lunes, 22 de septiembre de 2014

Indeleble (V)


Pensando en un párrafo introductorio que resumiera las entregas anteriores me he dado cuenta de que casualmente cada una de las cinco partes se corresponde con uno de los periodos principales en que se divide la línea temporal de Occidente… La primera habla del final de la Prehistoria y el comienzo de la Historia con la aparición de la escritura. La segunda trata sobre la Edad Antigua, en la que el avance de la Civilización se produce de forma lenta pero inexorable. Después llega la Edad Media, que empieza con la caída del Imperio Romano de Occidente a finales del S.V y se caracteriza por un cierto estancamiento científico y cultural. Y la de la semana pasada se centra en la Edad Moderna, en la que se vuelve a avanzar, y cuyas posibles fechas de inicio son, según autores, la aparición de la imprenta hacia 1440, la caída del Imperio Romano de Oriente en 1453 (con la toma de Constantinopla por los turcos) o el descubrimiento de América en 1492. Hoy hablaremos un poco de la Edad Contemporánea, que podría considerarse inaugurada con la Revolución Industrial o bien con la Revolución Francesa de 1789, y en la que el progreso se acelera de forma vertiginosa (en algunos aspectos tal vez demasiado vertiginosa).

En la Europa Occidental del S.XIX surge la figura del editor, y a finales de siglo y principios del XX, con el abaratamiento del papel y la reducción de la jornada laboral, se generaliza el hábito de lectura. Ya hacia 1830 había aparecido el telégrafo, pero desde 1890 los libros convivirán con una multitud de nuevos medios de comunicación que van surgiendo: el teléfono, la radio, el cine, la televisión… Tras el bache de las guerras mundiales se produce una nueva revolución con la aparición de las computadoras, y años después, con Internet y la Red 2.0. Los nuevos dispositivos electrónicos conviven ahora con el formato de códice que apareció hace dos milenios, y la capacidad de almacenamiento aumenta más y más. ¿Será posible algún día tener todo el Conocimiento de la Humanidad (algo así como nuestra memoria colectiva, la memoria de nuestra especie) guardado en un solo dispositivo que podamos sostener con una mano?


Cambiando de tema… Si bien yo soy partidario de una cierta autocensura (es decir, de usar el sentido común) a la hora de comunicar las propias ideas, estoy totalmente en contra de una censura impuesta desde fuera de uno mismo. Aunque algunas veces he aconsejado en el blog que no se haga, diga o publique cualquier chorrada que se le pase a uno por la cabeza sin haber pensado bien en ello antes, jamás se me ocurriría prohibir a nadie expresar sus opiniones. Prohibiciones ha habido muchas a lo largo de la Historia, aunque como ya dijimos en la entrega anterior la tecnología ha ayudado a veces a inclinar la balanza del lado de la Libertad de expresión: ni la censura ni las distintas listas de libros prohibidos emitidas por la Iglesia Católica o por la Inquisición Española pudieron detener el proceso de expansión de las ideas y del pensamiento que había comenzado con el descubrimiento de la imprenta.

Este florecer del Conocimiento, en todas sus facetas desde la Ciencia hasta la Poesía, ha encontrado sin embargo (y sigue encontrando) múltiples obstáculos en su camino. Durante siglos hemos visto una y otra vez cómo, con excusas de tipo moral, religioso o político, los poderes establecidos han intentado afianzarse fomentando la intolerancia, el fanatismo y la intransigencia a costa de la periódica represión de la Cultura, la Sabiduría y la Libertad de expresión. Y de todos los recursos que estos poderes emplean para ello, ¿qué puede haber más horrible que una quema deliberada de libros? Pudiera parecernos algo propio tan sólo de los años bárbaros de la Edad Media, pero también tenemos ejemplos posteriores… Retrocediendo por un momento al inicio de la Edad Moderna, es famosa la Hoguera de las Vanidades promovida por Girolamo Savonarola en Florencia el 7 de febrero de 1497; el fraile culpó de la derrota frente a los franceses a la vida disipada de los italianos y propuso sustituir el Carnaval por una fiesta de la Penitencia en la que ardió una pira hecha de libros, cuadros y objetos considerados pecaminosos, frívolos o muestra de vanidad.


Se supone que en la Edad Contemporánea, en plena Era de la Razón, no deberían suceder cosas como éstas, y sin embargo han ocurrido también. El 10 de mayo de 1933, a poco de iniciarse el Tercer Reich de Adolf Hitler, los miembros de la Unión Estudiantil Nacionalsocialista de la Universidad Friedrich Wilhelm encabezaron una siniestra quema de libros de autores “peligrosos” y “antialemanes” en la actual Bebelplatz, en pleno centro de Berlín. Al acto, que contó con un discurso de Joseph Goebbels y que coincidió con acciones similares ese mismo día en otras veintidós ciudades universitarias alemanas, asistieron unas setenta mil personas, y en la pira ardieron unos veinte mil libros de autores judíos, o pacifistas, o defensores del socialismo y el comunismo.

