lunes, 31 de diciembre de 2012

Sin Aditivos ni Colorantes (II)

Estamos hablando en esta entrada (que iba a ser doble pero va a acabar siendo triple) de la diferencia entre Auténtica Belleza y Apariencia, de los trucos y postizos que utilizan algunas mujeres (y también algunos hombres, aunque no es ése el tema que me interesa) para resultar más atractivas a primera vista, y de cómo a veces nos centramos demasiado en el aspecto externo y nos olvidamos de cosas más importantes… Hablamos pues de la estética con minúscula; otro día trataremos de la verdadera Estética.
Enumeraré hoy algunos de los adornos superfluos que se utilizan de cuello para abajo. Siguiendo en la línea de la semana pasada, mis gustos se basan en la naturalidad, la sencillez y lo práctico: no me atrae especialmente que una mujer use collares o anillos, sobre todo si son aparatosos, y tampoco me gustan las uñas pintadas. Por otro lado, aunque sé que algunas de mis amigas me van a matar por esto, considero que hacerse tatuajes (o tattoos, como se les llama ahora, que queda más chic) es una moda en la que mucha gente se ha gastado un montón de dinero (dinero que a algunos de ellos les vendría muy bien ahora, con la que está cayendo), sufriendo dolor (sobre todo cuando es cerca del hueso) y poniendo en juego su salud (cuando es en la zona de la nuca o la columna) sólo para sentirse diferentes y especiales, cuando en realidad se ha convertido en algo tan común en determinados ámbitos que la verdadera muestra de rebeldía sería más bien no hacérselos.
Si seguimos hablando de la piel, he de decir que me parece bastante tonta la costumbre que tienen algunas mujeres de pasarse cuatro horas al día tumbadas en la playa tomando el sol en cuanto llegan los meses de verano. Un poco de moreno natural resulta muy atractivo, pero ponerse negra como el carbón no sólo conlleva el pasar muchas horas de calor en la arena abrasadora, sino que además demasiada radiación ultravioleta es mala para la salud (luego vienen los cánceres de piel, el llanto y el crujir de dientes); por no mencionar el simple hecho de que estéticamente tampoco es atractivo, aunque ellas parezcan no darse cuenta. En esto, como en casi todo, más no significa mejor, y la clave radica en alcanzar el punto justo de equilibrio (¿Será por eso que cuando pides un entrecot en el restaurante lo pides “al punto”?).
¿Y qué decir de la depilación corporal? La semana pasada ya os comenté que no me desagrada ver unas cejas pobladas, pero que prefiero un entrecejo despejado. Y el caso es que detalles como éste no deberían importarme, pero tengo que reconocer que incluso a los que, como yo, somos conscientes de que este modelo de belleza es algo artificial, meramente cultural, inducido por nuestro entorno, por las fotos de publicidad que nos rodean y por las películas y series que vemos; incluso a nosotros, digo, nos resulta difícil reprogramar nuestras mentes en determinados aspectos después de años y años de lavado de cerebro. Por eso ver pelos en el entrecejo, el bigote o las axilas de una mujer sí es algo que me desagrada, porque he crecido desde pequeño con esa idea. Dejando aparte estas excepciones, la presencia de pelos en el resto del cuerpo no me resulta tan molesta, y me remito a mis directrices generales en temas de estética: dedicadle tiempo a este asunto sólo si creéis que el resultado realmente va a valer la pena, pero no tanto tiempo como para dejar de hacer otras cosas más interesantes… Equilibrio, siempre equilibrio: ésa es la palabra mágica.
Lógicamente, en este tema influyen múltiples factores: una mujer que suela llevar faldas cortas necesitará depilarse las piernas más a menudo, y una mujer con una vida sexual más activa se planteará la idea de hacerse o no las ingles (Siempre me he preguntado cómo se hace esto exactamente; a mí me daría muchísima vergüenza, sea como sea… Mejor no entrar en detalles, yo ya me entiendo). Ya que hablamos de sexo, os confesaré un secreto: en las distancias cortas (que es donde un hombre se la juega), al llegar la hora de la verdad, y para poder maniobrar mejor, yo suelo quitarme las gafas para la hipermetropía, con lo cual los detalles pequeños se me difuminan (precisamente en las distancias cortas) y los pelitos de mi pareja desaparecen como por arte de Photoshop, así que me da igual que haya o deje de haber pelitos. (¿A qué estáis esperando para llamarme, chicas? ¡Os lleváis un auténtico chollo! ¡Ni siquiera tendréis que preocuparos por vuestra depilación íntima! Por no hablar de otras ventajas, también de carácter íntimo, que me reservo para los mails privados…)

