lunes, 6 de enero de 2014

La Máquina de Humo (II)

La semana pasada estuvimos hablando del sistema financiero y del nacimiento del Capitalismo a principios del S.XVII en el norte de Europa. El pinchazo de la burbuja de los tulipanes en 1637 dio lugar a la primera crisis financiera de la historia, que llevó a Holanda a la ruina total, pero el sistema económico europeo ya había sufrido muchos otros sobresaltos antes… Las crisis económicas pueden ser de distintos tipos: demográficas, agrarias, comerciales, industriales, financieras, y también combinaciones de las anteriores. Lo que hoy llamamos España ha tenido muchas recesiones a lo largo de su historia, y conocerlas ayuda a comprender la naturaleza de nuestra economía y también los porqués de la crisis actual. Todo está relacionado a través del Tiempo: hay hechos del pasado remoto que determinan nuestra forma de ser hoy en día, aunque ya no seamos conscientes de ello; y nuestros actos hoy determinarán cómo será el Mundo el día de mañana. Hace unas semanas hablamos un poco de este tema, y volveremos a incidir sobre él más adelante en el blog.
 
 
Como os decía, tenemos noticias de crisis ocurridas en nuestro territorio ya desde la Edad Media, con la depresión que propició en el S.XIV la combinación de distintos factores como las hambrunas por malas cosechas, las continuas guerras y la entrada de la peste negra en la península a partir de 1348. Desde entonces, no ha habido un solo siglo que no llevara asociadas varias crisis: de la depresión del XVII con los Austrias a los años del hambre de la postguerra y el primer franquismo; de la quiebra del Antiguo Régimen en el S.XIX a la crisis del petróleo y los problemas en la España de la Transición; de los efectos de la Gran Depresión de 1929 en la Segunda República a la prima de riesgo, los rescates de la Unión Europea y el “banco malo”… No voy a extenderme en detalle sobre todo esto porque no soy un especialista en la materia y porque está mucho mejor explicado en otros sitios, pero sí quiero detenerme brevemente a hablar de una de las recesiones del pasado.
España tuvo que esperar hasta bien entrado el S.XIX para sufrir una crisis típicamente capitalista: la de 1864-1874 fue la primera crisis financiera equiparable a las que ya habían padecido nuestros vecinos europeos. Contribuyeron a ella numerosos factores, entre ellos la inestabilidad política de la época, con la caída de los Borbones, el Sexenio Revolucionario, la Restauración y la tercera insurrección carlista en el norte. Coincidiendo con otra recesión agraria, se empezaron a producir las primeras quiebras de compañías ferroviarias en el país, lo que arrastró a muchos bancos que también quebraron y suspendieron pagos, ahogando el crédito tras años de especulación, burbujas y enorme captación de capital externo. La liberalización había hecho que entre 1856 y 1865 el número de entidades bancarias aumentara en España de trece a cincuenta y ocho; la crisis financiera hizo que se pasara de nuevo a catorce en 1874.
 
