recordaréis que en la entrega anterior os hablé de la condecoración recibida por mi bisabuelo Ricardo en la Pobla Llarga… pues no es la única que ha habido en la familia. Aquí os copio una noticia breve que descubrí en La Opinión de Tenerife, en la edición del 7 de diciembre de 1909, en la que se habla de Emilio, hermano pequeño de mi bisabuelo Lorenzo: “La Real Sociedad Humanitaria de Londres ha concedido diplomas de honor a los Sres. D. Felipe Machado Pérez y D. Emilio Rodríguez Figueroa por los esforzados auxilios que prestaron, salvándolo de perecer ahogado en el Puerto de la Cruz, al jefe de la casa Yeoward Brothers, D. Francisco Artus. Dichos diplomas han sido ya recibidos en el Puerto de la Cruz, siendo suscritos por el Príncipe de Gales. Nuestra enhorabuena.”




Otro hermano de mi bisabuelo, Luis, el primogénito varón, llegaría a convertirse en un célebre escritor, abogado y político republicano, bastante conocido hoy en día en Canarias. Luis no le fue a la zaga a su padre de igual nombre y tuvo un total de diez hijos e hijas (primos de mi abuela), a los que puso nombres inspirados en la antigüedad griega y romana: Ligia, Manlio, Layo, Elio, Arnaldo, Orlando… Varios de los miembros de esta familia eran también republicanos y masones, y alguna vez llegaron a las manos con el mismísimo Francisco Franco, con el que se cruzaban por la calle… Esto fue después de las elecciones de febrero de 1936, cuando el presidente Azaña destinó al general a Canarias por temor a que conspirase contra el gobierno legítimamente constituido. Se contaba que Guetón, uno de los hermanos, le tiró en una ocasión una de sus tarjetas de visita a la cara a Franco y le dijo que si tenía lo que hay que tener se veían al alba para un duelo a muerte… Meses más tarde, con el alzamiento nacional (que de glorioso no tuvo nada), Guetón y su padre Luis fueron apresados y asesinados por los falangistas, en circunstancias que aún no han sido del todo aclaradas.

¿Cómo acabó mi abuela en Valencia? Mi bisabuelo Lorenzo falleció muy joven, cuando ella no tenía ni un año, por complicaciones durante una operación de trepanación, y su viuda Micaela se volvió a casar con un militar que fue destinado a la Península. Mi abuela pasó por Bilbao y después por Madrid, y su vida acabó estabilizándose en Valencia al terminar la Guerra Civil, durante la cual conoció a (y se casó con) mi abuelo. Hostilio, otro primo de mi abuela por la rama de su tío Luis, fue fiscal del ejército republicano y compartió piso con ella y con Micaela en Valencia durante la contienda. Mi abuela me contó un montón de historias increíbles sobre sus propias experiencias, las de sus hermanos y las de Hostilio durante la Guerra, y sobre cómo no tuvieron más remedio que adaptarse al caos y al horror que les rodeaba por todas partes… pero todo eso mejor lo dejamos para otra entrada, más adelante, porque aquí ya hay bastante tela que cortar.




Baste decir por ahora que al final de la Guerra Hostilio y dos de sus hermanos acabaron exiliándose a Francia y después a Colombia. Al acabar la dictadura de Franco volvió de visita a España algunas veces y yo pude conocerlo personalmente (y hacerle preguntas sobre el árbol genealógico), y he de deciros que era un hombre excepcional, sin duda hecho de otra pasta… Y no sólo por la historia de su vida y las fascinantes anécdotas que contaba, sino por su longevidad y su envidiable estado de salud: con casi noventa años todavía se tiraba de cabeza a nadar entre las olas cuando venía a visitarnos al apartamento de la playa del Perelló (estoy hablando de olas de bandera amarilla, nada de olitas de chicha y nabo). Vivió hasta los noventa y ocho, y en la época en que falleció tenía una novia treinta años más joven que él (supongo que las mujeres de su edad no podían aguantar su ritmo). Hasta el último momento estuvo bien de salud, viajando aquí y allá, y de pronto un buen día se murió mientras dormía, tranquilamente y dando el mínimo de faena.