Parece ser que Sigmund Freud, al enterarse de que habían sido quemados algunos libros suyos, exclamó: “¡Cuánto ha avanzado el Mundo, en la Edad Media me habrían quemado a mí!”. Esta frase tendría su gracia si no fuera porque al llamado Bibliocausto Nazi le siguió pocos años después el Holocausto, y se hizo realidad lo que el poeta alemán de origen judío Heinrich Heine profetizó en 1821: donde se empieza quemando libros se acaba quemando también personas. Hoy en día hay en la Bebelplatz un monumento conmemorativo del Bibliocausto: consiste en un hueco bajo el nivel del suelo, cubierto por una lámina transparente, en el que se pueden contemplar unas estanterías vacías, del tamaño que sería necesario para albergar todos los libros que desaparecieron en ese mismo punto aquella noche.


Incluso después de dos Guerras Mundiales, no escarmentamos y la intolerancia sigue campando a sus anchas: es bien conocida la historia de las declaraciones hechas por John Lennon en una entrevista para el London Evening Standard, en marzo de 1966, en las que afirmaba que los Beatles eran por entonces “más populares que Jesucristo” entre la juventud. Cinco meses después, coincidiendo con la gira estadounidense del grupo en agosto, esta entrevista fue publicada de nuevo allí y la frase en cuestión causó un gran revuelo en el sur y sudeste del país, el llamado Cinturón Bíblico, en el que hay una mayoría de protestantes evangélicos muy conservadores. En muchas emisoras de radio dejaron de ponerse sus canciones y se convocaron concentraciones para quemar públicamente discos y libros de los Beatles en señal de protesta; incluso recibieron amenazas de muerte, y en algún concierto hubo incidentes con piquetes del Ku Klux Klan.

En esta ocasión no llegó la sangre al río, pero los múltiples problemas sufridos y su incapacidad para asimilar tanta ignorancia y tanto odio generado por unas meras palabras fueron, junto con la creciente complejidad de sus canciones, las razones por las que los Beatles decidieron que ésa sería su última gira y que a partir de entonces se dedicarían exclusivamente a grabar sus discos en el estudio. A pesar de que en 1966 el asunto quedó en mera anécdota, podemos decir, como epílogo a la historia, que también en este caso el autor de las declaraciones acabó corriendo años más tarde la misma suerte que sus vinilos, aunque Lennon murió tiroteado no a manos de un detractor o un fundamentalista religioso, sino de un fan desequilibrado.

Avanzando poco a poco hacia el presente, comprobamos que también hubo quemas de libros durante las no tan lejanas dictaduras de Chile y Argentina, en los años 70. A esto hay que añadir la destrucción de bibliotecas de la que ya hemos hablado en anteriores entregas, que continúa hasta el día de hoy, siendo los más recientes los casos de la antigua Yugoslavia en los 90 y, ya en el nuevo milenio, Irak o Egipto. En resumen, podemos concluir que nadie tiene el monopolio de la estupidez humana: ésta ha existido y existe en todos los países y en todas las épocas. Por fortuna, también existe en todas partes gente que hace cada día nuevos descubrimientos para que nuestra vida sea más cómoda, o que escribe historias que nos dan esperanza y nos hacen desear una vida mejor; gente que está deseosa de plasmar el fruto de su trabajo y de su reflexión en negro sobre blanco y compartirlo con los demás para que todos podamos estar un poco más cerca de la Verdad y de la Belleza, para que podamos ser todos un poco más felices.


Sirva pues esta entrada múltiple como sincero homenaje a todas las herramientas y tecnologías que a lo largo de los milenios han permitido la comunicación de ideas, la conexión entre personas y la divulgación de la Ciencia y el Conocimiento en general. Avances como el lenguaje, la escritura, los libros y bibliotecas, la imprenta e Internet han conseguido que las mentes más brillantes de nuestra Civilización puedan dejar una huella indeleble en el Tiempo y han favorecido el trabajo en equipo incluso más allá de la muerte del individuo, aumentando así nuestro potencial para tratar de responder juntos a las preguntas que como especie (o incluso, desde un punto de vista más amplio, como conjunto de especies a nivel planetario) nos preocupan: ¿Qué somos? ¿De dónde venimos? ¿Hacia dónde deberíamos (o no deberíamos) dirigirnos?

Quiero terminar con una cita de Miguel de Unamuno que siempre me ha gustado mucho: “Sólo el que sabe es libre, y más libre el que más sabe... Sólo la Cultura da Libertad... No proclaméis la Libertad de volar, sino dad alas; no la de pensar, sino dad pensamiento. La Libertad que hay que dar al pueblo es la Cultura”. En otras palabras: el Conocimiento adquirido nos acerca poco a poco a la Verdad, y por tanto nos permite tomar las decisiones adecuadas en la vida, de manera razonada y sin dejarnos influir por las opiniones de los demás. De ahí que el señor Unamuno diga que el Conocimiento te proporciona Libertad; y no sólo eso: tanto del primero como de la segunda se puede afirmar que cuanto más tienes, más quieres (igual que con las cosas materiales) y mejor te sientes (al contrario que con las cosas materiales). Con esto terminamos por hoy; espero haber ampliado vuestros Conocimientos durante estas cinco semanas y aguardo impaciente a que también ampliéis los míos a través de los comentarios… En cualquier caso, nos vemos aquí mismo la próxima semana con algo completamente distinto.