 
La primera crisis española del S.XXI, la primera seria que enfrentamos como una economía realmente abierta al exterior, que estalló en 2008 y se arrastra hasta hoy sin pistas certeras de cuándo terminará, está dando como resultado una de las depresiones más profundas de nuestra historia. La entrada en la Comunidad Económica Europea abrió una etapa de crecimiento ininterrumpido en nuestro país que duró desde 1985 hasta 2007, con la única excepción de la minicrisis de 1992, que el Gobierno solventó rápidamente, durando sólo un par de años. Esta etapa de crecimiento engordó el caldo en que fue cocinándose la gran crisis: la desregulación bancaria a uno y otro lado del Atlántico facilitó una burbuja crediticia que derivó en muchos casos en una relajación en los métodos de los bancos españoles. Se generó en nuestro país la adicción al crédito de la que os hablé la semana pasada, y de la mano de la burbuja financiera vino la burbuja de la construcción, respaldada por la enorme oferta de suelo (propiciada a su vez por la desregulación, la deficiente financiación local y la corrupción), la demanda de vivienda (principal activo en cartera de los españoles y asequible gracias al crédito) y la insaciable inversión en infraestructuras públicas (no siempre necesarias e impulsadas principalmente por la financiación de las cajas de ahorros).
Gracias a la regulación que el Banco de España había impulsado para alejarlos de las hipotecas basura de EEUU, en un principio los bancos españoles parecieron soportar bien la crisis que se sufría en Norteamérica y Europa. No obstante, los balances de los bancos contaban con grandes cantidades de pasivos (es decir, deudas o compromisos adquiridos) que eran préstamos a corto plazo y que tras el colapso del mercado interbancario les obligaron a reducir el crédito. Con el grifo del crédito cerrado, todas las ilusiones se convirtieron en humo y reventó la burbuja de la construcción, lo que produjo un incremento del paro hasta llegar a seis millones de personas. La crisis bancaria finalmente derivó, pese a los parches que los distintos gobiernos pusieron para aplazarlo, en un rescate del sistema financiero español por parte de la Unión Europea a mediados de 2012. Y tras los intentos por evitarlo, al final el Gobierno ha acabado por crear un “banco malo” para acoger todos los activos tóxicos inmobiliarios que acumulaban en sus balances las distintas entidades.
La recesión ha estrujado al máximo las cuentas públicas, que han pasado del superávit pre-crisis a un déficit histórico que aún no se ha conseguido controlar, y España ha sufrido una fuerte crisis de deuda, con una prima de riesgo absolutamente desatada que actualmente parece haberse estabilizado. Aunque en aquel momento el Gobierno intentaba mantener una apariencia de independencia, las condiciones impuestas por la Unión Europea para el anuncio del rescate bancario y la compra de deuda pública implicaban una intervención en toda regla de la política económica española; quedaba claro así que España no sólo había cedido la soberanía monetaria, al entrar en el euro, sino también la soberanía de la política económica, lo que explica la actual política de recortes del gasto y de reformas estructurales para contener el déficit. Las grandes crisis suelen ser causa, o al menos detonante, de cambios sustanciales en los sistemas económicos y políticos de los países; está por ver cuáles son los cambios de calado que propiciará la gran depresión española de este convulso inicio de siglo…
 
 
En su día vimos que no se debe juzgar a las personas o a las cosas exclusivamente en función de su edad, ya que su Belleza interior es maravillosamente multidimensional y no se puede describir con un solo número. Del mismo modo, pensar en cualquier cosa sólo en función de su precio supone también mutilar su condición multifacética, la Belleza inherente a su complejidad, y simplificar demasiado convirtiendo múltiples factores en uno solo. Reducir el sentido de la Vida al sueldo que se cobra o el precio de lo que se compra supone un acto de cobardía ante el reto que la Vida nos lanza; es rendirse demasiado pronto, al no lograr comprender la fascinante complejidad del Mundo que nos rodea. Creer en el dinero por encima de todo lo demás es, por tanto, como no creer en nada.
Y lo más irónico del asunto es que nos rendimos ante la Belleza del Universo, ante un enigma difícil de resolver pero que sin duda encierra una solución coherente, simplificándolo todo a cantidades de dinero, para convertir a continuación el sistema de movimiento del dinero en algo tan complejo para nosotros como el enigma ante el cual nos habíamos rendido antes; algo, por cierto, con mucha menos Belleza, teniendo en cuenta que detrás de este caos financiero, creado por las leyes del Hombre, no hay ninguna coherencia, no hay un sentido, no hay un patrón oculto ni una fórmula sencilla que descubrir. Es decir: la gente prefiere lo fácil pero equivocado antes que lo difícil pero correcto, y luego para colmo convierten lo fácil en difícil y además equivocado.
A esto hay que añadir la estúpida obsesión del Hombre moderno por el “Yo-Más-Ahora”, que le lleva a desear las mayores ganancias en el menor tiempo posible, no importa a qué precio. No es la primera vez que esto ocurre: por ejemplo, la práctica de fuegos controlados hace unos 50.000 años por parte de los aborígenes australianos, para renovar la vegetación y atraer así más caza en menos tiempo, contribuyó a largo plazo a que dejara de llover y cambiara el clima, secándose el lago de la zona central, que se convirtió en un desierto, lo que dio lugar a su vez a la desaparición de la megafauna australiana Como decíamos al principio, todo está relacionado a través del Tiempo, y hasta el más pequeño de nuestros actos hoy podría tener consecuencias mañana.
Pero el Hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra; por eso estos últimos años la producción mundial de bienes ha crecido al 3% anual mientras que los productos financieros, que dan más beneficios a corto plazo, crecían al 8%. Estamos olvidando poco a poco que el dinero debe ser un medio para conseguir cosas y no un fin en sí mismo, y estamos primando la economía especulativa sobre la economía productiva, y los bienes de cambio sobre los bienes de uso. En nuestra ignorancia, nos encerramos cada vez más en la jaula de oro que nosotros mismos hemos construido; pensamos continuamente en unos ridículos trozos de papel con dibujos y nos hemos olvidado de disfrutar de la Belleza que nos rodea, igual que los holandeses se olvidaron una vez de admirar los colores de los tulipanes que compraban y vendían.
 