Aunque Hostilio es el ejemplo más claro, hay otros miembros de esta rama familiar que han sobrepasado holgadamente los noventa con buena salud: sin ir más lejos, mi abuela y también uno de sus hermanos… Es lo que en la familia se conoce como genes de los Rodríguez (en realidad el apellido es compuesto: Rodríguez de la Sierra). Ya os dije en la primera entrega que una de las razones por las que me interesaba la Genealogía era para intentar descubrir patrones de herencia genética a lo largo de varias generaciones, y aquí sin duda tenemos un patrón muy interesante… Antes os comentaba que en los rasgos de la cara me parezco bastante a mi bisabuelo Lorenzo (aunque precisamente él no gozó de una vida demasiado larga), y comparto otras características con Hostilio, mi abuela o su hermano: tengo la misma nariz aguileña que ellos y soy también de complexión delgada, a pesar de que como bastante bien.




¿Quiere esto decir que he heredado la buena genética de mis antepasados? Es por ejemplo una buena señal el hecho de que, dejando de lado ligeras alergias y constipados ocasionales, no recuerdo la última vez que me puse realmente enfermo; de hecho, estoy seguro de que en los siete años que llevo en mi último trabajo no he faltado ni un solo día (y sin embargo aún no me han subido el sueldo). Espero que en este mismo paquete vengan incluidas, junto con la nariz y la esbelta figura, también las otras ventajas de los genes Rodríguez de la Sierra y que, teniendo en cuenta que intento llevar una vida sana, pueda llegar a los noventa con una salud de hierro… ¡Me quedan tantas cosas interesantes por aprender y por vivir…! Nos vemos en la próxima y última entrega, en la que al fin descubriremos por qué el título de la entrada es Once Generaciones.



lunes, 21 de diciembre de 2015

Once Generaciones (III)


Bienvenidos a una nueva entrega de este cursillo acelerado de introducción a la investigación genealógica… Hoy os detallaré algunas de mis pesquisas por la ciudad de Valencia y alrededores, y os contaré alguna historia de mis antepasados de por aquí. Hace dos semanas dejé pendiente el hablaros de otra forma de conseguir información acerca de las generaciones pasadas: consultar o visitar los registros de los cementerios, o ir directamente a los cementerios a recopilar la información de las lápidas. La fecha de enterramiento y la edad al fallecer nos pueden dar pistas valiosísimas sobre en qué fecha aproximada nació el familiar en cuestión, lo que nos ayuda a realizar nuevas peticiones de partidas de nacimiento a los Registros Civiles y de ese modo hacer avanzar la investigación hacia atrás en el Tiempo. Además, a veces la foto de la lápida es tal vez la única que podrás conseguir de uno de tus bisabuelos o tatarabuelos.




En el caso de los cementerios municipales de Valencia, que es el que yo conozco, se puede hacer una primera búsqueda por Internet, introduciendo el nombre y apellidos, que te permite averiguar la fecha del enterramiento y la situación del nicho (sección, número y tramada). Conocida la fecha, se puede acudir en persona al archivo del Cementerio General, un pequeño edificio al lado del Tanatorio, y allí se puede pedir el libro del registro del año que corresponda, que te proporcionará más datos, entre ellos la causa de la muerte y la edad del fallecido. Cuando sabes el año de defunción pero no el día exacto y las consultas online resultan infructuosas, puede ser un trabajo muy pesado el de ir buscando página por página, día por día, los apellidos de tu familiar en los registros originales en papel, pero nadie dijo que la Genealogía fuese una tarea fácil… Conviene llevar preparada una tablita de los nombres que intentarás localizar y los años en los que vas a buscar cada uno de ellos, y si no encuentras nada debes apuntarlo también, para no repetir por error meses más tarde búsquedas infructuosas de toda una mañana de duración. En contraste al aburrimiento propio de este tipo de tareas, cuando por fin encuentras algo interesante tu alegría suele ser directamente proporcional al número de horas que te ha costado encontrarlo.

A lo largo de mis dos años de investigación visité el Cementerio General de Valencia, el del Cabañal, el Cementerio Parroquial de Benimaclet (y la Iglesia de la Asunción, para el registro), el de Torrent, el del Grao y el de Massanassa. En relación con este último, me acuerdo de una historia que me contó siendo yo joven mi abuela paterna, natural de ese pueblo. La protagonista es Josefa Nácher Igual, su abuela (y por tanto tatarabuela mía), nacida también en Massanassa en 1847 y conocida por todos como Pepita. Al parecer era muy devota, iba siempre a misa y comulgaba todos los días, sin faltar uno solo, a las cinco de la mañana… Pepita falleció en 1913, y se dice que ocho días después de muerta aún conservaba el color de la cara, y que a los veintidós años de su entierro, con motivo de un traslado de los restos, se abrió su ataúd y se comprobó que su cuerpo estaba casi intacto… Recuerdo que este relato me puso los pelos de punta cuando me lo contó mi abuela.