Algo que no se puede disimular, ni aun quitándome las gafas, es la diferencia entre unos pechos grandes y otros pequeños. Y aquí es donde llegamos a uno de los grandes males de nuestra sociedad actual: el sujetador con relleno. ¡Cuántas desilusiones, cuántos desengaños e incluso divorcios a largo plazo habrá generado el dichoso Wonder Bra! Una mujer inteligente con los pechos pequeños que quiera resultar atractiva a los hombres debería intentar potenciar otras facetas de su físico o de su personalidad antes que mentir descaradamente sobre el tamaño de su delantera: eso está bien si lo único que quieres es conseguir un rollo de una noche y no te importa la desilusión que se lleve tu pareja ocasional, pero si vas buscando algo a más largo plazo no está bien generar unas expectativas que luego no se van a cumplir… tarde o temprano él tendrá que verte desnuda, y cuanto más tiempo pase hasta ese momento más traicionado puede sentirse él, quedándole una espinita clavada dentro que puede afectar a otros aspectos de la relación… Sinceridad ante todo, tanto con la mente como con el cuerpo. De nuevo, hablando de sujetadores, nos encontramos con algunos casos extremos de total falta de percepción de la realidad: hay chicas que eligen modelos demasiado grandes para ellas y no se dan cuenta de lo evidente, de que gran parte de lo que hay entre el relleno y las costillas no es sino aire. ¿No sería ridículo si los hombres hiciéramos algo parecido y usáramos también postizos? No os entraría la risa floja a vosotras si fuésemos por la calle como Álex y sus drugos en La Naranja Mecánica o como los bailarines de ballet de Top Secret?
Y si el Wonder Bra me parece malo, no es nada comparado con los implantes de silicona, que considero una completa aberración (al igual que cualquier otro tipo de operaciones estéticas, inyecciones de bótox, etcétera: me parece tan obvio que es una estupidez que ni siquiera voy a hablar más de ello). Unos pechos operados sólo parecen naturales si se miran en una única posición; al cambiar de postura no se colocan de manera natural, al moverse no lo hacen de forma natural, al tocarlos no parecen naturales, y dentro de quince años ni siquiera parecerán naturales en su posición original. ¿Por qué intentar cambiar de un día para otro un delicado mecanismo que la Evolución ha ido perfeccionando durante tres mil millones de años, desde la bacteria al Homo Sapiens Sapiens? Y lo peor de todo es que a veces piensan en operarse incluso mujeres con curvas que no lo necesitan en absoluto… No pasa nada porque los pechos de una mujer se vayan un poquito hacia los lados cuando está en posición horizontal: es lo natural, es lo auténtico, y sólo por eso debería parecernos hermoso… y a mí me lo parece. Esto me hace recordar la anécdota de cuando intenté hacerle cosquillas en las axilas a una amiga mía bastante sexy mientras estaba recostada en el sofá de su piso, un día que se había puesto cómoda y no llevaba sujetador… no entro en detalles, ya me entendéis… una vez más. Bueno, pues nada: la próxima semana, la tercera y última (lo juro) entrega de este culebrón.

martes, 25 de diciembre de 2012

Sin Aditivos ni Colorantes (I)


