lunes, 5 de agosto de 2013

Cinco Minutos para la Medianoche (I)

La semana anterior nombramos de pasada al matrimonio Curie y a Albert Einstein, que junto con otros científicos contribuyeron, a finales del siglo XIX y principios del XX, a estudiar el fenómeno de la radiactividad y establecer las bases de la Física Nuclear. En toda rama de la Ciencia se comienza siempre por la investigación básica, es decir, se piensa sobre el asunto, se hacen hipótesis y se intenta entender cómo funciona el proceso en cuestión. El siguiente paso consiste en comprobar dichas hipótesis y, una vez comprobadas, encontrarle a estos conocimientos aplicaciones prácticas que nos sean de utilidad, que hagan nuestra vida más fácil. El problema está en que el primer empujón para el desarrollo tecnológico en un determinado campo casi siempre está relacionado con las aplicaciones militares, o lo que es lo mismo, el dinero lo ponen personas que quieren hacer su vida más fácil mediante la destrucción de la vida de los demás.
El descubrimiento del neutrón por Chadwick en 1932 permitió la radiactividad inducida y aceleró la investigación nuclear, pero fue durante la Segunda Guerra Mundial cuando esta disciplina dio un paso de gigante con el Proyecto Manhattan, dirigido por Robert Oppenheimer y Enrico Fermi y llevado a cabo en distintas sedes, entre ellas la de Los Álamos, en Nuevo Méjico. Esta tarea de investigación y desarrollo permitió comprender las reacciones nucleares de fisión de distintos isótopos del uranio y el plutonio. Antes de proseguir, expliquemos brevemente que la fisión de un núcleo pesado inestable se produce cuando éste se divide en dos núcleos más ligeros, aparte de otras partículas más pequeñas. Por ejemplo, un núcleo de uranio 235 que recibe un impacto de un neutrón no muy rápido puede escindirse en dos núcleos, de kriptón y bario, liberando en el proceso tres neutrones rápidos y una gran cantidad de energía. Esta energía aparece porque, como dijimos en la entrada anterior, la masa final de todos los productos ha disminuido un poco con respecto a la inicial, a pesar de que no han cambiado ni el número total de protones ni el de neutrones. La clave del asunto está en que si se consigue ralentizar los neutrones emitidos para que produzcan a su vez nuevas fisiones, se puede alcanzar una reacción en cadena que libera una cantidad ya no grande sino enorme de energía.
 
 
Tras muchos cálculos y muchas pruebas de laboratorio, no exentas de accidentes a veces mortales, la primera detonación de un ingenio nuclear, con el nombre clave de Trinity, tuvo lugar el 16 de julio de 1945 cerca de Socorro, Nuevo Méjico (Muy apropiado, el nombre). La bomba, conocida como The Gadget (El Cacharro), tenía un mecanismo de implosión y usaba plutonio como combustible. Las dos siguientes bombas atómicas han sido las únicas utilizadas en combate en toda la Historia, y pusieron fin a la Segunda Guerra Mundial. Little Boy, parte de cuyos componentes fueron llevados a Japón por el infortunado USS Indianapolis, explotó sobre Hiroshima el 6 de agosto de 1945. Del uranio usado como combustible (del tamaño de una pelota de tenis, como decíamos la semana pasada) se convirtieron en energía tan sólo entre 600 y 860 miligramos, que bastaron para matar, bien al instante o bien en los meses siguientes, a unas cien mil personas, aunque la cifra varía dependiendo de la fuente. La segunda, Fat Man, una bomba de plutonio con un diseño similar a The Gadget, estaba destinada a caer sobre Kokura tres días después, pero la espesa nubosidad hizo que se cambiara de objetivo en el último momento y se lanzara sobre Nagasaki (Cuando leí esto me vino a la mente la imagen de un dios perverso jugando a los dados). Se activó a quinientos metros de altitud, como Little Boy, y debido a la mala visibilidad no dio de lleno en el blanco, matando “sólo” a unas cincuenta mil personas. Después de esto, Japón firmó la rendición.
Tras la Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de la comunidad científica, horrorizada, trata de hacer comprender a los líderes políticos y al público en general los peligros de las armas nucleares, pero aun así continúan los ensayos en suelo americano, muchos de ellos en Nevada. Los soviéticos hacen su primera prueba en 1949, iniciando así la carrera armamentística nuclear y la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la Unión Soviética. En el Boletín de Científicos Atómicos nace la idea del Reloj del Juicio Final como metáfora de la proximidad del holocausto nuclear, representado por la medianoche. Incluso el propio Robert Oppenheimer utiliza su posición para intentar frenar la escalada armamentística, llegando a hacerse molesto hasta el punto de que en 1954 se le retira su acceso a proyectos de alta seguridad. Después de un largo y tenso debate, los Estados Unidos deciden fabricar una bomba basada en la fusión nuclear, siendo seguidos meses después por los soviéticos.
 