Otro método para encontrar información acerca de tus antepasados consiste en buscar sus obituarios o sus esquelas en la sección de necrológicas de periódicos antiguos. Esto nos puede proporcionar no sólo la fecha aproximada de nacimiento a través de la edad del fallecido, sino también los nombres de los familiares más allegados, ya sean padres, hermanos, cónyuge o hijos en caso de tenerlos. Yo realicé investigaciones de este tipo durante un tiempo en la hemeroteca de la Biblioteca Valenciana, en la Sala Nicolau Primitiu del monasterio de San Miguel de los Reyes. Para acceder a la hemeroteca hay que sacarse un pase temporal o una tarjeta de investigador; las correspondientes gestiones son fáciles de realizar y, que yo recuerde, el pago a efectuar es nulo o simbólico.

Los periódicos no se consultan directamente, sino en rollos de microfilm y con ayuda de proyectores, como en las películas de detectives y psicópatas. Cada rollo incluye varios meses de un determinado periódico, y vas avanzando hasta el día y la página que te interesan; en este caso es muy recomendable tener más acotadas las fechas de la búsqueda, porque si no te puedes volver loco. Es un trabajo pesado, pero precisamente por eso, como decíamos antes, es muy gratificante cuando por fin encuentras algo. De los fragmentos que te interesen, pudiendo usar el zoom si hace falta, sacas una copia en papel directamente desde el proyector, de modo que mientras no rebases un cierto número de copias (creo que eran unas veinte por visita) no te cobran nada.




Las publicaciones de antes de la Guerra Civil que se podían consultar eran Las Provincias, El Mercantil Valenciano, La Correspondencia de Valencia, El Pueblo, La Voz de Valencia o Diario de Valencia. Después de la Guerra cambia el panorama y tenemos por ejemplo el Levante (que no es el que conocemos hoy), Mediterráneo, Información o Jornada; sólo se mantiene Las Provincias. Que yo recuerde ahora mismo, encontré las esquelas de al menos tres de mis antepasados directos, entre ellos mi bisabuelo Ricardo (en las fotos del final de la anterior entrega es el que tiene pinta de hipster). En el ejemplar de El Mercantil Valenciano del 6 de diciembre de 1927 encontré su esquela y su necrológica, y gracias al texto, en el que se citaba que el cortejo fúnebre salía desde el domicilio del difunto, descubrí que mi bisabuelo vivía en la Plaza del Carmen nº5. Yo sabía por otras fuentes que al parecer había sido teniente de alcalde del Barrio del Carmen, encargado de coordinar la limpieza pública, así que todo encajaba bastante bien. De hecho tengo una foto suya, sentado con los que supongo serían sus dos perros en el regazo, en la que la iglesia del fondo es, efectivamente, la del Carmen… Es por detalles como éste por los que vale la pena investigar asuntos más tétricos y oscuros como muertes, necrológicas, enterramientos o lápidas: éstos te permiten descubrir también datos sobre la Vida, los logros y las alegrías de tus antepasados. Cada vez que camino por la plaza miro al nº5 y pienso en mi bisabuelo, y en que hace muchos años él pisaba ese mismo suelo que piso yo ahora.