En un diálogo de la película Quiz Show, de Robert Redford, se citan unas palabras que me llamaron bastante la atención cuando la vi: La Belleza es Verdad, la Verdad es Belleza; no hace falta saber más que esto en la Tierra”. Son los versos finales de la Oda a una Urna Griega, escrita en 1819 por el poeta romántico inglés John Keats. Muchas veces he comentado en el blog que la Verdad posee una Belleza intrínseca: lo natural, lo auténtico, lo verdadero, es más hermoso. La gente que se acepta tal y como es y no trata de aparentar ser alguien distinto tiene un encanto especial. Sin embargo, vivimos en una época de prisas en la que poca gente se toma el tiempo y la molestia necesarios para conocer realmente a los demás, y la primera impresión es más importante de lo que debería, con lo que muchos se concentran en hacer que esos primeros segundos de contacto visual sean impactantes, olvidándose de todo lo que debería seguir después: se centran en el envoltorio y se olvidan del contenido, se convierten poco menos que en cáscaras vacías. Yo siempre me he preocupado más por resultar una persona interesante a largo plazo, así que he elegido dedicar una mayor parte de mi tiempo a cultivar mi mente antes que a cuidar mi aspecto externo; si bien me preocupo por mi salud y por mi higiene, no lo hago tanto por el tema de la estética, y nunca encuentro tiempo para afeitarme, o para ir a la peluquería, o para comprar ropa nueva, porque siempre creo tener cosas más importantes o interesantes que hacer.
 
 
Hace tiempo estuve hablando en una entrada doble de lo que más me llama la atención del físico de una mujer en el primer vistazo, y ya entonces os avisé de que eso no es lo único que valoro: para que una mujer me enamore de verdad tiene que ser también, y sobre todo, hermosa por dentro… De esto hablaremos en otra ocasión, pero hoy y la semana que viene me centraré en una serie de detalles que se pueden percibir también en la primera impresión y que me dicen si la Belleza física de una mujer es natural o tan sólo apariencia… Veremos también que la presencia o ausencia en una mujer de determinados aditivos o complementos ya nos va dando, en unos pocos segundos, información acerca de su posible Belleza Interior.
Empezaremos hablando de lo primero en lo que me fijo, que es la cara: me gusta la belleza de cara lavada, natural, sin maquillaje, ni pintalabios, ni sombra de ojos… Cuando una mujer va tan pintada como una dependienta de El Corte Inglés, nos está escamoteando una gran cantidad de información acerca de su estilo de vida y costumbres: tal vez debajo de esas dos manos de pintura se oculta una tez pálida y mortecina producto de una mala alimentación, o de muy pocas horas de sueño, o de un elevado nivel de stress, o (¿quién sabe?) del consumo abusivo y reiterado de drogas duras… cosas que me apetecería saber antes de intentar llevar una amistad al siguiente nivel, vamos. El maquillaje no sólo oculta las imperfecciones, sino que a la larga puede incluso provocarlas o aumentarlas, ya que al obstruirse los poros y no respirar bien la piel, el cutis se estropea, entrándose así en un círculo vicioso en el que el maquillaje se hace cada vez más necesario, y lo que parecía una solución se convierte en realidad en el problema.
 
 
Otra de las razones por las que no me gustan las chicas con maquillaje o con pintalabios es que si sales con ellas no puedes besarlas sin ponerte perdido… y reconozcámoslo: yo soy bastante besucón, y cuando quiero a una mujer necesito quererla con los cinco sentidos. Por eso mismo no me gustan los peinados que requieran visitas frecuentes a la peluquería o cantidades ingentes de laca, me gusta un pelo que pueda acariciar a gusto sin preocuparme por despeinarlo. En esta misma onda, tampoco me gustaría que mi pareja usara pendientes, ni piercings en el labio o en la lengua: ¿y si me pongo juguetón y quiero mordisquearle la oreja? ¿y si quiero darle un beso de tornillo? Estaría sufriendo todo el rato, por si le doy un tirón y le hago daño… Y no sólo padecería por ella, sino también por mí: si os habéis encontrado alguna vez una piedra en vuestras lentejas entonces sabréis de lo que estoy hablando… no entro en detalles, ya me entendéis. Todo esto me recuerda aquella escena de El Jovencito Frankenstein en la que el Doctor se está despidiendo de su prometida (una estupenda Madeline Kahn) en la estación de tren, pero no puede cogerle las manos por no estropear la manicura, ni besarla por el pintalabios, ni abrazarla porque el abrigo de piel es carísimo… en el último instante de la despedida él le tira un beso por el aire y ella, asustada, hace ademán de esquivarlo. Si os he de ser sincero, ante esta perspectiva yo también preferiría a la campesina que disfruta revolcándose entre la paja.
 
