martes, 29 de abril de 2014

A Tres Grados de Kevin Bacon

A partir del final de la Gran Guerra, la que después pasaría a llamarse la Primera Guerra Mundial, empezó a hacerse evidente que este turbulento mundo nuestro se estaba haciendo cada vez más y más pequeño. Los avances en las tecnologías de la información y la comunicación, el abaratamiento y rapidez de los transportes, los viajes como algo cada vez más cotidiano, el fluido comercio internacional… todos eran factores que presagiaban la globalización actual, y que acortaban las distancias entre personas a nivel de relaciones sociales, a pesar de las grandes distancias físicas entre ellas. El primero en manejar el concepto de los seis grados de separación fue el escritor húngaro Frigyes Karinthy, que en un relato corto de 1929 titulado Cadenas hablaba de la posibilidad de que todas las personas del mundo estén relacionadas entre sí por cadenas de no más de seis eslabones cada uno de los cuales une a dos amigos o conocidos. Éste fue el punto de partida de multitud de investigaciones científicas en el campo de la Teoría de Redes, algunas de las cuales recibieron el nombre de Experimentos del Mundo Pequeño.
 
 
El autor John Guare se basó de nuevo en este concepto para escribir su obra de teatro Seis Grados de Separación, de 1990, y la película del mismo título de 1993, protagonizada por Will Smith, que interpretaba en ella a un supuesto hijo de Sidney Poitier. A principios de 1994 el también actor de cine Kevin Bacon alardeó en una entrevista de promoción de que había trabajado con casi todo el mundo de la industria de Hollywood… Poco después, tres estudiantes del Albright College en Pensilvania le dieron otra vuelta de tuerca a la idea de Karinthy y crearon el concepto de los seis grados de separación de Kevin Bacon, que al principio no le hizo mucha gracia al actor, aunque más tarde se unió a la broma (y no le ha ido mal desde entonces, a pesar del sambenito).
El juego, que pone a prueba los conocimientos de los participantes sobre cine, se basa en proponer cualquier nombre de un actor (o actriz) y encontrar una serie de otros actores que lo relacionen con Kevin Bacon, de manera que los nexos de unión consistan en haber estado juntos en el reparto de la misma película. Además, cuanto menor sea la cantidad de películas utilizadas, mejor; al mínimo número posible de eslabones de la cadena, de grados de separación, se le denomina el número de Bacon del actor o actriz en cuestión. Por tanto, el único con un número de Bacon de 0 es Kevin Bacon, y todos los que han participado en una película en la que aparece Kevin Bacon tienen un número de Bacon de 1. Parece ser que de los aproximadamente 800.000 actores y actrices de todo el mundo incluidos en la Internet Movie Database, sólo un 10% tienen un número de Bacon superior a 6 o no están conectados al protagonista de Footloose en modo alguno; los valores más altos descubiertos hasta ahora rondan el 11 ó 12, pero hay muy pocos de estos casos.
Utilizando la información de la IMDb, un tipo de la Universidad de Virginia diseñó el llamado Oráculo de Bacon, una aplicación informática que te permite averiguar las conexiones posibles y el correspondiente número de Bacon de cualquier actor incluido en la base de datos de forma automática, sin necesidad de saber mucho sobre cine. De modo que hace poco se me ocurrió la idea de consultar el Oráculo buscando ejemplos lo más raros y variopintos posibles, para ver cuál era el número de Bacon más alto que podía encontrar… Os lo recomiendo si en un momento dado os aburrís y no tenéis nada que hacer; está muy bien para pasar la tarde.
 