 
Las leyes de la Naturaleza existen desde hace 13.800 millones de años, son invariables y por tanto podemos confiar en ellas, pero les estamos haciendo caso omiso para seguir ciegamente las leyes del Hombre, de hace apenas un puñado de siglos, arbitrarias y poco de fiar. Los mecanismos económicos y financieros engendrados por la codicia de la mente humana son demasiado caóticos para poder explicarlos de forma sencilla, y por tanto es muy difícil predecir cuándo van a explotar… En resumen: las normas del sistema financiero son incoherentes, se han ido complicando hasta niveles insospechados y las estamos forzando al máximo para obtener beneficios: es como tener un coche con varias piezas sueltas en el motor y un cuadro de mandos incomprensible, y pisar a tope el acelerador… La probabilidad de estamparse es bastante alta.
Incluso aunque consiguiéramos mantener el coche de las finanzas avanzando en la dirección correcta y sin sufrir una avería, debemos tener en cuenta también que la autopista por la que circulamos no tiene una longitud ilimitada, y tarde o temprano dará paso a una pared de roca o al borde de un precipicio: las ganancias que los codiciosos pueden imaginar son infinitas, pero los recursos naturales con los que especulan se agotarán dentro de poco si siguen malgastándolos como hasta ahora. Estamos jugando con fuego y podríamos descubrir dentro de unos años, como les pasó a los aborígenes de Australia, que por no pensar a largo plazo, por estar más pendientes de unas cotizaciones en la pantalla de nuestro Smartphone que de lo que realmente pasa a nuestro alrededor, hemos quemado todo lo que había en el planeta y ya no nos queda más que humo y cenizas.
 
 

3 comentarios:

Hope dijo...

Me parece una excelente explicación lo de "... un coche con varias piezas sueltas en el motor y un cuadro de mandos incomprensible, y pisar a tope el acelerador…"
Por desgracia creo que es exactamente así, y aunque con esto no quiero excluirme de tener mi parte de culpa, el problema de esto es que estamos todos en ese coche. Los que lo vieron venir hace mucho, los que lo estamos empezando a ver venir y los que no lo ven, o les da igual.
Qué tortazo nos vamos a dar!, En fin esperemos virar a tiempo para minimizar el golpe, porque sino no se salva nadie.

Kalonauta dijo...


Reconocer el problema es el primer paso para solucionarlo, y creo que cada vez hay más gente que se va dando cuenta de que esto no puede seguir funcionando como hasta ahora...

Eso sí: yo no creo que la crisis vaya a provocar un cambio radical de mentalidad en todo el mundo; habría que ser muy inocente para pensar eso, y al fin y al cabo hemos visto que ésta es una más de una larga serie de crisis históricas.

De todos modos, hoy en día tenemos Internet y un acceso más generalizado a la educación, cosas que no teníamos antes y que tal vez puedan hacer que poco a poco la gente vaya tomando conciencia de la situación... Y si no lo hacen, al menos yo dormiré con la conciencia tranquila pensando que cumplí con mi parte del trato, aunque muchos otros no lo hicieran. Tengamos Esperanza... :-)

¡Un abrazo, Hope!

Kalonauta dijo...


Hola de nuevo

Hace poco, a principios de 2016, se ha estrenado La Gran Apuesta, otra película que trata el mismo tema que Margin Call, también con un reparto coral de máximo nivel, y con un enfoque un poco más de comedia pero sin perder de vista lo absurdo e indecente de la situación que llevó a la crisis financiera del 2007. No la he visto aún, pero tengo bastantes ganas, me han dicho que es muy buena. Aquí tenéis el trailer, por si queréis echarle un vistazo:

https://www.youtube.com/watch?v=gjF_W4UxqRA

Saludos