 
Hagamos un capítulo aparte para hablar de las cejas femeninas y el apasionante mundo de su depilación. Con algunas mujeres basta mirarles las cejas para ver enseguida que no saben dónde está el término medio, que no entienden que depilar más no significa necesariamente quedar mejor; en estos casos me salta enseguida una alarma silenciosa en mi cabeza que me dice que esta falta de percepción puede extenderse a otras facetas de la vida, que hay algo que tampoco anda del todo bien por detrás de esas cejas… mejor poner tierra de por medio. La depilación de las cejas en una mujer tiene que ser como los buenos efectos especiales en una película: el objetivo es que pasen desapercibidos. Lo ideal, por supuesto, sería que la Naturaleza hubiera sido generosa y hubiese concedido a la mujer en cuestión unas cejas bonitas que no necesitaran ningún retoque; pero si hiciera falta quitar algunos pelos, el truco está en saber quitarse el mínimo número de ellos para que el conjunto quede armónico. En este sentido, yo siempre he sido más partidario de la depilación en vertical que en horizontal. Me explico: a mí no me desagradan unas cejas de mujer anchas en las que se ha retocado un poco el entrecejo o un par de pelillos aquí y allá, pero sin embargo el pretender hacer que toda la ceja parezca más fina artificialmente, quitando pelos todo a lo largo, me parece una pérdida de tiempo que además, como ya decía antes, no suele quedar bien. El proceso de selección natural a lo largo de millones de años nos ha dado cejas para evitar que si nos cae agua sucia encima de la cabeza ésta se nos meta en los ojos… Millones de hombres y mujeres con cejas escasas han muerto sin descendencia a causa de una infección ocular para que podamos llegar hasta donde estamos, así que ¡cuidado! Tú podrías ser la siguiente; no tratemos de luchar contra la Evolución de las Especies. (Un último apunte: por esta misma regla de tres, también tenemos pelo encima de algunos otros orificios corporales; por ejemplo los hombres tenemos el bigote, y las mujeres… no entro en detalles, ya me entendéis.)
Hasta aquí la primera parte de esta entrada, en la que hemos visto lo que pasa de cuello para arriba; la semana que viene trataremos de diferenciar lo que es verdad de lo que es mentira de cuello para abajo (os prometo emociones fuertes). Hay un tema que podría haberse incluido en la entrega de hoy y que sin embargo no he tocado: las gafas, y qué nos dice de una mujer que las necesita el hecho de que se las ponga o se las deje de poner. En este caso el razonamiento es distinto, porque éste es un complemento que considero necesario, mientras que los que hemos visto más arriba suelen ser superfluos. Por supuesto, ya podéis anticipar cuál es mi conclusión sobre este asunto: una mujer que necesite gafas y que se las ponga puede resultar igual de sexy que una mujer que no las necesite (y no se las ponga). Este tema da para hablar largo y tendido, así que le dedicaremos una entrada entera más adelante.

lunes, 17 de diciembre de 2012

One of Us, Gooble Gobble!

Ya adelantábamos la semana pasada que tener un cuerpo de conocimientos demasiado variado y ecléctico puede suponer un problema a la hora de buscar un grupo de amigos con quienes compartir y desarrollar tus ideas. Aparte de la compartimentación del Saber de la que hablábamos entonces, se aprecia además actualmente una excesiva compartimentación de la sociedad en grupos con unas características bien definidas y bastante uniformes en cada uno de ellos, de manera que así se facilita la comunicación e identificación entre individuos del mismo grupo pero se dificulta la comunicación entre grupos diferentes. Además, muchas personas, para sentirse aceptadas por su grupo, adoptan de manera artificial algunas de las características consideradas como “normales” en éste, e inhiben algunas de sus propias tendencias naturales, con lo que dejan de ser ellos mismos, dejan de ser genuinos: pasan a tener lo que mis amigos músicos llamaban en una canción, hace mucho tiempo, una Pseudopersonalidad. Se convierten en un estereotipo, en un cliché.
 