 
Os pongo un ejemplo: podemos calcular el grado de separación de Charles Chaplin con Kevin Bacon. Chaplin, aparte de dirigirla, hizo un cameo en La Condesa de Hong Kong, de 1967, con Tippi Hedren, y a su vez la madre de Melanie Griffith ha trabajado hace poco, en 2012, en la peli Jayne Mansfield’s Car, en la que aparece también… efectivamente: Kevin Bacon. Así pues, hay sólo dos películas enlazando a ambos, con lo que el número de Bacon del creador de Charlot es 2. Veamos todo esto de forma resumida:
-Charles Chaplin (La Condesa de Hong Kong, 1967) Tippi Hedren (Jayne Mansfield’s Car, 2012) Kevin Bacon: Grado 2
Con grandes estrellas del cine como Chaplin es esperable obtener números bajos, aunque sean de la época clásica… He aquí otro ejemplo:
-Greta Garbo (Romance, 1930) Rolfe Sedan (El Jovencito Frankenstein, 1974) Michael Fox (Quicksilver, 1986) Kevin Bacon: Grado 3
Incluso si nos remontamos al cine mudo vemos que es relativamente sencillo encontrar una conexión:
-Harold Lloyd (Luke’s Trolley Troubles, 1917) ‘Snub’ Pollard (Cazador de Forajidos, 1957) Betsy Palmer (Viernes 13, 1980) Kevin Bacon: Grado 3
-Rodolfo Valentino (Más Fuertes que su Amor, 1922) Gertrude Astor (Calling Homicide, 1956) Wally Rose (Homicidio en Primer Grado, 1995) Kevin Bacon: Grado 3
El juego resulta muy fácil con estrellas actuales de Hollywood, aunque sean más jóvenes que Bacon:
-Scarlett Johansson (Causa Justa, 1995) Ed Harris (Apolo 13, 1995) Kevin Bacon: Grado 2
Para alguien tan poco relacionado con el mundo del cine como Miley Cyrus, encontramos el eslabón antes de que se convirtiera en Hannah Montana (y mucho antes de que se convirtiera en una petarda):
-Miley Cyrus (Big Fish, 2003) Joanne Pankow (Mi Amigo Ricky, 1997) Kevin Bacon: Grado 2
¿Y para alguien todavía más joven? Probemos con un niño que por ahora sólo ha aparecido en una película (interpretando el personaje de Benicio en la estupenda Drive):
-Kaden Leos (Drive, 2011) Ryan Gosling (Crazy, Stupid, Love, 2011) Kevin Bacon: Grado 2
Vayamos ahora hacia atrás en el tiempo, y busquemos a alguien bastante más friki, como por ejemplo Ed Wood:
-Edward D. Wood Jr. (Plan 9 del Espacio Exterior, 1959) Gloria Dea (Una Razón para Vivir, 1952) Harry Bellaver (Finalmente Héroe, 1980) Kevin Bacon: Grado 3
¡Alucinante! Hasta los personajes más insospechados están relativamente cerca de Bacon…
 
 
Pero hasta el momento esto ha sido demasiado fácil… Salgamos de Hollywood y relacionemos a Kevin con distintos actores españoles; seguro que ahora hacen falta más de tres eslabones:
-Pepe Isbert (El Fantasma y Doña Juanita, 1945) María Cañete (La Corona Negra, 1951) Vittorio Gassman (Sleepers, 1996) Kevin Bacon: Grado 3
¿Hace un momento he dicho actores? No sé si los dos siguientes entrarían en esa categoría:
-Enrique del Pozo (Las Aventuras de Enrique y Ana, 1981) Achero Mañas (1492: La Conquista del Paraíso, 1992) Kevin Dunn (El Último Escalón, 1999) Kevin Bacon: Grado 3
-Jesús Vázquez (Aquí, el que no Corre… Vuela, 1992) Santiago Álvarez (Siesta, 1987) Ellen Barkin (Diner, 1982) Kevin Bacon: Grado 3
¿Estará igual de próximo a Bacon el niño de Manolito Gafotas?
-David Sánchez del Rey (Manolito Gafotas, 1999) Gloria Muñoz (La Vida Inesperada, 2013) Jason Leal (R.I.P.D., Departamento de Policía Mortal, 2013) Kevin Bacon: Grado 3
O cojamos a un monologuista que sólo ha hecho un largometraje por ahora, este mismo año:
-Dani Rovira (Ocho Apellidos Vascos, 2014) Clara Lago (Welcome to Harmony, 2014) Jeffrey Donovan (Sleepers, 1996) Kevin Bacon: Grado 3
Ésta última ha entrado un poco por los pelos, porque Welcome to Harmony todavía no se ha estrenado, pero bueno, aceptamos pulpo…
Y vamos con el más difícil todavía. Ya que los actores españoles (y los famosillos patrios actores en sus ratos libres) también parecen estar bien conectados con la industria americana, probemos con actores y actrices valencianos menos conocidos a nivel nacional. Comenzamos con una actriz más seria y solvente, con la que yo he coincidido además en algún que otro sarao:
-Rosana Pastor (The Commissioner, 1998) James Faulkner (X-Men: Primera Generación, 2011) Kevin Bacon: Grado 2
¡Joder, su número de Bacon es 2! De repente hasta yo mismo me siento un poco más cercano a Kevin… Y ahora, otro de la terreta que no es que fuera actor, actor, pero que era muy conocido por aquí:
-Joan Monleón (Visanteta, Esta-te Queta, 1979) Willy Montesinos (Sangre y Arena, 1989) Sharon Stone (Él Dijo, Ella Dijo, 1991) Kevin Bacon: Grado 3
El de la Paella Rusa, solamente a tres grados de Kevin Bacon… Esta revelación, junto con el visionado de algunas escenas de Visanteta o de Sangre y Arena, están convirtiendo esto en una experiencia muy surrealista.
 