 
Detengámonos un poco a explicar qué es la fusión: es un tipo de reacción nuclear que consiste en la unión de dos núcleos en uno de mayor tamaño. En algunos casos de fusión de isótopos ligeros la masa final es menor que la inicial, y por tanto también se libera energía; el problema es que para vencer la repulsión eléctrica entre los protones cargados positivamente, para conseguir acercar los dos núcleos lo suficiente como para que actúen los enlaces nucleares fuertes, hay que someter las muestras a temperaturas muy altas que hagan vibrar los átomos a una gran velocidad. Un ejemplo es el del deuterio y el tritio, dos isótopos del hidrógeno, que cuando logran acercarse lo suficiente se fusionan en un núcleo de helio, mucho más estable, emitiéndose también un neutrón y mucha energía. Esto es precisamente lo que ocurre en el interior del Sol, un reactor de fusión gigante que nos proporciona la gran mayoría de la energía que usamos en la Tierra; bien de forma directa, como energía solar, o indirecta, siendo absorbida en la fotosíntesis por las plantas que después dan lugar (junto con los animales que se las comen) a los combustibles fósiles de los que dependemos ahora mismo. Por tanto, una bomba de fusión es como una pequeña estrella que nace y vive por unos instantes aquí, en la superficie terrestre, y es mucho más potente que las de fisión.
La década de los cincuenta, época de gran tensión entre los USA y la URSS, comienza con la detonación de los primeros ingenios termonucleares basados en la fusión del hidrógeno, llevada a cabo por los Estados Unidos en distintos atolones del Pacífico. Ivy Mike, el dispositivo termonuclear de deuterio líquido probado en 1952, no podía ser utilizado como arma debido a su gran tamaño; el dudoso honor de ser la primera bomba de hidrógeno propiamente dicha probada en la Historia corresponde a Castle Bravo, en 1954, que con una energía liberada de quince megatones constituye el record absoluto de los Estados Unidos, aunque no llega ni a un tercio de la energía del artefacto más potente jamás detonado, la Bomba Zar.
 
 
A principios de los sesenta las dos potencias firman un tratado que prohíbe las pruebas nucleares atmosféricas, aunque se siguen realizando muchos ensayos con bombas bajo tierra o bajo el agua. Francia y China comienzan sus propias pruebas a finales de la década. En los setenta se firman algunos acuerdos, pero no surten el suficiente efecto, y además India prueba su primera bomba. Con la retirada de los atletas olímpicos estadounidenses en Moscú en 1980 y la llegada de Ronald Reagan al poder, la Guerra Fría está más tensa que nunca, y el diálogo entre las dos potencias es prácticamente nulo. A finales de los ochenta, gracias a la política de Mijaíl Gorbachov y a la caída del Muro de Berlín, la situación se relaja y tanto Estados Unidos como Rusia reducen bastante sus arsenales. Con el cambio de milenio, el número de cabezas nucleares continúa en descenso pero se siguen realizando pruebas, por ejemplo en Pakistán, y corren rumores de que Irán también quiere desarrollar armamento nuclear. Además, en los últimos años, a este problema se le suma el del cambio climático, que también amenaza con destruir la civilización occidental tal y como la conocemos, pero de esto ya hablaremos más adelante… En total, y a día de hoy, se han hecho unas dos mil pruebas nucleares en toda la Historia, en una docena de puntos del planeta. Desde 1998, que sepamos, sólo Corea del Norte ha detonado tres artefactos, el último de ellos el pasado febrero.
La entrada me ha quedado bastante larga, así que al final he preferido “fisionarla” en dos para que podáis asimilar bien todos los datos, que como veis son bastante escalofriantes… No es buena una dosis tan alta de radiactividad en tan poco tiempo. La semana que viene os hablaré de los usos pacíficos de los isótopos radiactivos y de las ventajas y desventajas de las centrales nucleares, y responderé a la pregunta de si estoy a favor o en contra de éstas. También volveré a hablar, en las conclusiones, del Reloj del Juicio Final, y os diré si creo que sus manecillas llegarán a señalar alguna vez la medianoche.

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