Para compensar la parte lúgubre, acabaré la entrega de hoy contándoos otra historia de mi bisabuelo Ricardo en la que también ronda la amenaza de la Muerte, aunque en esta ocasión la Parca no pudo cobrarse ningún trofeo. Es un relato casi de película que descubrí en un documento oficial entre los papeles que guardaba mi abuela materna (Ricardo había sido su suegro). Intentando encontrar más información al respecto, yo mismo investigué en la sección de Índices de Acuerdos, en los archivos del Palau de Cervelló, pero no pude reunir más datos… Nacido en Gandía en 1878 y fallecido (como ya os he dicho) en Valencia, Ricardo vivió también durante un tiempo en la Pobla Llarga, donde conoció a mi bisabuela Emilia y donde vino al Mundo mi abuelo; allí fue donde ocurrió el suceso en cuestión el 26 de diciembre de 1913, segundo día de Navidad (y unos tres meses después de que enterraran en Massanassa a mi tatarabuela Pepita, por cierto, aunque eso ahora mismo no viene al caso). El otro protagonista involuntario de esta historia fue un tal José Castillo, un mozo de servicio que estaba trabajando en un tren que había parado en la estación, y que al arrancar éste intentó bajar a toda prisa, con tan mala suerte que tropezó y cayó a las vías con las piernas sobre los rieles. Mi bisabuelo, que lo vio todo desde el andén, saltó abajo y logró apartarlo justo a tiempo, pero la ropa del muchacho quedó atrapada por las estriberas de un vagón y ambos fueron arrastrados varios metros hasta que consiguieron soltarse. El incidente se saldó con algunas contusiones y las prendas del mozo hechas jirones, pero afortunadamente no hubo que lamentar daños más graves. Por el heroico salvamento de José se le concedió a Ricardo un par de años después la Medalla de la Orden Civil de Beneficencia, más concretamente una cruz de tercera clase con distintivo negro y blanco, que todavía está entre los recuerdos que guardaba mi abuela.

Y con esto terminamos por hoy. Como ya hemos comentado, mi abuela paterna y mi abuelo materno eran de pueblos cercanos a Valencia; la próxima semana os hablaré de las otras dos ramas de la familia y veremos que de ocho apellidos valencianos, ni hablar.



lunes, 14 de diciembre de 2015

Once Generaciones (II)


Ya hemos hablado de las posibles fuentes de información a la hora de hacer una investigación genealógica, y es el momento de explicar cómo poner esta información en orden. Hay en la Red ejemplos de árboles genealógicos muy trabajados, con un gran número de familiares, y uno se pregunta al verlos qué método habrán utilizado los autores para no liarse con la gran cantidad de lugares, fechas y parentescos… Sin ir más lejos, la base de datos de mi familia consta, después de dos años de duro trabajo, de 588 personas incluyendo desde los parientes más próximos hasta los tíos y primos más lejanos. El lápiz y papel sirven cuando estamos hablando de tres o cuatro generaciones, pero llega un momento en que te das cuenta de que necesitas un ordenador para gestionar esta ingente cantidad de información (precisamente por eso se llama ordenador). Hay distintos tipos de programas que se pueden usar, pero en mi caso, después de barajar varias opciones, decidí descargarme el Personal Ancestral File de la página web de la Iglesia de los Santos de los Últimos Días.




Los mormones están muy puestos en temas de Genealogía, ya que una de las tareas que les encomienda su religión es la de realizar ceremonias por sus antepasados muertos no mormones en las que se les comunica el evangelio en el limbo de los espíritus en que residen, teniendo éstos la opción de aceptarlo o rechazarlo libremente. El término técnico es “efectuar las ordenanzas del templo” por sus ancestros, o también “sellar una familia” de antepasados, y es una especie de evangelización hacia atrás, con efectos retroactivos. Requisito fundamental para llevar a cabo este rito es conocer los datos relativos al ancestro en cuestión: nombre y apellido, lugar de nacimiento… Independientemente de que el antepasado acepte o no recibir post-mortem el bautismo en la fe mormona, y por tanto las llaves del paraíso, el descendiente se queda con la conciencia tranquila, porque ya ha cumplido su deber como buen mormón. En cuanto a si las dos generaciones llegan a tener comunicación directa desde el más allá en algún momento durante la ceremonia, no me preguntéis, porque no he llegado a tanto documentándome sobre este asunto.

La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días (buf, esperad que tome aire) fue fundada por el estadounidense Joseph Smith en 1830, en 1894 constituyó la Sociedad Genealógica de Utah, en 1938 compró su primera cámara de microfilmación de documentos y hacia 1960 contrató expertos en computación y compró el primer ordenador, esfuerzos destinados a recopilar la mayor cantidad posible de información genealógica, guardarla y preservarla del paso del Tiempo. Los mormones tienen ya unos tres mil millones de nombres, extraídos de archivos de más de cien países distintos, en su base de datos; gran parte de esta información está accesible en la Red de forma gratuita. Los soportes originales, en distintos formatos, se guardan en una gigantesca cripta acorazada, a doscientos metros bajo tierra, en la Montaña de Granito de Utah, a cuarenta kilómetros de la ciudad mormona por excelencia, Salt Lake City. También en España han firmado convenios con el Ministerio de Cultura y se dedican a microfilmar o digitalizar gratis los libros de registros de los archivos de mayor interés, entregando a cambio a los responsables del archivo una copia de la digitalización al acabar su tarea. Están en Valencia desde los años 70, y tienen su sede (o Centro de Historia Familiar, como ellos lo llaman) en la calle Polo y Peyrolón.