 
Para terminar, intentemos encontrar números más altos con distintos actores de procedencia internacional. Empecemos por lo fácil:
-Bruce Lee (Marlowe, Detective Muy Privado, 1969) Buddy Garion (Nuevos Cineastas, 1989) Kevin Bacon: Grado 2
Vámonos hacia el sur, hacia las soleadas costas de Méjico, y veamos cuán lejos de Bacon está el Chapulín Colorado:
-Roberto Gómez Bolaños ‘Chespirito’ (El Cuerpazo del Delito, 1970) Elsa Aguirre (Gigante, 1956) Barbara Barrie (End of the Line, 1987) Kevin Bacon: Grado 3
Yo realmente alucino en colores… Seguimos hacia el sur y llegamos a la Argentina, donde uno de los Luthiers también ha hecho sus pinitos en el séptimo arte:
-Marcos Mundstock (Quebracho, 1974) Héctor Alterio (Antonieta, 1982) George Belanger (Cuatro Vidas, 2007) Kevin Bacon: Grado 3
Cambiemos otra vez de continente. El psicópata listo de la versión austríaca de Funny Games no puede estar tan cerca de Bacon:
-Arno Frisch (Angel Express, 1998) Wilfried Hochholdinger (X-Men: Primera Generación, 2011) Kevin Bacon: Grado 2
¡Nada, que no hay manera! Gastemos nuestro último cartucho con una peli alemana de la época muda… Probemos con el actor que interpretó a Nosferatu:
-Max Schreck (Donogoo Tonka, 1936) Herbert Weissbach (Ein Mädchen aus Flandern, 1956) Maximilian Schell (Ídolos, Mentiras y Rock&Roll, 1997) Kevin Bacon: Grado 3
¡Increíble! ¡El número de Bacon es siempre 2 ó 3, por rara que sea la elección! ¡Os juro que he hecho bastantes pruebas más y no he conseguido encontrar ningún caso de 4! Y no sólo eso: si la primera opción no te gusta, el Oráculo te permite ver otras posibilidades de conexión, y a veces hay hasta quince o veinte distintas, todas con número 3 o menor, incluso en los casos más raros, buscados a mala leche. ¡Flipante! Pero echemos una de cal y otra de arena: tengo que reconocer que en algunos de los ejemplos anteriores los actores que participan en la misma película no llegan a compartir ninguna escena, o uno de ellos sólo hace un papel muy secundario, o incluso una fugaz aparición con una sola frase… Se pueden buscar conexiones usando actores más conocidos, y con parejas que compartan protagonismo en cabeza de cartel del reparto, que siempre queda más bonito y más elegante (aunque haga aumentar el número de eslabones); pero eso requiere pensar y buscar más, y yo no tengo tanto tiempo libre para escribir las entradas del blog, así que lo siento, pero otra vez será.
 
 
Con lo visto hasta aquí, la cosa podría quedar en una anécdota curiosa, en un pasatiempo divertido, que no es moco de pavo; pero tratemos de ir un poco más allá… Tomando el juego como excusa y utilizando la idea de conectividad en la que se basa, Kevin Bacon creó en 2007 la fundación Six Degrees para animar a la gente a participar en iniciativas solidarias y a ayudar a los demás de una u otra forma, fortaleciendo así el tejido social. La premisa de la que parte es la de que todos estamos unidos por hebras invisibles y nuestras acciones, por pequeñas y sencillas que parezcan, afectan a otras personas, cercanas o lejanas, tanto para bien como para mal; por tanto, tenemos que hacer lo posible por cuidar los unos de los otros. Bacon ha cogido la broma y le ha dado la vuelta, aprovechándola para dar visibilidad a la parte seria del asunto… Me quito el sombrero.
Es curioso que en informática se use a veces el término “Kevin Bacon” para referirse a los nodos de conexión importantes de la World Wide Web… Estudios recientes han estimado que dos contenidos cualesquiera de Internet están separados siempre por menos de diecinueve clicks; y ahora, gracias a las redes sociales virtuales, casi todos nosotros (no sólo los héroes del celuloide) estamos a cuatro o cinco grados de separación unos de otros. Como decíamos al principio, el Mundo en general, al igual que el mundo del cine, es más pequeño de lo que nos imaginábamos. Y no sólo pasa con las personas, sino también con el resto de animales, las plantas e incluso las rocas y la tierra del Planeta en que vivimos. Todo está conectado e interrelacionado, tanto a través del Tiempo como a través del Espacio. Este tema, sin duda, da para mucho más que una entrada, así que tarde o temprano seguiremos hablando de ello, y seguiremos atando cabos.