 
Mantener intacta tu propia personalidad, tu propia esencia, a veces cuesta: en mi caso, no me puedo quejar de no sentirme acompañado, casi no hay día en el que no me encuentre por casualidad, paseando por cualquier rincón de Valencia, a algún amigo o conocido (tal vez son ya muchos años de conocer gente aquí y allá… muchos años o mucho rodaje, lo que sea). Mi agenda de contactos es extensa, y constantemente estoy quedando con unos u otros… pero no tengo ninguna persona o personas concretas con las que quede para salir por defecto todos los fines de semana sin que haya una actividad concreta que lo justifique, no hay nadie con quien chatee o hable por teléfono a menudo y de manera intrascendente, nadie a quien llamar por llamar cuando me aburro (aunque tampoco se puede decir que me dé mucho tiempo a aburrirme).
Con todos mis grupos de amigos paso muy buenos ratos de vez en cuando: con los colegas del Aula de Cine, los compañeros del 15M, la gente del trabajo, los del grupete de música, los de la Universidad, los vecinos de la finca, los del grupo de escépticos, los aficionados a la fantasía y la ciencia ficción… Pero aunque con todos ellos tengo cosas en común, con cada uno de ellos se ha dado alguna vez una situación particular en la que todo el mundo está de acuerdo, o tiene la misma reacción, o la misma respuesta, menos yo. Curiosamente, lo que me hace dar la nota en un entorno resulta totalmente normal en otro, y viceversa, de forma que, a pesar de no tener ningún rasgo de comportamiento considerado excéntrico por todo el mundo, mi manera de ser en su conjunto no acaba de encajar en ninguno de los grupos, y a veces (sólo a veces) me siento en ellos como un pez fuera del agua, me siento un poco solo a pesar de estar acompañado de gente estupenda. Me viene a la mente la imagen de uno de esos juegos para bebés que consisten en una caja con agujeros para meter distintas formas geométricas de colores; yo y las demás personas somos esas formas, pero mientras los otros son cilindros, o paralelepípedos, o prismas triangulares, y van entrando uno a uno en la caja, yo soy una pieza híbrida, con una forma extraña, mezcla de cuadrado por aquí y círculo por allá, que no entra por ninguno de los agujeros y al final es la única que se queda fuera.
 
 
Supongo que no soy el único que tiene esta sensación, pero a veces me pregunto si no seré demasiado vehemente en la defensa de mi propia manera de hacer las cosas… En el Mapa Conceptual del blog podréis comprobar que la Autenticidad es una consecuencia de la Libertad ejercida a la hora de elegir tu estilo de vida; yo soy vehemente a veces porque para mí perder parte de mi Autenticidad significa perder parte de mi Libertad, que es una de las cosas que más valoro. Para aquel que no quiere renunciar siquiera a un ápice de su propia personalidad es difícil establecer lazos sociales sólidos, sentirse de verdad parte de un grupo, por la sencilla razón de que a veces acercarte a los demás te aleja de ti mismo.
Se podría hacer un razonamiento similar también a nivel de pareja: es difícil encontrar una persona con un grado de Conexión, de compatibilidad, suficientemente alto como para poder iniciar una relación sentimental estable, basada en la total sinceridad y el respeto mutuo. Sólo el Afecto surgido de la Verdad y la Libertad de ambas personas puede perdurar en el Tiempo; y cuando se encuentra, no sólo constituye una fuente inagotable de Belleza en sí, sino que hace más intensa la Belleza que ambas personas podían percibir en el Mundo ya antes de conocerse… Aún albergo esperanzas de encontrar algún día a mi Papagena, a mi media naranja, pero mientras tanto prefiero seguir estando solo. Otro día hablaremos un poco más de la clara relación que existe entre Libertad y Soledad.