Por supuesto, no necesitas pasarte por sus sedes ni hacerte mormón para descargarte el software de gestión de datos genealógicos, o para consultar sus archivos online. Yo me bajé el Personal Ancestral File (PAF, en forma abreviada) de su web en 2006 sin dar mis datos y sin ningún tipo de compromiso, aunque parece que actualmente la cosa funciona más en un entorno online llamado Árbol Familiar, para el que te piden que te registres con un nombre de usuario y una dirección de e-mail. Seguro que el PAF para usar en ordenadores sin conexión todavía se puede descargar en muchos sitios, pero ya no se ofrecen actualizaciones ni asistencia técnica, indicándose en su propia web varias posibles alternativas de otros programadores.

El PAF es una base de datos muy versátil, intuitiva y fácil de manejar. La visualización interactiva en pantalla permite organizar la información por grupos familiares o por ascendientes de la persona que elijas. Te permite guardar una gran cantidad de datos para cada individuo: nombre y apellidos, posibles apodos, fecha y lugar de nacimiento, bautismo, defunción y sepultura, causa de la muerte, profesión, descripción física, la dirección postal (y en caso de familiares vivos, el teléfono o el e-mail), fotografías, cualesquiera otras notas acerca de su vida y por último la lista de fuentes de las que se ha sacado toda esta información y su fiabilidad. También hay un apartado para las Ordenanzas de los Santos de los Últimos Días (lo que os comentaba antes sobre bautizar a los antepasados) que yo no utilicé. Cada vez que añades una persona nueva a la base de datos debes establecer las relaciones de parentesco directo con las personas ya registradas: padre y madre, cónyuge o cónyuges (indicando, si se dispone de ella, la fecha y lugar de matrimonio) e hijos e hijas en caso de tenerlos.




Lo bueno de este software es que, una vez metidos los datos, te permite imprimir muy distintos tipos de resúmenes y diagramas centrados en la persona o familia que elijas: resumen personal, árbol genealógico, grupo familiar, lista de ascendientes, lista de descendientes… Para cada uno de estos formatos se pueden modificar bastantes parámetros, haciendo que aparezcan mayor o menor cantidad de datos, o seleccionando si quieres que aparezcan o no las fotos con las caras de los familiares. Recuerdo que, una vez terminado el grueso de mi investigación, seleccioné a mi antepasado más lejano y saqué una impresión del esquema de sus descendientes, fotografías incluidas, que ocupaba un gran número de hojas. Echándole paciencia, pegué las hojas una a una con tiras de celo, de manera que quedó un desplegable gigante que se podía extender por el suelo del comedor, permitiéndome contemplar a toda la familia de un solo vistazo, con mi foto en una de las esquinas, apenas una pieza diminuta del enorme mosaico… Ver las cosas desde esta perspectiva produce una sensación extraña, mezcla de emoción por el Conocimiento alcanzado y a la vez vértigo por ser consciente de lo insignificante que eres en el Árbol de la Vida.

Una vez los datos son fáciles de consultar de forma rápida con la ayuda del software, empiezas a pasearte por las distintas generaciones y ramas y a compararlas entre sí para intentar sacar alguna conclusión interesante… De algunos familiares sólo conoces el nombre y tal vez una fecha aproximada; de otros, además, algunos datos escuetos sobre su vida, o en qué localidad y calle vivían; de otros tienes bastante información más detallada, y a veces una o varias fotos de mayor o menor calidad. Me gustó ver que en mi familia ha habido bastante variedad en cuanto a ocupaciones: entre mis antepasados directos ha habido estibadores portuarios, violinistas, políticos, alcaldes, terratenientes, panaderos, campesinos, amas de casa, maestros sangradores, comerciantes, industriales y hasta relojeros inventores en sus horas libres… Otra cosa que me llama la atención es el gran cambio que ha habido con el paso de las generaciones en cuanto al número de hijos: mis padres tuvieron dos, mis abuelos dos y tres respectivamente, y mis bisabuelos por las distintas ramas tuvieron una media de cuatro hijos. Mis tatarabuelos por la rama paterna, a falta de algunos datos, tuvieron también unos cuatro vástagos, pero por la rama materna eran familias de unos siete hermanos en promedio, con casos concretos de hasta diez hijos.