martes, 22 de abril de 2014

La Industria de los Expertos (II)

La semana pasada vimos que los expertos, incluso los que gozan de muy buena reputación en su campo, se equivocan más a menudo de lo que nos pensamos. Teniendo en cuenta éste y otros detalles como el hecho de que usan su propia jerga, un lenguaje oscuro y críptico, para poner distancia entre ellos y el público y así hacerse más necesarios, podríamos llegar a la conclusión de que no son tan distintos del típico adivino de tres al cuarto o del hechicero de la tribu; la única diferencia está en que en lugar de usar una bola de cristal o las entrañas de un animal para ganarse la vida, los expertos utilizan una presentación de PowerPoint… Y cuanto más tajantes y categóricos se muestran en sus predicciones, más suelen equivocarse. Cuando un experto acierta se cuelga la medalla, y cuando falla pone siempre excusas para no pedir perdón, del estilo de “Mi predicción era racional pero los mercados son muy volátiles”… Como ya hemos dicho otras veces, la ignorancia es muy atrevida.
 
 
Sin embargo, a pesar de equivocarse más a menudo, es a estos expertos tipo erizo, con una visión sesgada y polarizada del Mundo, sin apenas tonos de gris, a los que más cogen los medios de comunicación para los debates y las tertulias, lo cual amplifica en mayor medida la sensación de que están en posesión de la Verdad absoluta. Por tanto, son los medios de comunicación los que van repartiendo esos carnés de experto de los que hablábamos la semana pasada… pero no son los únicos responsables de este problema; también lo somos nosotros, que tendemos casi siempre a seleccionar los programas en los que las ideas se nos transmiten de forma más impactante, aunque para ello estén excesivamente simplificadas. Preferimos los pronósticos claros y concretos antes que las predicciones más abiertas, ambiguas o prudentes… Puede que estas tertulias sean así más entretenidas, pero entretenimiento y precisión no van necesariamente de la mano.
Muchas veces escuchamos a un experto porque buscamos no la Verdad, sino una certeza a la que agarrarnos; queremos alguien que piense por nosotros, alguien a quien poder creer ciegamente aunque luego se equivoque. De esta forma, si las cosas salen mal, nos sentimos en parte liberados de la responsabilidad de nuestras propias acciones; es más cómodo culpar al experto de nuestras decisiones erróneas. Por eso los erizos son más populares en televisión y acumulan más menciones en Google. Un asunto aún más peliagudo que éste es el de los presuntos expertos que se venden y se dejan manipular por un medio de comunicación para condicionar la opinión pública acerca de un tema determinado… pero de las mentiras dichas a propósito ya nos ocuparemos otro día.
 
 
Llegados a este punto, deberíamos explicar por qué hasta ahora nos hemos referido a ejemplos sacados más de las Ciencias Sociales que de las Naturales: pues porque las Ciencias de la Naturaleza se enfrentan a problemas que, aun siendo complicados, en comparación resultan más simples que los de las Ciencias del Hombre. Los sistemas objeto de estudio de la Física, la Química y la Geología, e incluso de la Biología y la Medicina, son más predecibles; se puede prever con relativa exactitud (si se sabe cómo) cuál va a ser la trayectoria de un asteroide de aquí a veinte años, o qué sustancias se generarán y cuánta energía se liberará en una cierta reacción, o cuál será la respuesta del cuerpo de un paciente al administrarle un determinado fármaco…
…Pero conforme vamos añadiendo nuevos niveles de complejidad, los sistemas relacionados con los seres humanos se vuelven más y más caóticos, y por tanto más difíciles de predecir: Psicología, Sociología, Historia, Política, Economía, Finanzas… En estos terrenos tan resbaladizos, reducir la complejidad de nuestro Mundo a una (o más de una) fórmula sencilla y elegante que sirva para hacer predicciones es, como ya hemos dicho en otras ocasiones, más complicado de lo que parece. Paradójicamente, las carreras universitarias que estudian los sistemas complejos propios de las Ciencias Sociales se consideran más fáciles de cursar por la sencilla razón de que los temas se tratan de manera más superficial, ya que es imposible aprenderlo absolutamente todo en esos campos.
Incluso con sistemas de la Naturaleza hay siempre una cierta incertidumbre y es imposible hacer predicciones totalmente exactas: el resultado puede depender de muchos factores, y algunos de los factores relevantes podrían haber sido pasados por alto… Nada es seguro al 100% salvo que dos y dos son cuatro; exceptuando el caso de las Matemáticas, siempre que se hace una predicción hay que acompañarla de una probabilidad de acierto o un margen de error… Y este margen de error puede llegar a ser realmente grande en determinados casos: por ejemplo en los sistemas microscópicos, explicados por la Física Cuántica, o en los sistemas con un gran número de elementos, como la atmósfera, cuyo comportamiento trata de predecir la Meteorología. En resumen, hay ocasiones en que debemos rendirnos a la complejidad del Universo que nos rodea, cambiar la arrogancia por humildad y limitarnos a hacer estimaciones más que predicciones concretas.
 