lunes, 10 de diciembre de 2012

Aprendiz de Todo, Maestro de Nada

En una de las primeras entradas del blog vimos que para intentar descubrir la fórmula secreta que explica la Existencia es necesario adquirir conocimientos de muy diversos campos del Saber. Yo lo intento, soy una persona ecléctica en cuanto a gustos, aficiones y amistades, y a la hora de aprender cosas nuevas elijo lo que me dicta mi interior y lo hago a mi manera, al margen de prejuicios o ideas preconcebidas; eso me hace único, me da Autenticidad, me hace más verdadero y por tanto me confiere (a mí y a cualquiera que lo haga) una cierta Belleza interior que va ligada intrínsecamente a la Verdad… pero también tiene sus desventajas. ¿Es cierto eso de que el que mucho abarca, poco aprieta? Vayamos por partes, como dijo Jack.
El equivalente inglés del título de esta entrada sería “Jack of All Trades, Master of None”. No nos estamos refiriendo al Jack del párrafo anterior: el término Jack se utiliza en inglés para referirse a la sota de la baraja, pero también quiere decir hombre, tipo; “Jack of all trades” vendría por tanto a significar Hombre para todo, o El que toca todos los palos. Esta denominación se usa pues para referirse a un generalista, una persona capaz de combinar distintas disciplinas de forma práctica. Un dato que yo ignoraba (pero ya conocéis mi recomendación: “No te acostarás sin saber una cosa más”) es que la expresión “Hombre del Renacimiento” se usa para alguien que no sólo toca varios campos distintos, sino que además destaca en todos ellos; ésta lleva por lo tanto la expresión anterior un paso más allá. Tal vez el ejemplo más célebre de Hombre del Renacimiento sea Leonardo da Vinci: inventor, ingeniero, científico, pintor, escultor, anatomista, botánico, arquitecto, urbanista, filósofo, escritor, músico, poeta… Leonardo era un auténtico polímata, es decir, “el que comprende o sabe de muchos temas”.
 
 
El uso del término “Jack of all trades” está documentado desde hace unos cuatrocientos años, y al principio no era utilizado de forma despectiva; al contrario, tenía connotaciones positivas, era una alabanza. Posteriormente se le añadió la segunda parte, “Master of none”, y se utilizó, sobre todo a partir del S.XX, de forma irónica, cínica, para referirse a alguien que intenta aprender de todo y al final se queda en un conocimiento muy escaso y superficial de las cosas. En castellano, otras expresiones que dan a entender lo mismo que “Aprendiz de todo, maestro de nada” son “Maestro Liendre, que todo sabe y de nada entiende” o “Un océano de conocimiento de una pulgada de profundidad”. Vivimos en un mundo cada vez más especializado en el que por ejemplo el campo de la Ciencia está fragmentado en multitud de disciplinas y subdisciplinas muy concretas, cada cual con sus propios códigos (la terminología) y medios de comunicación (las revistas científicas), de manera que un artículo de investigación concreto sólo lo entienden unos pocos entendidos en la materia, y resulta prácticamente incomprensible para los demás científicos, incluso los de disciplinas relativamente próximas.
Cuando en mi juventud la gente me preguntaba “¿Qué quieres ser de mayor?” yo pensaba para mis adentros que quería ser Persona, pero no tenía muy claro qué profesión escoger; ya en aquel entonces quería saber Todo acerca de Todo, aunque todavía no sabía articular mi deseo con palabras, y este deseo inconsciente fue en parte el que determinó mi elección a la hora de entrar en la Universidad. Con el paso de los años no me he limitado a aprender sólo más de lo relacionado con mi trabajo, sino que he cultivado un amplio abanico de intereses y aficiones, a veces aparentemente opuestas entre sí, lo cual se hace patente por ejemplo en la diversidad temática de las entradas de este blog. Especializarse demasiado en una sola cosa me ha parecido siempre muy aburrido, creo que hacerlo conlleva perderse una gran parte de la Belleza que puede ofrecernos la Existencia. Restringirse a una parcela acotada del Saber es como mirar un cuadro impresionista a diez centímetros de distancia: no se entiende nada en absoluto, no se ven más que manchas de colores sin sentido.
 