7 comentarios:

Mariví dijo...

Se me ha puesto la piel de gallina, o los pelos de punta, o el alma erizada, como quieras llamarlo. Hace poco leí "El mundo de ayer: memorias de un europeo", del austríaco Stefan Zweig, cuyos libros fueron quemados en el Bibliocausto nazi que mencionas.
A este magnífico post que quiero agradecerte, porque ha refrescado mi pasión por el Humanismo y la Cultura, sólo quería añadir este ilustrativo pasaje de Zweig en el libro que menciono, y que viene tan al caso:

"No se promulgó una ley que prohibiera de plano nuestros libros: eso vino dos años después; en cambio, primero que nada se organizó un pequeño ensayo para saber hasta donde se podía llegar, y se endosaron los primeros ataques a nuestros libros a un grupo sin responsabilidad oficial: los estudiantes nacionalsocialistas. Siguiendo el mismo sistema con el cual se escenenificaba "la ira popular" para imponer el boicot a los judíos, se dio una consigna secreta a los estudiantes para que manifestaran públicamente su "indignación" contra nuestros libros. Y los estudiantes alemanes, contentos con cualquier oportunidad de poder exteriorizar su mentalidad reaccionaria, se alborotaron obedientemente en todas las universidades, sacaron ejemplares de nuestros libros de las librerías y desfilaron con este botín y las banderas al viento hasta una plaza pública. Una vez allí, y siguiendo la vieja costumbre alemana, los clavaron en la picota, los expusieron a la vergüenza pública y los convirtieron en cenizas en grandes hogueras mientras recitaban lemas patrióticos".

Kalonauta dijo...


Gracias a ti por leerme, Mariví; comentarios positivos como éste procedentes de personas como tú son para mí una verdadera satisfacción, porque me dan a entender que, al menos en parte, he conseguido transmitir las ideas que tenía en la cabeza y contagiaros la fascinación que en mí despierta este tema... Y gracias también, por supuesto, por ampliar mis Conocimientos con la cita del libro de Zweig. :-)

¡Un abrazo fuerte!

Cancro dijo...

Qué tal caballero,

Recuerdo que hace unos años le cité a un amigo la frase "donde se queman libros, se acaban quemando personas", y se descojonó en mi cara... Hay que ver, que valiente es la ignorancia.

Quemar libros es quemar ideas, un "yo más que tu" o "lo mio mejor". En definitiva, una rabieta, un acto infantil.
Desgraciadamente parece que esto es algo que, aún hoy en día, resulta algo confuso para algunas personas.
Yo me digo a mi mismo, que "tiempo al tiempo", o eso quiero creer.

Saludos!

yo, la reina roja dijo...

Genial cita y estupenda reflexión diacrónica.
Respecto a la libertad de expresión, llama poderosamente la atención como hoy, en nuestra democracia,aquí, en España, se secuestran números de revistas satíricas por retratar a la monarquía. Las revistas publicadas a partir de la Gloriosa, ¡tenían más manga ancha!

david dijo...

Gracias Juan por acercarnos a los avances y temores de nuestra cultura escrita a través de esta magnífica serie indeleble. El final de Farenheit 451 siempre me pareció el mejor retrato esperanzador de quienes cuidan como tu el conocimiento valioso de la especie humana a través de la palabra.

Kalonauta dijo...


¡Hola, Cancro! ¡Me alegro mucho de leerte! Efectivamente, la quema de libros es una clara muestra de ignorancia por parte de quien la lleva a cabo. La ignorancia conduce al miedo a lo diferente o a lo desconocido, y es este miedo el que genera el odio que lleva a actos de violencia como el quemar libros o matar personas... Esta frase me ha quedado un poco como la que decía Yoda en Star Wars, pero es que realmente es así. Los nazis tendrían que haber leído más libros en lugar de quemarlos, y otro gallo nos habría cantado a todos.

Totalmente de acuerdo contigo, Reina: ciertos casos recientes de censura parecen más propios de otros tiempos... He estado leyendo un par de cosillas sobre la Revolución de 1868, para informarme un poco; y no sabía que esta entrada múltiple se podía definir como un análisis diacrónico de la comunicación escrita... Gracias a ti acabo de aprender una palabra nueva, y que conste que no es la primera; recuerdo también, por ejemplo, "diastema". ¡Gracias por ilustrarme, Guapa, eres un auténtico solete!

¡Abrazos para los dos! :-)

Kalonauta dijo...


Celebro que te haya gustado, David... La verdad es que buscando enlaces de vídeo apropiados para las distintas entregas me han entrado muchas ganas de visionar de nuevo varias películas que tengo casi olvidadas, como Ágora, El Nombre de la Rosa o Fahrenheit 451... Voy con el tiempo bastante justo (seguro que tú me entiendes perfectamente), pero intentaré buscarme algún hueco para revisitarlas en las próximas semanas...

¡Un abrazo, David, espero que nos veamos pronto!