 
Por tanto, a la hora de escuchar a los expertos, deberíamos desconfiar de aquellos que crean que lo saben todo con absoluta precisión; ya en su día decía Sócrates aquello de “Sólo sé que no sé nada”, y seguramente era uno de los más sabios de su época. Un experto fiable es el que reconoce sus errores, corrige sus predicciones y, como buen zorro, cambia sus estrategias en base a la información recién adquirida. Los expertos que no hacen grandes simplificaciones de las cosas, que dudan y dejan la puerta abierta a otros posibles resultados, son los que más suelen acertar. En otras palabras, y como decíamos la semana pasada: a veces las respuestas más vagas son paradójicamente las más precisas, y las predicciones hechas con la boca pequeña son las que más a menudo dan en el blanco.
 
 
Pero no dejemos que sean exclusivamente los expertos, ni siquiera los del tipo zorro, los que elijan por nosotros… Poner las decisiones que determinarán nuestra vida futura en manos de otros nos sitúa en una posición de comodidad pero también nos deja fuera del proceso de toma de decisiones. Si no estamos de acuerdo con lo que opina la mayoría, o incluso las autoridades en la materia, digámoslo sin vergüenza. Debemos ser conscientes de que los expertos saben más que nosotros, pero tal vez no mucho más, y desde luego bastante menos de lo que aparentan saber; debemos tener claro que a veces, más que razonar, adivinan, y que en su trabajo habitual, en algunos casos, la honestidad brilla por su ausencia. Tomemos pues un papel activo a la hora de interpretar el Mundo que nos rodea, seamos protagonistas de nuestra propia vida y asumamos después la responsabilidad de nuestras acciones.
Si queremos que las decisiones tomadas sean las correctas, tenemos que aprender a diferenciar las verdaderas señales del ruido de fondo y los hechos de las opiniones, a no dar nada por sentado y a contrastar los datos aunque nos cueste un poco más; es mucho mejor una Verdad alcanzada tras dedicar tiempo y esfuerzo que una conclusión errónea improvisada con rapidez, de ésas que según Beppo Barrendero son la raíz de los problemas del Mundo. Hemos de aprender a pensar por nosotros mismos, a dudar de todo, observarlo todo y analizarlo todo, y a sacar con calma nuestras propias conclusiones… No es casual que la palabra “escéptico” provenga del griego “skeptikós”, que significa “observador”. Otro día, más adelante, seguiremos hablando de escepticismo y pensamiento crítico.

lunes, 14 de abril de 2014

La Industria de los Expertos (I)


Enlazando con la entrada anterior, me gustaría empezar hoy hablando de Beppo Barrendero, uno de los mejores amigos de Momo, cuya forma de ser se nos describe en el siguiente fragmento del libro:
“Algunos opinaban que a Beppo Barrendero le faltaba algún tornillo. Lo decían porque ante las preguntas se limitaba a sonreír amablemente y no contestaba. Pensaba. Y cuando creía que una respuesta era innecesaria, se callaba. Pero cuando la creía necesaria, pensaba sobre ella. A veces tardaba dos horas en contestar, pero otras tardaba todo un día. Mientras tanto, el otro, claro está, había olvidado qué había preguntado, por lo que la respuesta de Beppo le sorprendía.
Sólo Momo sabía esperar tanto y entendía lo que decía. Sabía que se tomaba tanto tiempo para no decir nunca nada que no fuera Verdad. Pues en su opinión, todas las desgracias del mundo nacían de las muchas mentiras, las dichas a propósito y también las involuntarias, causadas por la prisa o la imprecisión.”
De estas mentiras involuntarias de las que hablaba Beppo trata la entrada doble que aquí comienza. En la sociedad actual la gran abundancia de información y las prisas por encontrar respuestas para muy distintos temas hacen que los expertos sean más necesarios que nunca. Como dice Carl Honoré, en vez de pensar en profundidad, ahora gravitamos de manera instintiva hacia la opinión más cercana. Las voces mediáticas a las que escuchamos realizan análisis inmediatos de los acontecimientos en el mismo momento en que se producen; y con frecuencia se equivocan, pero eso apenas importa: en el país de la velocidad, el que tiene la respuesta inmediata es el rey.
 