 
El ser competente en varios campos del Conocimiento (aunque sin sobresalir en ninguno en particular) me permite llevar a cabo un proceso de análisis riguroso y razonado de muy distintos tipos de información por separado, para después hacer una labor de síntesis y establecer relaciones entre ideas, trazando paralelismos y sacando puntos en común, con la intención de obtener unas conclusiones generales que me permitan distinguir lo que es importante de lo que es accesorio en la vida. El análisis (poner las ideas en palabras) es importante, pero es la síntesis (relacionar distintas ideas) la que nos permite alcanzar las conclusiones finales. El resultado de mi proceso mental de análisis y síntesis lo tenéis en estas entregas semanales, y el resumen de las conclusiones en el Mapa del blog. En definitiva, saber un poco de todo me facilita la tarea de conocerme mejor a mí mismo y de intentar comprender cuál es mi lugar en el Universo y, ya de paso, de compartirlo también con vosotros por si os resulta útil. Pero ¡cuidado!, que lo que es bueno a nivel intrapersonal puede suponer a veces un obstáculo a nivel interpersonal: la próxima semana hablaremos de cómo afecta a las relaciones sociales el seguir la filosofía del eclecticismo e intentar abarcar el Conocimiento de Todo.
Queda claro por tanto que la interdisciplinariedad nos permite dar un par de pasos hacia atrás y ver las cosas con perspectiva para poder relacionarlas entre sí y sacar una imagen de conjunto, lo cual siempre es bueno… Y no sólo nos permite entender mejor el pasado y el presente, también nos impulsa hacia el futuro: Steve Jobs decía que la creatividad consiste en buscar conexiones entre diferentes campos del Saber; la innovación, que es la que mueve a la Humanidad hacia delante, consiste en utilizar conocimientos o herramientas de un determinado campo para resolver un problema perteneciente a un campo totalmente distinto. En definitiva, creo que queda demostrada la necesidad de tener generalistas que ayuden a proporcionar puntos de referencia comunes en este mundo de especialización en el que vivimos hoy. Tal vez deberíamos cambiar el título de esta entrada por “Aprendiz de Todo, Maestro del Conocimiento”. Sólo un auténtico Maestro del Conocimiento puede ir más allá de ver puntos aislados sobre el papel, descubriendo el orden correcto para unir los puntos y hallando la figura escondida, encontrando el patrón oculto detrás de Todo.
 
 

lunes, 3 de diciembre de 2012

No son los Años, es el Rodaje

Como os decía al final de mi doble entrega sobre los años 60, todas las cosas hermosas, emocionantes y novedosas de las que os hablaba, la conquista de la Luna, el estreno de todas esas películas maravillosas, la publicación de los cómics y la salida a la venta de todos esos discos fantásticos… todo esto, decía, ocurrió antes de que yo hubiese siquiera nacido. ¿Acaso eso me impide disfrutar de todo ello hoy en día? Por supuesto que no. Para mí, el que algo valga o no la pena depende de su calidad intrínseca, no de que sea más o menos reciente. ¿Por qué entonces hay tanta gente con prejuicios hacia todo aquello que sea anterior a su época? ¿Por qué hay gente que se niega a darle una oportunidad a un buen libro sólo porque no es el último best-seller, o a un buen disco sólo porque tiene veinte años, o a una buena película sólo porque es en blanco y negro? ¿Realmente era necesario hacer un remake en color de Psicosis, o un reboot de Spider-Man tan sólo diez años después de que empezara la anterior serie de películas sobre el superhéroe arácnido? ¿No nos damos cuenta de que, mientras algunas películas o canciones de los 60 siguen siendo modernas hoy en día, hay otras de hace un par de años que ya tienen un tufillo a rancio que tira de espaldas?
 