Además de los datos almacenados en el PAF, mi base de datos genealógicos incluye por supuesto una gran cantidad de archivos de imagen. Es bueno escanear las fotografías y documentos importantes, no sólo para poder hacer búsquedas más cómodas y rápidas, sin necesidad de repasarse todos los cajones y los antiguos álbumes de fotos, sino también por la sencilla razón de que algunas de ellas son de otros familiares vivos más o menos lejanos, y por tanto no puedes quedártelas. Yo me decidí por guardar todas las imágenes por duplicado, generando primero un archivo en formato .tif y exportándolo después a formato .jpg, un poco más ligero. La mejor manera de tenerlo todo bien organizado es usar para los archivos un título del estilo “Apellido1 Apellido2, Nombre” si es una foto, añadiendo en otros casos coletillas entre paréntesis  como “Partida bautismo”, “Partida nacimiento”, “Certificado matrimonio”, “Testamento”, “Certificado defunción”, “Necrológica”, “Lápida”… A veces incluyes otros tipos de documentos algo menos frecuentes, como artículos de periódico o poemas antiguos. Si son varias las personas de una familia que aparecen en la foto, se puede optar por titularla incluyendo los correspondientes apellidos y especificando a continuación “Familia”, “Matrimonio”, “Boda”, “Hermanos”…

Observar las fotos antiguas de mis ancestros es una de las cosas que más me fascina de esta afición; no hace falta pues que os diga cuál era mi reacción cada vez que una tía abuela o un tío tercero me enseñaban por primera vez la fotografía de un antepasado desconocido para mí hasta entonces… Las combinaciones de personas y el aspecto físico de cada una de ellas en las distintas fotos son otra fuente de información que te permite acotar fechas de nacimientos o defunciones y hacerte avanzar en tus solicitudes a los Registros Civiles. A veces la identificación de una persona en una foto no está clara y hay que comparar sus rasgos con los de otras instantáneas para confirmar su identidad. Yo soy buen fisonomista, y se me da bien reconocer a un mismo familiar de niño, de joven y de adulto, fijándome en rasgos poco variables con la edad como la separación entre ojos o la altura y la forma de la boca, pero aun así hubo varias ocasiones en las que la tarea era complicada y hubo que poner en cuarentena la posible identidad de esa persona. A la hora de obtener información, incluso el color y tipo de grano de la imagen pueden aportar datos acerca de la fecha aproximada en la que se tomó la foto, y no está de más tener cierta culturilla general sobre historia de la fotografía… Por ejemplo, para acotar fechas viene bien saber que las primeras cámaras que podían hacer retratos, en formatos antiguos como el daguerrotipo, el calotipo o el cianotipo, se inventaron a partir de 1839.




¿Cuántas fotografías de mis antepasados directos llegué a conseguir? En el curso de mi investigación logré recopilar las de mis ocho bisabuelos, lo cual era por otra parte el objetivo mínimo que me había propuesto cumplir desde el principio. También encontré las de cinco de mis dieciséis tatarabuelos, que tampoco está mal. Es una sensación extraña, la de saber quiénes fueron y el aspecto que tenían sin haberlos conocido; contemplas sus caras de aspecto serio y solemne y te preguntas cómo serían en el día a día, si sonreirían más o menos, cuál sería su timbre de voz, si hablarían castellano o valenciano, o si tendrían algún rasgo de la personalidad en común contigo… Por último, conseguí la foto de uno solo de mis trastatarabuelos. Por la textura y el color se notaba que era una fotografía muy antigua, y aun así él parecía ya bastante anciano, lo que lo envolvía en un halo de misterio e irrealidad incluso mayor; vivió en tiempos tan lejanos que realmente es difícil tomar asidero desde el Presente para intentar comprender cómo era su vida… ¿o tal vez no lo es tanto? Dentro de dos semanas os hablaré más de él y os relataré un descubrimiento que realicé después de obtener su foto, y que me hizo ver que a lo mejor no era tan distinto a nosotros como yo pensaba.