 
Hace unas semanas vi un reportaje muy interesante de Documentos TV, titulado La Industria de los Expertos, que fue el que me dio la idea para escribir la entrada. En él se habla de dos experimentos realizados por Frédéric Brochet en la Universidad de Burdeos con más de cincuenta expertos catadores de vino. En el primero se les pidió que valoraran una muestra de un vino blanco y otra del mismo vino blanco a la que se había añadido, sin que ellos lo supieran, un poco de colorante para que pareciera tinto. Sorprendentemente, la gran mayoría de especialistas describieron la segunda muestra de forma totalmente distinta, con adjetivos propios de un vino tinto. En un segundo experimento se llenó con el mismo tipo de vino, de calidad intermedia, dos botellas con etiquetas distintas, una de un vino de gran calidad y la otra de uno normalillo, de mesa. De nuevo los análisis fueron diferentes, llevándose mejores críticas el vino de la etiqueta de calidad. Quedó bien claro que a menudo los catadores se dejan llevar más por ideas preconcebidas relativas al color, la etiqueta o incluso el precio de la botella que por el propio olor y sabor del vino. No es la primera vez que hablamos en el blog de esta tendencia a simplificar demasiado las cosas y a rendirse ante la complejidad del mundo que nos rodea, pero es especialmente alarmante que ni siquiera los presuntos expertos en este campo se atrevieran a pensar por sí mismos y a opinar en contra de lo aparente, de lo establecido, de la opinión de la mayoría.
Otro ejemplo: cuando la reina Isabel II de Inglaterra visitó a finales de 2008 la London School of Economics, sorprendió a los expertos en la materia con una pregunta bien sencilla que estaba en ese momento en la cabeza de mucha gente: ¿Cómo es que nadie pudo prever la crisis? Las señales de que se avecinaba un cataclismo de tal envergadura en los mercados internacionales no deberían haber pasado inadvertidas, y sin embargo muy pocos especialistas alzaron la voz de alarma, y a ésos no se les hizo caso… Una vez ocurrido el desastre, hubo muchos más que dijeron que habían percibido esas señales… pero claro, la única predicción que no falla es la que se hace a posteriori; el día después todos somos sabios, o, como se suele decir: “A toro pasado, todos somos Manolete”. Ahora la predicción que intenta hacer todo el mundo es la de cuándo saldremos de la dichosa crisis…
 
 
Podríamos hablar durante horas de muchos otros campos del Conocimiento, además de la cata de vinos o la economía, en los que ocurre exactamente lo mismo: incluso en este mundo actual de especialización extrema, los supuestos especialistas en una determinada materia no consiguen atinar con la predicción correcta, y a veces incluso están completamente equivocados. Philip Tetlock, profesor en la Haas Business School de la Universidad de California en Berkeley, se pasó veinte años entre 1985 y 2005 contrastando miles de predicciones de unos trescientos expertos (por lo general asesores en temas políticos y económicos) con lo que realmente ocurría después, y llegó a la conclusión de que su porcentaje de aciertos es sólo mínimamente superior al de una persona cualquiera de la calle o al de un algoritmo aleatorio… vamos, que para ser expertos fallan más que una escopeta de feria. Y lo peor de todo es que mientras exponen sus conclusiones con total convencimiento no sólo se están engañando a sí mismos, sino también a nosotros, porque algunos de ellos están continuamente tomando decisiones en las altas esferas que nos afectarán a todos en el futuro.
Tetlock, que además de profesor de ciencias políticas es psicólogo, divide a estos pronosticadores en dos tipos, los zorros y los erizos: mientras que los primeros cambian su estrategia según el caso, los segundos sólo saben convertirse en una bola de pinchos. Los expertos tipo zorro tienen un amplio espectro de posibles enfoques, y están más abiertos a la incertidumbre y a la complejidad del mundo, y también a las opiniones disonantes. Son multidisciplinares, adaptables, autocríticos, cautos y empíricos. Los expertos tipo erizo, sin embargo, tienen unas convicciones poco flexibles y creen en un gran principio general que determina la evolución de la sociedad (véase Marx con la lucha de clases o Freud con el subconsciente). Están altamente ideologizados y tienden a ignorar tercamente las evidencias que no concuerdan con su visión del mundo, centrándose más en las que la respaldan; suelen ser especialistas sólo en “su tema”, que defienden, eso sí, con pasión, de manera confiada y vehemente. Por supuesto, Tetlock llegó a la conclusión de que los zorros tenían una capacidad predictiva claramente superior a la de los erizos.
La próxima semana veremos hasta qué punto debemos confiar en los supuestos expertos, seguiremos hablando de zorros y erizos y descubriremos que las respuestas más vagas son a veces las más precisas. También veremos que todo este problema radica en parte en que, a la hora de determinar si alguien es especialista, a menudo se encarga de ello quien no debería hacerlo; y desvelaremos quién va por ahí repartiendo carnés de experto a personas con la misma probabilidad de dar en el blanco que un chimpancé jugando a los dardos.
 