 
Esto pasa no sólo con las distintas manifestaciones artísticas, sino también con los objetos de consumo: ropa, tecnología, vivienda… ¿Por qué hay gente tan perezosa y corta de miras que prefiere no esforzarse en estimar el verdadero valor y utilidad de las cosas y se deja guiar por el sencillo (y erróneo) criterio de “si es nuevo y caro, entonces es bueno, y si es viejo o barato, entonces es malo”? Esta obsesión en la época actual con el precio y la novedad de las cosas, este empecinamiento en reducirlo todo a un solo número (de euros o de años), cuando en realidad se trata de algo mucho más complejo que eso, no nos está trayendo más que disgustos, aunque algunos no se den cuenta; otro día hablaremos de la diferencia entre valor y precio.
Sólo hay algo peor que cerrarse en banda y juzgar las películas, canciones u objetos exclusivamente en función de su edad: aplicar esto también a las personas. A lo largo de mi vida he conocido a gente anticuada y carca de veinticinco años de edad, y también a jóvenes de espíritu de más de setenta (“¡Y no se te ocurra quitarme ni uno solo!”, suele decir ella con la inteligencia que la caracteriza). Igual que no se puede juzgar un libro sólo por la cubierta, tampoco se puede juzgar a una persona sólo por su año de nacimiento, y sin embargo hoy en día se hace más que nunca: hay una auténtica obsesión con la edad (la propia y la de las personas con las que uno se relaciona), y muchas mujeres (y algunos hombres) mienten acerca del tema, como si les diera vergüenza cumplir años, como si se tratase de una enfermedad.
Fijaos en la edad promedio de los protagonistas de películas y series de televisión actuales, y comparad con la de hace cuarenta, veinte o incluso diez años: ha bajado de manera espectacular, hasta el punto de producirse situaciones ridículas en las que los generales del ejército y los expertos mundiales en física cuántica aparentan tener veintipocos (¿Qué será lo siguiente? ¿Un presidente del gobierno menor de edad? ¿Un Papa de Roma con acné?). Los Mass Media orientan sus esfuerzos a un público joven, y les proporcionan personajes jóvenes y guapos con los que puedan (o quieran) identificarse. El problema es que se olvidan otras cualidades más importantes y muchos chavales se quedan sin un modelo de conducta apropiado… Y lo peor es que en la vida real ya no se tiene en cuenta la opinión de las personas mayores, que a veces son las que tienen más experiencia acerca de las cosas: ya no se valora la sabiduría… y así nos luce el pelo.
 
 
Me viene a la memoria esa escena de En Busca del Arca Perdida en la que Indiana Jones es arrastrado a lo largo de medio kilómetro por un terreno pedregoso, agarrado a los bajos de una camioneta nazi que transporta el Arca en cuestión… Poco después Marion Ravenwood le está curando las heridas y, ante sus continuas quejas y lamentos, le comenta: “No eres el hombre que conocí diez años atrás”; a lo que Indy responde: “No son los años, cariño, es el rodaje”. He querido emplear para el título de la entrada esta fabulosa réplica pero cambiando un poco su significado, considerando el rodaje, el kilometraje, como algo positivo: no es que tener más años sea malo, sino que más bien al contrario es mejor estar más rodado, tener más experiencia en la vida.
Podemos concluir, por tanto, que la auténtica juventud, la espontaneidad y la frescura de una persona no pueden deducirse tan sólo de su edad, de una sola cifra… La Belleza interior de las personas, y también la Belleza de las distintas manifestaciones del Arte (que al fin y al cabo son un reflejo de la Belleza del autor o autores), es deliciosamente compleja y multidimensional y no se puede simplificar, no se puede evaluar con un solo número, ni siquiera con la combinación de dos números en una gráfica, sino que depende de múltiples factores cuyo análisis y comprensión no son sencillos y requieren un esfuerzo intelectual que muchos no pueden o no quieren realizar, ocupados como están en otros asuntos aparentemente más urgentes pero realmente mucho menos importantes… Así nos luce el pelo, como decía más arriba. La falsa belleza basada sólo en el criterio de la novedad acaba desapareciendo, por pura lógica, con el paso de los años, mientras que la auténtica Belleza perdura en el Tiempo… siempre y cuando, claro está, no seamos tan estúpidos como para dejar que nos pase desapercibida y desaparezca así en los negros abismos del Olvido.