lunes, 7 de abril de 2014

La Cuenta Está Equivocada y Punto (II)

En una ciudad grande y antigua que bien podría ser Roma (no por nada se la conoce como la Ciudad Eterna) se desarrolla la acción de Momo, la extraña historia de los ladrones del Tiempo y de la niña que devolvió el Tiempo a los hombres. En esta novela, escrita por el alemán Michael Ende en 1973, se nos advierte principalmente del obstáculo que representan el consumismo, el estrés y el ritmo frenético de la sociedad actual para la búsqueda de la felicidad. En varias de sus obras Ende usa la fantasía para decir verdades como puños, y el tema de Momo en particular está hoy, cuarenta años después, más vigente que nunca. Es un libro para niños pero también, y sobre todo, para aquellos adultos que queremos seguir valorando todas esas pequeñas cosas que hacen que la vida valga la pena, pequeñas cosas de las que a veces nos olvidamos. El libro es también, en cierto modo, una declaración de amor de Ende a Italia y al pausado estilo de vida italiano, el “dolce far niente”.
 
 
Sin embargo, y a pesar de que hay tópicos que todavía hoy perduran, la cultura de la prisa ha alcanzado también a los países mediterráneos, y precisamente muchas de las iniciativas a favor de la vuelta a la lentitud han surgido desde Italia. Una de las manifestaciones de esta tendencia general (aunque surgida en Francia) es el Decrecimiento, del que ya hemos hablado antes en el blog: las reservas actuales de combustibles fósiles han tardado unos 300 millones de años en formarse y sólo en estos últimos 300 años hemos agotado más de la mitad; la única solución a la crisis energética pasa por vivir al ritmo que marca la Tierra y dejar que ella imponga sus tiempos, porque lo contrario es inviable a largo plazo. Pero el Movimiento Slow, que aboga por ralentizar nuestro ritmo de vida y disfrutar más de lo que estamos haciendo en cada momento, abarca muchos otros aspectos.
Tenemos por ejemplo la iniciativa CittaSlow, a la que varias localidades españolas se han adherido ya, y que agrupa a municipios relativamente pequeños que abogan por la calidad de vida de sus habitantes, la sostenibilidad medioambiental y la defensa de los productos y tradiciones locales. O el Slow Sex, que consiste en tomarse el sexo con más calma, implicando los cinco sentidos y dando más importancia a la fase de seducción, los juegos previos, la percepción de las sensaciones durante el proceso y los mimitos de después frente al hasta ahora todopoderoso clímax del orgasmo. Y nombraremos en último lugar la primera asociación creada para la defensa de la lentitud, a partir de la cual fueron surgiendo las demás: el Slow Food, movimiento gastronómico que aboga por una alimentación saludable y respetuosa con el medio ambiente, con productos locales y de temporada, comiendo despacio y disfrutando tranquilamente de la buena conversación que propicia el sentarse juntos a la mesa. Con un total de cien mil seguidores en más de cien países en la actualidad, surgió en 1986 como reacción en contra del fast food, o comida basura, cuando su fundador, el cocinero Carlo Petrini, se pilló un cabreo monumental al descubrir que habían abierto una sucursal de McDonalds en plena Plaza de España, en Roma.
 
 
En resumen, es preferible ser deliberadamente lentos a la hora de tomar decisiones acerca de qué rumbo seguir, hay que aprender a ser plenamente conscientes de los detalles del proceso en cada cosa que hacemos, y también hay que hacer a posteriori una valoración detenida de las consecuencias de nuestras acciones. Ya lo dejan bien claro muchos sabios refranes del pasado: Vísteme despacio, que tengo prisa”, “Lento pero seguro”, “Despacito y buena letra”… Según Carl Honoré, tenemos que aprender a mirar nuestra agenda semanal, colocar todo lo que se supone que deberíamos hacer por orden de prioridad y entonces aligerarla un poco, empezando a cortar desde abajo… lo que no resulta nada difícil, porque llenamos nuestro Tiempo de cosas que no son esenciales; lo hacemos como por acto reflejo, porque es lo que hace todo el mundo. Estamos acostumbrados a dar preferencia a las cosas aparentemente urgentes, sin plantearnos si son realmente importantes o no, y muchas de estas actividades pierden su carácter de urgencia una vez nos damos cuenta de que en realidad no tenemos ninguna obligación de hacerlas; hay que saber priorizar. También hay que aprender a usar la tecnología sin que ella nos domine a nosotros, y concederse de vez en cuando una pausa tecnológica, libre de ordenadores y de móviles, para poder conectar mejor con nosotros mismos y con las personas que nos rodean. Sólo así le podremos conceder el debido Tiempo a las cosas importantes que a veces dejamos de lado: las relaciones interpersonales, el sexo, lo lúdico, la comida… lo que nos aporta calidad de vida, en definitiva.
 
 
Y llegamos al porqué del título de esta entrada… Hace referencia al capítulo 6 de Momo, cuya lectura os recomiendo encarecidamente porque no es muy largo y realmente no tiene desperdicio: “La Cuenta Está Equivocada, pero Cuadra”. En él se nos narra la estrategia de los Hombres Grises para apoderarse del Tiempo de la gente, y la visita de uno de ellos al señor Fusi, un barbero del centro de la gran ciudad. Desde que leí el libro siendo pequeño se me ha quedado grabada en la memoria la imagen del Hombre Gris, mascando su cigarro gris y garabateando cifras en el espejo de la barbería con su lápiz gris, tratando de convencer a Fusi de que había malgastado hasta el último segundo de su vida. Para ello, hace un cálculo de su Tiempo de vida transcurrido hasta el momento y una estimación del Tiempo empleado en sus rutinas diarias, con el fin de restar y comprobar así su saldo de Tiempo disponible.
La estimación es la siguiente: ocho horas al día para dormir, ocho para trabajar y dos para las distintas comidas; una hora para hacer compañía y dar conversación a su madre, quince minutos para cuidar del periquito y otra hora más para hacer las tareas de la casa; tres horas para quedar con sus amigos y para actividades de ocio varias, como ir al cine, cantar en un coro o leer algún que otro libro; media hora para visitar en secreto y llevarle una flor a la señorita Daria, una mujer impedida por la que siente algo especial, y por último quince minutos al día, antes de acostarse, para reflexionar acerca de todo lo ocurrido durante la jornada. La cuenta en horas sería 8+8+2+1+0,25+1+3+0,5+0,25 = 24 horas, que es precisamente lo que dura un día. El convertir todos esos intervalos de Tiempo de horas a segundos y el sumarlos para los trescientos sesenta y cinco días de cada uno de los cuarenta y dos años de vida del señor Fusi no es más que un recurso barato para que la espectacularidad de las cifras y el número de ceros al hacer la resta distraigan al barbero del verdadero truco de prestidigitación: el haber considerado como perdido mucho Tiempo que en realidad se aprovechó… y muy bien, además, porque opino que el señor Fusi estaba haciendo justamente lo correcto antes de que le visitara el Hombre Gris.
 
 
En la última parte del capítulo Ende nos cuenta cómo este truco funcionó con Fusi y con otros muchos: había que ahorrar Tiempo, había que abreviar todas esas actividades “ridículas”… Sin embargo, el Tiempo ahorrado parecía desaparecer misteriosamente; los días se les hacían más cortos y se les pasaban cada vez más rápido, sin saber cómo. A pesar de ello, cada vez había más y más gente que hacía lo mismo, por imitación, y todos iban siempre con prisas. Se suponía que los nuevos inventos para hacer las cosas más rápido darían a los hombres la libertad necesaria para “vivir de verdad”, como en los anuncios (fuera lo que fuera eso), pero este momento nunca llegaba. El Tiempo es Vida, y cuanto más Tiempo ahorraba la gente, menos tenía… Se encontraban atrapados: en realidad no lo estaban ahorrando, estaban renunciando a él, y por tanto estaban renunciando a la Vida. No caigamos nosotros también en la trampa y aprendamos la moraleja de la historia de Ende: la lentitud nos permite practicar la arqueología interior, nos facilita conocernos mejor a nosotros mismos y saber qué es lo correcto. Tenemos que aceptar que vivimos mejor cuando hacemos pocas cosas bien que cuando hacemos muchas mal; de lo contrario, la obsesión por no perder el Tiempo puede acabar haciéndonos perder la cabeza.